La Vanguardia (1ª edición)

“¿Sabe?, no tengo televisión”

Jacinto, que fue mejor futbolista mundial infantil, distribuye el tiempo en libros y niños

- Sergio Heredia

“Yo no tengo que ser ejemplo para nadie”

Álvaro Arbeloa –Apunté la cita de Arbeloa en mi blog: Cruzadosro­tos.wordpress.com, se llama. –¿Por qué la escribió? –Lo de Arbeloa es de una inconscien­cia... Pretende aislarse de la sociedad. Cuando eres un futbolista, representa­s el sueño de millones de niños. No puedes ir tirando papeles por la calle. Eres un ejemplo, te tienes que aguantar. Te haces rico a cambio de algo. Por eso te haces rico, porque te van a juzgar. Es de sentido común. Pero a muchos, como a Arbeloa, no les entra en la cabeza.

Jacinto Elá es educador social. Nos hemos citado a la puerta de su escuela, Poble-sec. Los niños pasan y le saludan. Le vocean: –¡Jacinto! Jacinto Elá les responde diciéndole­s su nombre.

Algunos le pican de manos. Otros le ofrecen sus patatas chips.

–Gracias, gracias –contesta él, llevándose un puñado a la boca.

Luego nos sentamos en un café. Jacinto Elá tiene tiempo. Esther, su mujer, irá a recoger a Kanaan, su hijo de tres años.

–Yo sé lo que es comer natillas y leche de la Cruz Roja –me dice.

Me cuenta su historia. Tenía once meses cuando la familia salía de Guinea Ecuatorial para instalarse en Fuertevent­ura. –Mi padre era legionario español. –¿Un novio de la muerte...? –Cuando yo tenía siete años, mis padres se separaron. Mi padre, Jacinto, se quedó en las Canarias. Mi madre, Maite, nos trajo a Barcelona. A mí y a mis dos hermanos. Nos instalamos en Sants. –¿En qué trabajaba ella? –Poca broma. Limpiaba, camarera... Cambiábamo­s de piso cada dos años. Luego montó un locutorio.

Jacinto entró en el fútbol a los ocho años. Uno de sus tíos era entrenador. Se lo llevó al fútbol para que no estuviera en la calle.

–¿El típico niño que llevaba la pelota pegada al pie?

–Qué va. Nunca había tocado un balón. Lo que yo hacía era subirme a un andamio y lanzarme a dar volteretas en el aire. –Eso no es fútbol. –Pero me dio una fuerza tremenda. En el campo, saltaba arriba y me elevaba un metro.

Llegó al Espanyol, y como infantil vivió tiempos fabulosos. En 1996, en un torneo organizado por Nike, le declararon el mejor jugador infantil del mundo.

–No me lo creía. Albert Crusat era mejor que yo: podía darle cien o doscientos toques al balón sin que tocara el suelo. –¿Entonces? –Yo tenía empuje, carácter. Ganamos la final al Borussia Dortmund. Marqué en el partido decisivo. Luego me costó encontrar mi identidad.

Insiste en que los futbolista­s jóvenes tienen referentes. En que buscan modelos y se realizan a partir de ellos.

–Yo me comparaba con Weah, Kanu o Henry. Me equivocaba. Aquellos eran futbolista­s altos, de zancada larga. Yo era más tipo Pedro. Para cuando me di cuenta, ya me había retirado.

Con su primer sueldo, le compró una casa a su madre. –Como los futbolista­s pobres. Tuvo una carrera repleta de altibajos. Dejó de divertirse al fichar por el Southampto­n. Se rompió la rodilla en el Hércules B, cuando mejor estaba jugando. –¿Triada? –Triada. Pero no me quedan secuelas. No me acuerdo de qué rodilla me rompí.

Alavés B, con Piterman. Cinco meses sin cobrar. Y con la hipoteca a cuestas. Probó con el Numancia, el Racing, el Watford, el Dundee. Pasó por l’Hospitalet.

–Me ofrecían 950 euros. Les dije que por ese dinero me iba a trabajar en un Zara...

La Gramenet. El Logroñés. Más meses sin cobrar.

–Cada lunes pasaba por el cajero, a ver si entraba algo.

A los 26 años dijo que basta. Llevaba toda la carrera en el escalón inferior. Había acumulado material suficiente. Con aquella experienci­a gestó uno de los cuatro libros que escribe ahora: Diario de

un futbolista pobre. –¿Cuatro libros? –Con el fútbol no gané dinero, pero acumulé experienci­as. Y tenía inquietude­s.

Devoraba libros de autoayuda. De filosofía. Manuales para las entrevista­s profesiona­les.

–Me encantaba jugar con el entrevista­dor. Estudiar el lenguaje corporal...

Fue asistente en trenes de largo recorrido. Trabajó en una tienda de informátic­a. Tuvo la oportunida­d de entrar en un colegio. Primero fue mediador en el Milà i Fontanals, en el Raval. Ahora lleva siete años en el Poble-sec. –¿Cuatro libros? –insisto. –¿Sabe? No tengo televisión. No me distraigo. Me acostumbré en Inglaterra. Con mi ordenador, escribía y grababa canciones de hip hop. Además, la televisión condiciona el salón. Todo da vueltas a su alrededor.

Esta semana lanzaba Fútbol B. Está a la venta en Amazon: un manual para manejarse en el otro fútbol. –Como las series B. Detrás vienen dos novelas. “Murakami escribió la primera con 33 años. Hoy, con 66, es uno de los escritores más leídos”, cuenta en su blog.

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DAVID AIROB Jacinto Elá juega al fútbol con sus alumnos de la escuela Poble-sec
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