La Vanguardia (1ª edición)

De inmigració­n y elecciones

- Josep Oliver Alonso

La campaña electoral toma velocidad y emergen todo tipo de propuestas: financiaci­ón, educación, sanidad, infraestru­cturas, sequía, clima… Pero la inmigració­n solo aparece parcialmen­te, ocult·ndose una dicotomía esencial de la misma: sus beneficios colectivos y sus costes individual­es.

En lo tocante a los primeros no hay discusión: en Catalunya, entre el 2018 y el 2023, los no nacidos en España (inmigrante­s) absorbiero­n el 98% de los 286.000 nuevos empleos (y el 68% de los m·s de 1,6 millones creados en España). Su incorporac­ión al empleo, sin costes formativos, contribuye al crecimient­o, amplía la demanda de consumo o de vivienda, incrementa impuestos indirectos y, si hay contrato laboral, eleva el IRPF y las contribuci­ones sociales. Adem·s, su particular estructura demogr·fica, muy concentrad­a en aquellos de 25 a 55 años, reduce sus necesidade­s sanitarias.

Así, en el 2022, en el grupo de menos de 24 años, los nacidos en España aportaban el 27% del total de nativos jóvenes, frente al 17% en los inmigrante­s; y para los mayores de 65 años, el elevado peso del 23% de los primeros se contraponí­a al reducido 6% de los segundos. En las edades centrales la situación se invertía: m·s inmigrante­s de entre 25 y 45 años (47% de su población) que de nativos (21% de los nacidos aquí). Ello refleja que, entre el 2000 y el 2022, los no nacidos en España hayan pasado de aportar el 4% de los residentes en Catalunya (unos 250.000) a m·s del 21% (por encima de 1,6 millones).

Pero junto a esos beneficios agregados, emergen costes individual­es a los que nuestros políticos prestan poca atención. Algunos derivan de la competenci­a salarial en empleos de baja cualificac­ión (sectores agrarios, de la construcci­ón o de servicios a las personas); otros reflejan los escasos recursos públicos destinados a los de menor renta, donde compiten con otros grupos desfavorec­idos, o que, en parte, se expresan en el boom de los alquileres. Respecto de estos, entre el 2023 y el 2030, en Catalunya, el INE calcula que se incorporar·n m·s de 700.000 inmigrante­s nacidos fuera de España (entradas menos salidas), unos 90.000 por año: a cinco personas/ vivienda, ello genera una inevitable presión sobre el mercado y, dado que dificilmen­te este contingent­e se va a dirigir a la compra, ello implica e implicar· un inevitable empuje alcista de los alquileres.

Dada nuestra demografía, necesitamo­s inmigració­n sí o sí. Una inmigració­n que, si queremos anticiparn­os a lo visto en Europa, deberíamos integrar razonablem­ente. Ello implicaría destinar parte

Dada nuestra demografía, necesitamo­s no nacidos en España sí o sí

de los recursos públicos generados por esta a aquellos municipios donde se concentra: m·s salud, m·s educación, m·s asistencia social, m·s vivienda pública de alquiler… Pero °ay!, exigiría que los partidos políticos la sitúen como aspecto clave del futuro del país. ¿Ser·n capaces? Vista nuestra historia, lo dudo.

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