La Vanguardia (1ª edición)

“Las vibracione­s del gong nos armonizan, afinan nuestro cuerpo”

Tengo 50 años. Nací en York y vivo en Londres, donde tengo una escuela para formar a profesores de gong, Sound Healing Teacher Training. Tengo novia, un hijo de 20 años y un perro. Lo que más me importa en política son las propuestas económicas. La terapi

- Exculturis­ta, profesor de baños de gong Ima Sanchís

Alos 12 años ya levantaba pesas. ¿Por qué? De pequeño me obsesionab­an los superhéroe­s, solía imitar a Hulk, Spiderman y Superman desde una edad muy temprana, y me hacían bullying en el colegio y también mi vecino.

¿Había algún motivo?

Iba con mi hermano mayor a todas partes, siempre con chicos m·s mayores que yo, y por tanto era la presa f·cil y delgaducha.

Abusones.

Empecé a levantar pesas para protegerme de ese mal trato. Un día mi madre preparó bocadillos y me llevó a ver un maratón de Rocky: vi Rocky 1, 2 y 3 de una sentada.

Uau.

Sí, Rocky me lavó el cerebro. Después de seis horas de Rocky decidí que quería ser boxeador o culturista.

¿Por qué eligió lo que eligió?

Porque no me dejaron ser boxeador, pero sí acompañar a mi padre al gimnasio y levantar peso. Me lo tomé en serio: iba seis días a la semana. Mis padres pensaron que era una época y que ya se me pasaría.

Pero no se le pasó.

Mi primera competició­n fue a los 15 años. Me convertí en el mayor culturista adolescent­e de Inglaterra. A los 16 fui míster Inglaterra. Musculado, me respetaban mucho m·s.

Sus rizos dorados son leyenda.

Echo de menos ese pelo, pero cuando era culturista no pensaba en las chicas, estaba muy centrado en mi trabajo, ni salía ni bebía.

Pronto fue protagonis­ta de un programa de televisión.

En una revista titularon en portada “¿Es James Crossley el nuevo Tarz·n?”, y me llamaron para Gladiators, que en el Reino Unido era un programa estrella. Cuando terminó el programa, ocho años después, fui coronado como el gladiador definitivo.

A los 19 años ya era un guapo triunfador.

Fue algo a lo que tuve que adaptarme. No podía ir en autobús o en tren, y ahí donde iba había montones de personas esper·ndome. Fue algo muy raro, acabas rode·ndote de una burbuja de gente.

¿Qué hizo después?

Tuve mucha suerte. Después de Gladiator no sabía qué hacer y estudié una formación de actores, y después de tres años de hacer teatro itinerante entré en la Royal Shakespear­e

Company de Londres. Siete años de gira geniales, pero me cansé de tanta itineranci­a.

¿Por qué se decantó entonces?

Por las competicio­nes del hombre m·s fuerte del mundo. Me dediqué ocho años y tengo un par de récords del mundo, pero levantar peso es muy duro para el cuerpo y tuve varias lesiones. Me fui a un retiro de yoga en Bali para recuperarm­e.

Su vida cambió por completo.

Hice sesiones de terapia de baños de gong y quedé totalmente recuperado y fascinado. Cuando regresé a Londres quise seguir con esa pr·ctica y no encontré nada, así que lo creé. Me fui a la universida­d, estudié terapia musical durante dos años y, paralelame­nte, me formé en el gong.

Y escribió un libro sobre el gong.

Sí, y monté Sound Healing Teacher Training, una escuela para certificar a los practicant­es de gong.

Sí que le sentó bien el baño de gong.

Es muy terapéutic­o. A través del sonido y la vibración las ondas cerebrales pasan al estado relajado (alfa), al estado de ensueño (theta) e incluso al estado restaurati­vo (delta).

¿Y?

A medida que la mente y el cuerpo se relajan, el ritmo cardiaco y la presión arterial disminuyen y la respiració­n se vuelve m·s profunda. Es en este estado donde puede ocurrir una curación profunda.

¿Qué cambios notó en usted mismo?

Yo siempre he dormido muy mal y esos baños de gong me permitiero­n dormir de un tirón las dos semanas que estuve practic·ndolo. Conseguí relajar mi cuerpo y mi mente.

¿Cuál es el misterio?

Todo tiene su propia vibración, y cuando tenemos estrés emocional o tensión acumulada en los tejidos de nuestro cuerpo, tal vez desde hace años, esos tejidos vibran de forma diferente al resto del cuerpo.

¿Y el sonido del gong lo armoniza?

Sí, el gong emite unas vibracione­s muy potentes que hacen que el cuerpo se acompase con ellas, es como afinar el cuerpo. También ralentiza las ondas cerebrales, es como una meditación muy profunda que se consigue con años de pr·ctica.

¿Pero en versión instantáne­a?

El sonido te lleva a ese estado parasimp·tico de descanso muy r·pidamente. Tenemos traumas infantiles y estrés acumulado en el cuerpo y el sonido consigue sacarlo.

Curioso.

Tenemos mentes de mono que pasan de un tema a otro r·pidamente y sin control. Las vibracione­s te llevan a un estado muy susceptibl­e a la sanación, se dan procesos rejuvenece­dores. Es muy interesant­e.

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