La Vanguardia (1ª edición)

ST, siglas que no defraudan

Ford vuelve a demostrar su reconocido buen hacer dinámico con un divertido B SUV que evidencia una deportivid­ad real

- Daniel Balcells

Ford es uno de esos escasos fabricante­s que logran trasladar a sus modelos un toque especial, una esencia común y compartida a lo largo de todo su cat·logo de productos que los hace reconocibl­es. En su caso, ese factor distintivo es la deportivid­ad. Son virtudes casi universale­s de todo vehículo del óvalo azul el dinamismo en la conducción y la agilidad de manejo. Pero ese peculiar sello din·mico en la puesta a punto alcanza su cota m·xima en las admiradas versiones ST, objeto de veneración por los entusiasta­s de la conducción m·s visceral y espirituos­a.

El Puma ST no tenía por qué ser menos, aunque trat·ndose de un SUV cabía la duda de si era real o sólo visual. Pues bien, tras conducirlo por algunas de las carreteras m·s sinuosas de la geografía catalana, es justo reconocer que ese espíritu deportivo sigue vivo y est· bien presente en esta versión.

Su apariencia se correspond­e con aquellos míticos compactos y subcompact­os picantes de la marca americana pero también su comportami­ento juguetón y la actitud traviesa y revoltosa propia de las siglas ST. El SUV del segmento B de Ford en su acabado m·s estimulant­e est· animado por una de las habituales soluciones de hibridació­n ligera. Se trata de un motor de tres cilindros y un litro de cubicaje con la conocida tecnología Ecoboost asistido por un motor eléctrico con batería de 48 V que proporcion­a 16 CV y 50 Nm de par adicionale­s. No parece mucha la aportación, pero se nota especialme­nte a la hora de ayudar al motor a entregar potencia a bajo y medio régimen y también para rebajar las exigencias energética­s en circulació­n sosegada.

El rendimient­o conjunto es de 170 CV y 248 Nm, unas cifras nada desdeñable­s para una combinació­n m·s bien austera, con una batería de capacidad modesta. Aunque lo mejor del Puma ST no es su motor, que proporcion­a un rendimient­o incuestion­ablemente eficaz, sino la puesta a punto de su chasis, muy bien afinado para desplegar una conducción r·pida, vibrante, decidida y resolutiva incluso en tramos de curvas cerradas. El resultado obtenido sobre el asfalto tras buscarle las cosquillas a este coche es brillante, con una sorprenden­te capacidad de agarre y tracción. El aplomo es en todo momento excelente –no se descoloca en las transicion­es de pesos, ni en las frenadas al límite– y su pisada es firme y convincent­e, siempre guiada por donde apunta su dirección, también con un tacto y precisión remarcable­s.

Su caja autom·tica de doble embrague y 7 relaciones Powershift reacciona también adecuadame­nte y solo cuando el régimen de giro es alto y se pretende forzar una reducción, hace lo que puede e ignora la voluntad del conductor para proteger la mec·nica, pero globalment­e su funcionami­ento es óptimo. Tampoco la sonoridad mec·nica desentona por ser un 3 cilindros, y el sistema de escape hasta regala algunos petardeos al ahuecar el acelerador.

En suma, una emocionant­e experienci­a al m·s puro estilo racing que queda refrendada adem·s por sus buenas credencial­es de eficiencia. Tras un recorrido de unos 200 km acreditamo­s 7,5 litros de media en circulació­n por autopista a velocidade­s siempre por debajo de las legales en modo Eco.

La media se dobló hasta los 15 litros en tramos de montaña en los que la demanda fue m·s que intensiva, casi extrema... Si bien, el cómputo global se estabilizó r·pidamente en torno a los 10 litros finalizado el exigente test de estrés en modo Sport.c

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