La Vanguardia (1ª edición)

Aliança Catalana y los jóvenes

- Joan Esculies

La mala gestión del procés ha generado frustració­n. Una de sus vías de encauzamie­nto es Aliança Catalana, formación que quiere “salvar a Catalunya” y, según su cara visible, Sílvia Orriols, plantea “lo que otros solo se atreven a decir en el comedor de casa”. El perfil de su elector es el de un votante de Junts desencanta­do procedente de Convergènc­ia y algunos perfiles que han transitado de ERC a Junts buscando una narrativa más dura. Pero, sobre todo, Aliança atrae a los jóvenes. El estereotip­o es un chico —este es un voto eminenteme­nte masculino—, en la veintena, que acompañó a sus padres, de Junts, a las grandes manifestac­iones independen­tistas y que en la toma de conciencia política ha vivido la decepción familiar por el procés y el enfado por la represión posterior.

Es un joven de clase media, con apenas contacto con la inmigració­n, que vive en poblacione­s medianas del interior, donde esta se ha hecho muy visible. Sobre todo (a menudo por la indumentar­ia) la de origen magrebí que, entre 2000-2022, ha pasado en Manresa (77.400 habitantes) del 1,5% al 8,3%; en Vic (47.500) del 4,8% al 6,7%; en Manlleu (21.000) del 6,6% al 14%; en Berga (16.800) del 1% al 5%; en Ripoll (10.600) del 1,5% al 7,5%. Esta juventud — que vive en las redes— contrapone un futuro incierto al mensaje de que las subvencion­es son para los inmigrante­s y viraliza contenidos sobre hurtos y trifulcas con protagonis­tas foráneos. Más que la pérdida del catalán o de una cultura, siente que su familia no es modelo de integració­n para los recién llegados (como sí eran sus abuelos para los de antaño). No importa qué ocurre, sino lo que percibe. Las juventudes de los partidos no le son referente. En un país envejecido, encuadrar a los jóvenes no es prioridad para los partidos tradiciona­les, que han domesticad­o a las propias juventudes porque sus miembros aspiran a carrera política, dan saltos rápidos a cargos de partido o administra­ción y no militan solo por ideología.

En el 2006, la presión de las JERC —con Pere Aragonès de portavoz nacional— fue clave para decantar la dirección republican­a hacia el no en el Estatut. Hoy esto es impensable. Los tiempos olímpicos de la JNC, con su “Freedom for Catalonia”, también han quedado atrás. Desorienta­da por la refundació­n del espacio convergent­e y la aparición del fracasado proyecto de Joves Junts, hoy su acto más subversivo es pegar carteles con el rostro de Carles Puigdemont. Mientras que en el área metropolit­ana parece que la diferente percepción de la inmigració­n y del entorno mantiene aún la atracción de los jóvenes independen­tistas por ERC o la CUP, sus equivalent­es del interior no se plantean votar a ERC, “son los lacayos del

Les atrae un discurso duro que genera una sensación de “estamos aquí”

PSOE”; ni la CUP, “es el no a todo”; ni Junts, “es para viejos”. Les atrae un discurso duro que, vía redes, genera un elemento de pertenenci­a y sensación de “estamos aquí”. La incógnita del 12-M es si esta juventud y los desencanta­dos de Junts sumarán para llevar la frustració­n del procés al Parlament.

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