La voz fresca de las letras francesas
FLAMANTE GANADORA DEL PREMIO GONCOURT CON SU SEGUNDA NOVELA, ‘CHANSON DOUCE’, LA DURA PROSA DE LA ESCRITORA FRANCO-MARROQUÍ AIREA EL PANORAMA LITERARIO EN FRANCIA
Leïla Slimani se ha formado como politóloga, como periodista, como actriz, todo para descubrir lo que de verdad quería hacer: escribir. Nacida en Rabat (Marruecos) hace 35 años, Slimani es la nueva sensación literaria en Francia, con sólo dos novelas publicadas (ambas en Gallimard).
Esbelta, guapa y elocuente, separada y madre de una niña de cinco años, Leïla Slimani es muy requerida por los medios de comunicación franceses, y más desde que el pasado 3 de noviembre mereció el prestigioso premio Goncourt Étudiants, concedido por un jurado presidido por el célebre prescriptor literario Bernard Pivot a su segunda novela,
Chanson douce (fresca canción). Su obra literaria bebe de su conocimiento de las sociedades marroquí y francesa y de la psicología de sus gentes, como corresponde a su doble nacionalidad franco-marroquí. Hace gala de un estilo seco y conciso, de contenidos tremendistas y conmovedores por su crudeza. Su primera novela Dans les jardins de l’ogre (en los jardines del ogro), publicada hace dos años, narra la vida de Adèle, una chica adicta al sexo: cada mañana, cuando su marido sale a trabajar, ella sale en busca de amantes esporádicos y desconocidos. Se trata de una ninfomanía sin placer, descontado el que proporciona la conquista de hombres de paso, una pulsión teñida de desesperanza y de violenta frialdad. “El sexo tiene algo de triste”, ha declarado Slimani, cuyo dulce aspecto estudiantil dificulta identificarla con su protagonista, una mujer desnortada con la que ha querido expresar “ese sentimiento mágico de tocar con los dedos lo vil y lo obsceno, la perversión burguesa y la miseria humana”.
Esta aspereza choca con la dedicatoria: “A mis padres”. Para entenderla hay que saber que Slimani fue criada por sus padres en un hogar aislado de un Marruecos casi medieval: jamás se le impuso dogma indumentario alguno, ni ideológico ni religioso. Criada en el laicismo e imbuida de arte y literatura, se educó en francés (apenas habla árabe), y a los 18 años fue enviada a estudiar a París al Institute d’Études Politiques, gracias a los ahorros de sus padres. Su progenitor, Othmen Slimani (ya fallecido), natural de Fez, era un hombre de orígenes modestos que llegó a ser banquero y secretario de Estado para Asuntos Económicos, en los años setenta. Su madre, Béatrice-Najat, de ascendencia franco-alsaciana y de la que siempre habla con orgullo, “fue la primera mujer médico de Marruecos, y es la mujer más corajuda e insobornable que he conocido”. Tras leer la primera novela de su hija, le dijo: “Has escrito una Madame Bovary
X”. Preguntada por la prensa, la madre ha precisado: “No me compete juzgar su arte, para mí lo relevante es que mi hija esté cumpliendo su sueño: escribir”.
Un sueño en gran medida inspirado por la lectura de la obra de Stefan Zweig, además de la literatura clásica francesa. Leïla Slimani hizo sus primeras letras como periodista, después de abandonar sus clases de interpretación y de estudiar en la ESCP Europe Médias. Fue redactora en el diario
L’Express y en el semanario Jeune Afrique, donde descubrió que “el periodismo es duro y muy cronófago, nunca es suficiente lo mucho que trabajes... y se envejece mal”. Constatada esta verdad, Slimani decidió dejar el periodismo para dedicarse a la ficción literaria. Su segunda y premiada novela,
Chanson douce, recién publicada, relata el asesinato de dos niños pequeños por su enfermera. El drama radiografía las relaciones de clase entre una familia bobo (bohemio-burguesa) parisina, revestida de nobles intenciones, y la citada enfermera, Louise, entregada, discreta y voluntariosa... pero de fondo muy sombrío.
Slimani es la quinta mujer en ganar el premio Goncourt, con su escritura directa y concisa. Enarbola también la bandera de los derechos civiles de los marroquíes, indignada por las humillaciones y abusos que padecen, sobre todo enfurecida por el reciente arresto de dos jóvenes muchachas que no han querido ocultar su homosexualidad, penada en Marruecos con seis meses y hasta tres años de prisión. “Es hora de que la gente se rebele y se sacuda esta lápida de plomo”, ha declarado Slimani. “Es una cuestión de dignidad, de derechos humanos, de libertad sexual, de soberanía de la mujer sobre su propio cuerpo: se trata de concebir a una mujer que no sea de nadie, que no sea ni una madre, ni una hermana, ni una esposa, sino una mujer, ¡un individuo completo por sí mismo!” Así sea.