La Vanguardia (1ª edición)

Las comunidade­s ven inviable convertir las piscinas en refugio

Los propietari­os esgrimen problemas de gestión, legales, fiscales y de convivenci­a

- Sílvia Oller

Crece la oposición al decreto ley de la Generalita­t que deja en manos de los ayuntamien­tos decidir qué piscinas públicas y privadas podr·n abrir este verano. A las quejas de los ayuntamien­tos y entidades municipali­stas se suman también los administra­dores de fincas y vecinos que viven en comunidade­s con piscina y que también ven “del todo inviable” la aplicación de una norma “ambigua” que genera, por ahora, muchas m·s dudas que certezas.

“No me parece bien. ¿Cómo controlas quien entra? , ¿qué aforo tendr· la piscina si se abre al público?, ¿quién har· cumplir las normas de la comunidad?, ¿se colar· alguien en mi piso? ”, se pregunta Laura Cañigueral, una vecina de Barcelona con segunda residencia en Platja d’Aro. Sus dudas son el reflejo de una amplia mayoría de vecinos que no ve con buenos ojos que la piscina comunitari­a acabe teniendo un uso público. Para que esto sea posible es necesario que alcancen un acuerdo con el Ayuntamien­to respectivo. Algo que, a tenor de las opiniones del sector, va a ser altamente improbable.

La vicepresid­enta del Col·legi d’Administra­dors de Finques de Girona, Cristina Pardo, esgrime una retahíla de razones (pr·cticas, de gestión, legales, de responsabi­lidad, fiscales y de convivenci­a) para que las comunidade­s de propietari­os con piscina se opongan a que su alberca pueda acabar siendo pública. “Esto implicar· la obligatori­edad de contar con socorrista­s, fijar unos horarios y un aforo y hacer cumplir unas normas que, en caso de que no se cumplan, acarrear·n problemas de convivenci­a importante­s”, explica. También se refiere a los posibles cobros de la entrada. “Cualquier ingreso que reciba una comunidad es una actividad económica con repercusio­nes fiscales para cada propietari­o”. Agrega que cada comunidad tiene un seguro de responsabi­lidad civil en función del número de propietari­os y que las pólizas se podrían incrementa­r.

El gerente de la Cambra de la Propietat Urbana de Girona, Miquel Costa, también ve “muchas dificultad­es” en su aplicación, especialme­nte en cuanto a la responsabi­lidad civil se refiere. “La

piscina es un elemento de riesgo que la comunidad tiene asegurado para sus usuarios, con normas propias para un círculo restringid­o”. También él anticipa problemas de convivenci­a. “Ya de por sí los espacios comunitari­os y ajardinado­s dan pie a muchos conflictos; hay problemas para compaginar el descanso vecinal y el ocio y si se abre a terceros habr· muchos mas”, afirma. Marta Oliva, por su experienci­a profesiona­l en la Cambra de la Propietat Urbana de Figueres, razona que son piscinas con un aforo reducido y que, en general, “sus dueños son reacios a recibir a personas externas al no contar en su mayoría con servicio

de vigilancia”, afirma. Dice que ve la norma m·s f·cil de cumplir en campings u hoteles que sí gozan de servicios de socorrismo.

El secretario del Col·legi d’Administra­dors de Finques de Barcelona y Lleida, Alberto Izquierdo, añade que el decreto ley puede

causar un “agravio comparativ­o entre municipios vecinos”, ya que deja en manos de los Ayuntamien­tos la responsabi­lidad de decidir qué es y qué no es refugio clim·tico. Considera el documento como un “brindis al sol” al entender que es reglamento “inviable de hacer

cumplir” en la forma en la que est· redactado. Un documento, dice, del que se desprenden muchas preguntas. “¿Cómo se controlar· el aforo? ¿Cu·ntos podr·n entrar? ¿Cómo participar·n del gasto los propietari­os?... Cada año las comunidade­s fijan un presupuest­o del gasto en zonas comunes, si viene m·s gente, habr· m·s gasto de conservaci­ón del espacio”, explica.

La patata caliente est· en el tejado de los ayuntamien­tos, que ayer empezaron a recibir llamadas de algunas comunidade­s interesada­s en saber qué implica tener una piscina que sea refugio clim·tico. “Pero en realidad nosotros no tenemos respuesta”, explica el alcalde de Platja d’Aro, Maurici Jiménez, que lamenta que los ayuntamien­tos deban aplicar una norma que genera “poca claridad y seguridad jurídica”.También las asesorías empiezan a palpar la inquietud de propietari­os. “Es rocamboles­co y enrevesado”, afirma Anna Palomares, de la asesoría Palomares de Girona.c

Pasar de privada a un uso público implica tener que contar con un socorrista, entre otros requerimie­ntos

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X vi Jurio / RCHIVO Una amplia mayoría de vecinos no ven con buenos ojos que la piscina comunitari­a acabe teniendo un uso público

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