La Vanguardia (1ª edición)

La paradoja de la elección

- Fernando Trías de Bes

ECuando entre tantas posibilida­des optamos por una, tal vez hemos descartado otra mejor

n el 2000, los psicólogos Sheena Iyengar y Mark Lepper, de las universida­des de Columbia y Stanford, publicaron los resultados de un experiment­o social que dio la vuelta al mundo. En un supermerca­do se ofrecía degustar mermelada a los clientes. A quienes probaban se les daba un cupón de un dólar de descuento. Durante unos días, se exhibían seis sabores. Y, luego, 24 sabores. El resultado fue que, si bien con 24 m·s personas se acercaron a degustar, con seis sabores muchas m·s personas acabaron por canjear el cupón y comprarse una. Lo explica Barry Schwartz en La paradoja de la elección: por qué más es menos (2004).

A priori, se piensa que a mayor libertad de elección, mayores cuotas de felicidad. Si hay m·s opciones, m·s posible ser· maximizar nuestra utilidad. Tener la libertad de poder escoger entre un número ilimitado de alternativ­as nos debería hacer m·s felices que tener solo una o dos.

Pues no es así. Cuando el número de alternativ­as es muy alto, se produce el efecto contrario: insatisfac­ción, sentimient­o de pérdida e infelicida­d. Y no solo por la sobresatur­ación y complejida­dqueentrañ­adescartar­mucho,sino también por la duda de no haber escogido la mejor opción. Cuando entre tantas posibilida­des finalmente optamos por una, a pesar de ser suficiente­mente buena, no podemos asegurar que no hayamos descartado otra mejor. Una mermelada no es importante, pero… ¿unas vacaciones?, ¿un coche?, ¿unteleviso­r?,¿unaviviend­a?

Hay dos tipologías de personas. Los maximizado­res y los satisfacto­res. Los primeros anhelan la mejor opción. Los segundos se conforman con algo suficiente­mente bueno, aunque pueda haber algo mejor. Demasiada libertad de elección produce ansiedad y duda en los primeros, pues tras cada decisión dudan de si han gastado su dinero de la forma m·s eficiente o si han pasado sus vacaciones en el mejor hotel o han elegido a la mejor pareja posible.

Ver la vida de otras personas en Instagram es un gran generador de infelicida­d: porque pone en jaque lo que estamos haciendo nosotros. La impostura de felicidad de las fotos nos sugiere que el plan ajeno hace m·s feliz que el propio. Tinder y las aplicacion­es para encontrar pareja producen un sentimient­o similar: ¿existía otro match mejor?

Elmensajee­ssimple:lobuenoyah­ace feliz; lo mejor produce ansiedad.c

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