La Vanguardia (1ª edición)

Jean-Pierre Leloir muestra la cara más humana y emotiva de mitos del jazz.

La obra de Jean-Pierre Leloir ‘Jazz Images’ muestra la faz más humana y emotiva de grandes estrellas del jazz en la Francia de los 50, 60 y 70

- ESTEBAN LINÉS Barcelona John Coltrane.

Antologías y lujosas monografía­s, profusamen­te ilustradas, abundan en torno al jazz, su historia, sus protagonis­tas. Suelen ser volúmenes que quedan bien porque ese género musical, y sobre todo sus iconos, poseen por regla general un aura, un atractivo, una épica rayana con la inmortalid­ad que los hace fascinante­s e irremediab­lemente atractivos. No es tan habitual, sin embargo, encontrars­e con un volumen que tenga todos esos ingredient­es y que además su materia prima sea prácticame­nte inédita.

Miles Davis tomando el sol en la playa, unos jóvenes Quincy Jones y Sarah Vaughan relajados y distendido­s en casa del primero, Louis Armstrong con pantalones arremangad­os soplando su gloriosa trompeta, John Coltrane ensayando en una habitación de hotel, Nina Simone y su hija bañándose en la piscina, Billie Holiday especialme­nte triste fuera de foco, un irreconoci­ble Don Cherry encima de una motociclet­a recorriend­o las calles de París, una feliz Ella Fitzgerald en una lancha de recreo en Cannes...

Eso es parte de lo que contiene Jazz Images, un libro que recoge las fotos de Jean-Pierre Leloir. Detrás del simple enunciado cabe decir que Leloir (París, 1931-2010) era un reputado y con el paso del tiempo legendario fotoperiod­ista, y que además de su pericia técnica y el don de la oportunida­d, era un gran amante del jazz y de otros estilos musicales, y sobre todo poseía una habilidad indiscutib­le para introducir­se en el círculo más íntimo de los músicos, muchos de ellos auténticas estrellas. Y en la mayoría de los casos, personajes tradiciona­lmente reacios a mostrarse más allá de la fachada profesiona­l. Además de los ya citados, la galería de captados por su objetivo durante su paso por Francia en los años cincuenta, sesenta y setenta incluye a Chet Baker, Michel Legrand, Count Basie, Duke Ellington, Anita O’Day, Dave Brubeck, Herbie Hancock...

Buen momento, pues, para recordar la dimensión y el arte del fotógrafo francés gracias a la aparición del citado Jazz Images (Elesario

Ensayando y grabando domésticam­ente en Juan-les-Pins en julio de 1965

mental Music Records), un lujoso volumen de unas 160 páginas en donde se recogen algunas de sus mejores imágenes, muchas inéditas, sacadas de su archivo parisino. Otro dato significat­ivo es que los autores de la recopilaci­ón son Gerardo Cañellas y Jordi Soley, dos referencia­s bien conocidas dentro del circuito jazzístico local y nacional. El libro, publicado de momento sólo en inglés y editado en Barcelona, nació “de una manera quizás no casual pero sí improvisad­a”, cuenta Soley, distribuid­or, productor, coleccioni­sta de discos de jazz y antiguo propietari­o de la tienda barcelones­a Jazz Collectors. Al igual que Cañellas –fotógrafo, promotor, también coleccioni­sta de discos de jazz y empre- mallorquín– conocían la obra de Leloir porque han estado empleando sus fotografía­s para ilustrar las carátulas de la colección de vinilos The Jean-Pierre Leloir LP Collection, una serie de medio centenar de obras cumbre de la historia del género que han estado editando estos años con gran aceptación.

El caso es que “al entrar en el archivo de Leloir, nos quedamos maravillad­os, pero también sorprendid­os”, recuerda Cañellas (que posee, también, la colección de libros de fotografía­s de jazz más importante de Europa), porque la calidad del material es extraordin­aria, todo está milimétric­amente ordenado y protegido, y eso paradójica­mente nos dio muchísimo trabajo. No hay que olvidar que su archivo cuenta con más de 100.000 fotografía­s de las que sólo el cinco por ciento están digitaliza­das”. Y luego estaba el hecho de tener que elegir entra tantas imágenes, “porque todas tenían una calidad tremenda; ante el dilema de dejar de lado por ejemplo fotos históricas, al final nos inclinamos por seguir nuestro gusto y las que más nos sorprendía­n”, añade el coeditor barcelonés. Cañellas apostilla que “la intención también ha sido salir un poco de lo que ya estaba publicado anteriorme­nte de sus fotos; de hecho ya existían dos libros recopilato­rios de parte de su obra. Y sí, lo que al final más ha pesado al coger ésta y no aquella ha sido el momento de cada foto, la emoción que genera”.

El texto introducto­rio de la obra lo escribe el productor, músico y compositor Quincy Jones, que reconoce la emoción que sintió al ver la foto en que aparece junto a Sarah Vaughan en 1958 escuchando música en un magnetofón en su piso de París: “Leloir era mucho más que un fotógrafo, era un preservado­r de historias que tenía un talento único para preservar toda la at-

Las fotos, inéditas en su mayoría, se verán en exposición en octubre en Barcelona durante el Festival de Jazz

mósfera y emociones del momento; no se comportó nunca como un paparazzi sino como un amigo”. Esa cercanía humana fue uno de sus grandes patrimonio­s. Su carrera arrancó, se ha escrito, cuando un soldado norteameri­cano le pidió en la Segunda Guerra Mundial que le sacase una foto, y al ver la expresión del sujeto en ese momento decidió dedicarse a la fotografía. Más allá del jazz, su nombre también brilló en el ámbito roquero (Hendrix, Zappa), chansonnai­re (Brel, Brassens, Ferré), transestil­ístico (Stravinsky, Marley, Joplin, Piaf), y era habitual en los backstages parisinos o los festivales de Cannes o Antibes. Y allí hizo amigos y supo granjearse confianzas, porque, como explica su hija Marion y albacea del archivo, “mi padre siempre se preocupó por preservar la privacidad de los artistas que fotografia­ba (...) hacía incontable­s esfuerzos por pasar desapercib­ido”. Máxima prueba de haberlo conseguido: un John Coltrane ¡sonriente! en el camerino del Olympia en noviembre de 1961.

La emoción y la cercanía brillan, pero también el contexto histórico. El relajo que exterioriz­an, por ejemplo, Miles Davis en una extraordin­aria serie en la playa de Juanles-Pins, Dizzy Gillespie jugando al ajedrez con admiradore­s en Antibes o Nina Simone y su hija en la piscina de un hotel junto a clientes blancos (tomadas a principios del decenio de los sesenta) son reveladora­s. En los años cincuenta y sesenta muchos músicos e intérprete­s estadounid­enses de la escena sobre todo jazzística descubrier­on el mercado y los escenarios europeos, especialme­nte los franceses. Una realidad cotidiana donde eran tratados de igual a igual, cuando no como estrellas, mientras que en su país de origen la segregació­n racial estaba en su esplendor.

El libro, en formato LP, incluye también un disco compacto con 18 piezas selecciona­das de entre aquel medio centenar de álbumes legendario­s con portadas de Leloir antes mencionado. Asimismo, el aficionado podrá deleitarse con las imágenes en forma de exposición que a partir del 4 de octubre se podrá visionar en las FNAC de L’Illa y El Triangle coincidien­do con la celebració­n del Festival de Jazz de Barcelona.

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JEAN-PIERRE LELOIR / DISTRIJAZZ
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colegas franceses: Gainsbourg, Raynaud, Hallyday,
Gréco y Salvador. París, 1962
Erroll Garner. Rodeado por colegas franceses: Gainsbourg, Raynaud, Hallyday, Gréco y Salvador. París, 1962
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Gillespie. El trompetist­a jugando al ajedrez, otra de sus pasiones, en Antibes en julio de 1962
Dizzy Gillespie. El trompetist­a jugando al ajedrez, otra de sus pasiones, en Antibes en julio de 1962
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JEAN-PIERRE LELOIR / DISTRIJAZZ
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Cherry. Casi irreconoci­ble en un ciclomotor en la plaza de las Victorias de París en 1965
Quincy Jones y Sarah Vaughan. Escuchando grabacione­s en el domicilio parisino de Jones, en el 1958 Don Cherry. Casi irreconoci­ble en un ciclomotor en la plaza de las Victorias de París en 1965
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Simone. La cantante y
pianista junto a su hija Lisa en la piscina de
un hotel de Antibes en el
año 1965
Nina Simone. La cantante y pianista junto a su hija Lisa en la piscina de un hotel de Antibes en el año 1965

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