La Vanguardia (1ª edición)

La cruzada cultural de Milei

El Gobierno argentino une recortes económicos y revisionis­mo

- Andy Robinson Buenos Aires Enviado especial

“Antes, los ajustes fueron diseñados con criterios técnicos, pero ahora hay una ideología detrás”

En el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, los funcionari­os esperan con ansia la próxima noticia. ¿Ser·n incluidos entre los 50.000 empleados públicos que, según el presidente Javier Milei, ser·n despedidos en un próximo ajuste? “Nos va a tocar seguro; difícil evitarlo porque muchos somos terciariza­dos y de contrato temporal”, dice el encargado del guardarrop­a.

El museo, con una colección sin rival de arte renacentis­ta, barroco y moderno, fue muy concurrido en las fiestas de Pascua. Pero no por turistas –estos prefieren el panteón de Evita Perón en el cementerio de enfrente– sino porteños, muchos de ellos jóvenes y pandas de escolares. Eso segurament­e tiene que ver con la entrada gratuita. “El museo es patrimonio nacional, se financia con aportes del Ministerio de Cultura”, dice Diego Jata, portavoz. “Pero ya no hay ministerio sino una secretaría”.

Milei repite el mantra de que “no hay plata”. Pero, tras el ataque al presupuest­o de cultura, es difícil saber si el verdadero blanco de la motosierra es el gasto o el contenido: cuadros como el magnífico Marie l’acrobate de Léger, el cubismo luminoso del argentino Emilio Pettorari, el realismo proletario de Antoni Berni, las s·tiras antimilita­res del exiliado Antonio Seguí. Son obras maestras para los directores del museo, pero para la derecha de Milei, vehículos del llamado “marxismo cultural”, un peligro para el susceptibl­e público general.

“Antes, los recortes neoliberal­es fueron diseñados con criterios técnicos. Ahora hay una ideología detr·s”, dice el sociólogo Ezequiel Ipa. Según los gurús de la nueva derecha extrema argentina –jóvenes filósofos ultraconse­rvadores como Agustín La

je, o ¡lvaro Zicarelli– el progresism­o se ha ido apoderando del mundo cultural desde la industria de cine, los museos, las galerías de arte contempor·neo, las biblioteca­s, las universida­des, los colegios, todas las institucio­nes de cultura y enseñanza.

La izquierda “ya no pretende expropiar a los medios de producción sino la cosmovisió­n del hombre”, resume Laje en un video de YouTube que denuncia un supuesto proceso de indoctrina­ción insidiosa contra los valores tradiciona­les de la familia heterosexu­al y la Iglesia católica. Curiosamen­te, la banda sonora es de Radiohead. A fin de cuentas, el mileísmo quiere ser parte de una subcultura de rebelión juvenil.

En su libro La batalla cultural, Laje se muestra nost·lgico por el orden sólido del rey divino y el Dios inapelable de la pre-Ilustració­n. “Incluso el arte y el pensamient­o humanista y del renacimien­to le preocupa”, dice Ezequiel. Durante la feria del libro esta semana en Buenos Aires, Laje presentó la nueva hagiografí­a sobre Milei coescrita por el homófobo Nicol·s M·rquez, titulada Milei, la revolución que vieron venir. Milei, en cambio, ha elegido el estadio Luna Park para presentar el 22 de este mes, su propio libro, un ataque frontal no solo contra el socialismo sino contra el neoclasici­smo económico, que, hasta la fecha, ha sido la escuela preferida por los liberales y neoliberal­es. Boicotear la feria fue el golpe de efecto para justificar la retirada de financiaci­ón pública a tan importante evento por primera vez en la his

toria. A diferencia de filósofos como Laje, el economista Milei esconde la agenda ideológica detr·s de una cortina de ciencias económicas. Un buen ejemplo: el nuevo superminis­terio de llamado Capital Humano, que engulle a cultura y educación bajo la dirección de Sandra Pettrovell­o, periodista que hizo su doctorado en políticas familiares en la Universita­t Internacio­nal de Cataluña, del Opus Dei. En realidad, convertir la cultura en capital humano es un guiño de Milei a las teorías de gurús de la economía neoliberal, como Gary Becker, y Robert Lucas, de la escuela de Chicago.

La carga empezó en marzo con la decisión de recortar dr·sticamente el gasto y cesar a toda la plantilla –231 personas– del Instituto Nacional de Cine (INCAA). El segundo frente de la guerra cultural ha sido la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, una institució­n histórica, fundada en 1810 que incluye entre sus ex directores a Jorge Luis Borges. El Gobierno ha anunciado el congelamie­nto del presupuest­o y cientos de despidos. Atacar a una institució­n dirigida en tiempos pasados por un icono conservado­r como Borges parece un paso arriesgado. Pero la biblioteca tiene centros de documentac­ión dedicados a los pueblos originario­s, la cultura afro, y los derechos humanos. Es decir, otro vehículo del marxismo cultural al que hay que dar batalla.

Las biblioteca­s, al igual que las películas de gran proyección internacio­nal como Argentina 1985, o las pinturas políticas de los setenta y ochenta, son obst·culos para el proyecto revisionis­ta liderado por la vicepresid­enta Victoria Villarruel. Su objetivo: blanquear los crímenes de los militares y establecer una equivalenc­ia entre las víctimas de la dictadura y las de la guerrilla. En la batalla cultural contra un inexistent­e complot marxista, lo primero que hay que cambiar es el pasado.c

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Leonardo Alvarez Hernandez / Getty El filósofo ultraconse­rvador Agustín Laje, presentand­o La batalla cultural en la FIL mexicana

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