La Vanguardia (1ª edición)

La democracia de Puigdemont

- Miguel Trias

El pasado domingo el candidato de Junts a la presidenci­a de la Generalita­t amenazó con dejar caer el Gobierno de S·nchez si el PSC realizaba en la Generalita­t una maniobra similar a la efectuada en el Ayuntamien­to de Barcelona. Aparte de manifestar un notable nerviosism­o al poner el carro antes que los bueyes, demuestra que no calibra bien las posibilida­des o tiene un escaso respeto por las reglas democr·ticas.

Repasemos escenarios posibles. El que m·s probabilid­ades tiene, según las encuestas, es que el PSC sea el partido m·s votado y el independen­tismo no sume mayoría parlamenta­ria, siendo el partido de Puigdemont el m·s apoyado en ese espacio. El segundo es que, quedando el PSC primero, el independen­tismo sume mayoría parlamenta­ria y Puigdemont reciba m·s votos en ese ·mbito. Otra posibilida­d es que, en uno u otro escenario, sea Aragonès el m·s votado de los candidatos independen­tistas. Ninguna encuesta arroja por el momento otra posibilida­d.

Entiendo que Puigdemont blande su amenaza para el caso del primer escenario. Pues en el segundo asume que ser· investido presidente con los votos de ERC y CUP. Nada dice de lo que haría si fuera ERC la ganadora entre los independen­tistas, aunque el precedente no es nada prometedor para este partido, dada la espantada del Govern que el propio Puigdemont propició en octubre del 2022.

De todos modos, es bueno recordar a Puigdemont que lo que hicieron los comunes y el PP para investir a Collboni como alcalde de Barcelona es exactament­e lo que el independen­tismo lleva haciendo desde el 2015. Ese año, Artur Mas convocó unas elecciones “plebiscita­rias” en que el argumento era obtener el mandato de la mayoría de los catalanes para transitar hacia la independen­cia. Pese a que tal mandato no se logró, como honestamen­te reconoció el diputado de la CUP Antonio Baños, los independen­tistas hicieron valer su mayoría parlamenta­ria, lograda gracias a la españolísi­ma ley electoral, para investir presidente a Puigdemont, y este, atribuyénd­ose un supuesto mandato democr·tico, nos llevó al desastre que todos sabemos. Y a él, a salir de Catalunya escondido en un maletero.

En las elecciones de diciembre del 2017, pese a la clara victoria de Ciudadanos, el independen­tismo hizo valer de nuevo su mayoría parlamenta­ria para acabar invistiend­o presidente al inefable Quim Torra. Las siguientes elecciones, en febrero del 2021, dieron como ganador al PSC de Salvador Illa. Pero de nuevo Junts hizo la maniobra que tanto le repugna cuando la practican otros, al investir presidente a Pere Aragonès.

Aunque dudo que se atreva, Puigdemont es bien libre de utilizar sus siete diputados en el Parlamento español para hacer saltar la legislatur­a cuando quiera. Pero que no nos dé lecciones de democracia ni de amor a Catalunya, pues demuestra que ni una ni otra son sus prioridade­s. Si hablamos de democracia, debería respetar el mandato que salga de las urnas. Si este da como vencedor a Illa, lo natural es que sea la primera opción para presidir la Generalita­t. Si, adem·s, el independen­tismo no es capaz de configurar un gobierno alternativ­o, el interés de Catalunya es que el partido m·s votado sea capaz de formar una coalición gobernante. Sin líneas rojas ni personalis­mos mesi·nicos.

Pero en el universo de nuestro expresiden­t parece no existir otro escenario legítimo que su propia investidur­a como presidente de la Generalita­t. Esa es su concepción de la democracia y los intereses de nuestro sufrido país.c

El independen­tismo practica desde el 2015 la misma maniobra que hizo alcalde a Collboni

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