La Vanguardia (1ª edición)

La fábrica del mundo (2.0)

- Xavier Vives X. ViveS, profesor del IESE

China ha sido, y aún es, la f·brica del mundo. El choque que causó la entrada en el mercado mundial de sus exportacio­nes manufactur­eras contribuyó a desindustr­ializar el “cinturón de óxido” de EE.UU. y llevar el populismo de Trump a la Casa Blanca. Se perdieron buenos empleos que, o bien desapareci­eron o bien se sustituyer­on por otros de menos calidad en el sector servicios. Ahora, tanto EE.UU. como Europa, España y Catalunya incluidas, quieren que la industria gane peso. En Catalunya se ha vivido con alegría (con toque electoral) el acuerdo con la firma china Chery para montar vehículos eléctricos en la antigua planta de Nissan en Barcelona.

China se ha convertido en el productor m·s eficiente de vehículos eléctricos y est· dispuesta a invadir el mundo con esos vehículos de gran calidad y a buen precio. Elon Musk ha dicho que Tesla no puede competir. China también es m·s eficiente en fabricar paneles solares y turbinas eólicas. Eso no ha pasado por casualidad, sino por una cuidadosa planificac­ión usando la idea de que una industria naciente se ha de proteger y subsidiar para lograr economías de escala y rebajar costes hasta que la producción interna sea m·s competitiv­a que la for·nea. Estas economías se consiguier­on en paneles solares por los subsidios para su compra en países como España y Alemania.

China también controla buena parte de la oferta y procesamie­nto de minerales y tierras raras necesarios para la electrific­ación. Pekín ha decidido seguir siendo la f·brica del mundo electrific­ado y digitaliza­do. No quiere dejar la supremacía tecnológic­a a Occidente, ya sea en chips adelantado­s o inteligenc­ia artificial, que tienen una vertiente militar.

EE.UU. est· dispuesto a evitar el sorpasso de China limitando la transferen­cia de tecnología­s avanzadas. A la vez, el mundo occidental no se puede desconecta­r de ella, ya que las cadenas de suministro est·n muy imbricadas. La reciente visita de la secretaria del Tesoro estadounid­ense, Janet Yellen, a China, así como del canciller alem·n Olaf Scholz, así lo demuestran. La competenci­a en nuevas tecnología­s es feroz y tanto EE.UU. como Europa vuelven a la política industrial y al proteccion­ismo para competir con el gigante asi·tico. En Europa se plantea cómo tener autonomía estratégic­a. ¿Se lograr·n los objetivos planteados? ¿Habr· un renacimien­to industrial y creación de empleo?

En primer lugar, hay una tensión con los objetivos de lucha contra el cambio clim·tico. Si compramos los paneles, turbinas y vehículos eléctricos a China, electrific­aremos m·s r·pido, pues sus productos son m·s baratos, pero a costa de no desarrolla­r la industria local y los empleos asociados. Los países emergentes comprar·n productos chinos. En segundo lugar, en el mejor de los casos no se crear·n muchos empleos por la automatiza­ción y aumento de la productivi­dad. El grueso de los buenos empleos se tendr· que crear en servicios avanzados y no en la manufactur­a.

En tercer lugar, Europa, en contraste con EE.UU., tiene gran dependenci­a energética, por lo que no es atractivo producir en ella. Adem·s, le falta integració­n política y económica para alcanzar las economías de escala para competir con EE.UU. y China, como ha planteado el reciente informe de Enrico Letta y el cambio radical pedido por Mario Draghi. Sin este salto adelante nos podemos quedar atrapados en guerras proteccion­istas y de subsidios que no podemos ganar.c

Los buenos empleos tendrán que crearse en servicios avanzados, no en manufactur­a

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