La cruzada cultural de Milei
El Gobierno argentino une recortes económicos y revisionismo
“Antes, los ajustes fueron diseñados con criterios técnicos, pero ahora hay una ideología detrás”
En el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, los funcionarios esperan con ansia la próxima noticia. ¿Ser·n incluidos entre los 50.000 empleados públicos que, según el presidente Javier Milei, ser·n despedidos en un próximo ajuste? “Nos va a tocar seguro; difícil evitarlo porque muchos somos terciarizados y de contrato temporal”, dice el encargado del guardarropa.
El museo, con una colección sin rival de arte renacentista, barroco y moderno, fue muy concurrido en las fiestas de Pascua. Pero no por turistas –estos prefieren el panteón de Evita Perón en el cementerio de enfrente– sino porteños, muchos de ellos jóvenes y pandas de escolares. Eso seguramente tiene que ver con la entrada gratuita. “El museo es patrimonio nacional, se financia con aportes del Ministerio de Cultura”, dice Diego Jata, portavoz. “Pero ya no hay ministerio sino una secretaría”.
Milei repite el mantra de que “no hay plata”. Pero, tras el ataque al presupuesto de cultura, es difícil saber si el verdadero blanco de la motosierra es el gasto o el contenido: cuadros como el magnífico Marie l’acrobate de Léger, el cubismo luminoso del argentino Emilio Pettorari, el realismo proletario de Antoni Berni, las s·tiras antimilitares del exiliado Antonio Seguí. Son obras maestras para los directores del museo, pero para la derecha de Milei, vehículos del llamado “marxismo cultural”, un peligro para el susceptible público general.
“Antes, los recortes neoliberales fueron diseñados con criterios técnicos. Ahora hay una ideología detr·s”, dice el sociólogo Ezequiel Ipa. Según los gurús de la nueva derecha extrema argentina –jóvenes filósofos ultraconservadores como Agustín La
je, o ¡lvaro Zicarelli– el progresismo se ha ido apoderando del mundo cultural desde la industria de cine, los museos, las galerías de arte contempor·neo, las bibliotecas, las universidades, los colegios, todas las instituciones de cultura y enseñanza.
La izquierda “ya no pretende expropiar a los medios de producción sino la cosmovisión del hombre”, resume Laje en un video de YouTube que denuncia un supuesto proceso de indoctrinación insidiosa contra los valores tradicionales de la familia heterosexual y la Iglesia católica. Curiosamente, la banda sonora es de Radiohead. A fin de cuentas, el mileísmo quiere ser parte de una subcultura de rebelión juvenil.
En su libro La batalla cultural, Laje se muestra nost·lgico por el orden sólido del rey divino y el Dios inapelable de la pre-Ilustración. “Incluso el arte y el pensamiento humanista y del renacimiento le preocupa”, dice Ezequiel. Durante la feria del libro esta semana en Buenos Aires, Laje presentó la nueva hagiografía sobre Milei coescrita por el homófobo Nicol·s M·rquez, titulada Milei, la revolución que vieron venir. Milei, en cambio, ha elegido el estadio Luna Park para presentar el 22 de este mes, su propio libro, un ataque frontal no solo contra el socialismo sino contra el neoclasicismo económico, que, hasta la fecha, ha sido la escuela preferida por los liberales y neoliberales. Boicotear la feria fue el golpe de efecto para justificar la retirada de financiación pública a tan importante evento por primera vez en la his
toria. A diferencia de filósofos como Laje, el economista Milei esconde la agenda ideológica detr·s de una cortina de ciencias económicas. Un buen ejemplo: el nuevo superministerio de llamado Capital Humano, que engulle a cultura y educación bajo la dirección de Sandra Pettrovello, periodista que hizo su doctorado en políticas familiares en la Universitat Internacional de Cataluña, del Opus Dei. En realidad, convertir la cultura en capital humano es un guiño de Milei a las teorías de gurús de la economía neoliberal, como Gary Becker, y Robert Lucas, de la escuela de Chicago.
La carga empezó en marzo con la decisión de recortar dr·sticamente el gasto y cesar a toda la plantilla –231 personas– del Instituto Nacional de Cine (INCAA). El segundo frente de la guerra cultural ha sido la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, una institución histórica, fundada en 1810 que incluye entre sus ex directores a Jorge Luis Borges. El Gobierno ha anunciado el congelamiento del presupuesto y cientos de despidos. Atacar a una institución dirigida en tiempos pasados por un icono conservador como Borges parece un paso arriesgado. Pero la biblioteca tiene centros de documentación dedicados a los pueblos originarios, la cultura afro, y los derechos humanos. Es decir, otro vehículo del marxismo cultural al que hay que dar batalla.
Las bibliotecas, al igual que las películas de gran proyección internacional como Argentina 1985, o las pinturas políticas de los setenta y ochenta, son obst·culos para el proyecto revisionista liderado por la vicepresidenta Victoria Villarruel. Su objetivo: blanquear los crímenes de los militares y establecer una equivalencia entre las víctimas de la dictadura y las de la guerrilla. En la batalla cultural contra un inexistente complot marxista, lo primero que hay que cambiar es el pasado.c