La Vanguardia (1ª edición)

El paso en falso de Otxandiano

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Pello Otxandiano, candidato a lehendakar­i por EH Bildu en las elecciones vascas del próximo domingo, ha tratado de enmendar el error que cometió el lunes en una entrevista concedida a la cadena Ser, en la que rehusó calificar de terrorista a la banda ETA. Durante otra entrevista, ayer en Radio Euskadi, Otxandiano se excusó por si sus palabras hubieran podido “herir la sensibilid­ad de las víctimas” y admitió que, si bien la izquierda abertzale da pasos hacia la reconcilia­ción, segurament­e aún son insuficien­tes.

Hasta el lunes, la campaña de EH Bildu iba como una seda. Los temas nacionales habían sido relegados en beneficio de los sociales, de las preocupaci­ones cotidianas de los vascos; la juventud parecía mayoritari­amente de su lado; las intencione­s de voto eran en general optimistas, y los últimos sondeos le concedían incluso el sorpasso sobre el PNV. No puede afirmarse que este faux pas de Otxandiano vaya a alterar decisivame­nte las halagüeñas expectativ­as de EH Bildu para el 21-A. Pero sí que ha revelado el trasfondo real, acaso las limitacion­es, de la íntima convicción democr·tica del movimiento político abertzale que en tiempos congenió con el terrorismo.

Son hechos conocidos que ETA clausuró medio siglo de terror en el 2011 y que siete años después se disolvió. También que en el 2021, mediante la llamada declaració­n del 18 de octubre, los m·ximos dirigentes de EH Bildu y de Sortu mostraron empatía hacia las víctimas de ETA, probableme­nte incompleta, pero que supuso un claro avance. Lo es asimismo que EH Bildu apoya ahora a partidos estatales en determinad­as institucio­nes. Y no hay razones concluyent­es para dudar sobre la sinceridad de los dirigentes de la izquierda abertzale en su evolución hacia la convivenci­a y la aceptación de las reglas de la democracia. Entre otras razones, porque no hay una alternativ­a viable ni mejor.

Dicho esto, el mensaje que envió el lunes Otxandiano nos sugiere, inevitable­mente, tres cosas. Una, que todavía maneja un discurso obsoleto, necesitado de urgente revisión. Dos, que aún teme incomodar a una parte de su electorado, supuestame­nte incapaz de criticar –y esto sería muy preocupant­e– los pasados crímenes de ETA. Y tres, que la izquierda abertzale, si realmente quiere hacer creíble m·s all· de Euskadi su normalizac­ión democr·tica, debe desmarcars­e de modo contundent­e, definitivo e inequívoco de quienes ensangrent­aron durante medio siglo su país.

Este episodio, en el que EH Bildu ha lesionado torpemente su credibilid­ad –cuando Otxandiano, con las encuestas viento en popa, podía haber acreditado liderazgo y visión de futu- ro–, ha propiciado en otras fuerzas políticas reacciones diversas, que merecen comentario aparte. La del PP era perfectame­nte previsible y se enmarca en su línea habitual de criminaliz­ación del movimiento abertzale y, por extensión, de las fuerzas que trenzan con él ocasionale­s pactos y contribuye­n así a la imprescind­ible gobernabil­idad de un país con el arco político muy fragmentad­o. Y la del PSOE, que ha parecido en ocasiones m·s exaltada que coherente. Porque se hace difícil olvidar que el Gobierno encabezado por Pedro S·nchez goza del apoyo de EH Bildu en el Congreso de los Diputados; y, también, que recienteme­nte le facilitó la alcaldía de Pamplona.

Los partidos, unos y otros, se prodigan sin tasa en los medios de comunicaci­ón, donde creen haber localizado y colonizado un campo de batalla de resonancia­s formidable­s. Pero, como acaba de probar este caso, sus portavoces no siempre se pronuncian del modo m·s sensato o prometedor. A veces se quedan lamentable­mente cortos; y otras, con mayor frecuencia, se propasan, generando una fatiga y una incredulid­ad por igual contraprod­ucentes.c

EH Bildu ha lesionado su credibilid­ad y debe superar un discurso ya obsoleto

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