Kelly afronta la misión imposible
El nuevo jefe de gabinete de Trump se enfrenta al reto de pacificar el ala oeste y poner sentido común en la Casa Blanca
Las puertas de la Sala Oval se han cerrado. Ese es uno de los indicios de que alguien diferente está al frente del gabinete de Donald Trump. Hasta ahora, según cuentan, por allí pasaba cualquiera y metía las narices en la sala de máquinas del poder mundial.
El general John Kelly, de 67 años y veterano de la guerra de Irak, se ha propuesto poner firmes al equipo del presidente en su recién estrenada condición de jefe del Ejecutivo. Su desembarco resultó de impacto. Tomó posesión el lunes y de inmediato abrió la esperanza al sentido común, tan huérfano en esta Casa Blanca.
Hacía diez días que había sido nombrado Anthony Scaramucci, el “mini Trump” por su estilo mimético, como director del Departamento de Comunicación.
Al margen de sus declaraciones insultantes contra Reince Priebus, el predecesor del general en el cargo, y Steve Bannon, el asesor presidencial, a Kelly le sentó como un tiro la afirmación de Scaramucci de que sólo rendía cuentas a Trump. Así que el nuevo mando en plaza se cuadró. Le dijo al presidente que si lo quería a él, debía echar al “fanático” Scaramucci. Trump, desbordado por el desastre, pese a su lenguaje bombástico, no tuvo más remedio que tragar.
Tras ese bombazo, la portavoz Sarah Huckabee Sanders aseguró que todos, sin excepción, debían comunicar con Kelly. Ahí se incluye a consejeros tan singulares como la hija, Ivanka Trump, y su marido, Jared Kushner.
Leon Panetta, que siendo secretario de Defensa le nombró su ayudante militar en jefe, aseguró que, al saber que había aceptado el puesto, recomendó al general que se comprará una botella gigante de whisky escocés. La misión que encara, y no es un pensamiento único de Panetta, ofrece la perspectiva y el augurio de una misión imposible. De momento, Kelly ha dicho a sus colaboradores que él no está ahí para “educar” al presidente. Una de las circunstancias que condenó a Priebus fue su intento –absurdo– de convertir a Trump en un presidente algo más convencional.
El general no pretende cambiar sus hábitos televisivos ni someterlo a una cura de su adicción al
Frente a la presión ultranacionalista, Trump da su apoyo al consejero McMaster, protegido por Kelly Al saber que aceptaba, su ex jefe militar, Leon Panetta, le aconsejó comprarse una botella gigante de whisky
tuiteo. Su disciplina se centrará en tratar de reestablecer la paz entre las fracciones del ala oeste, cerrar la brecha de las filtraciones –su primera semana, en este sentido, ha sido un desastre–, imponer orden en las decisiones políticas y “oscurecer” las investigaciones sobre el Rusiagate.
A efectos prácticos, sostienen diversos medios, eso se ha notado en que Kelly ha participado en las conversaciones del presidente y en el refuerzo del colega de armas, H.R. McMaster, consejero de Seguridad Nacional, que ha recibido el apoyo para desmantelar lo que quedaba del equipo de teóricos de la conspiración que montó el caído Michael Flynn.
La influencia de Kelly se evidencia con McMaster. En el punto de mira de los ultranacionalistas, incluso se dijo que el presidente se planteaba mandarlo como jefe a Afganistán para sacarlo de en medio, pero Trump emitió un comunicado la noche del viernes para cerrar, por ahora, las especulaciones: “El general McMaster y yo trabajamos muy bien juntos. Es un buen hombre y es pro Israel. Agradezco que siga prestando servicio al país”.
Pero al margen del indomable Trump, la gran duda es si Kelly conseguirá domar a la familia o si su poder se verá dinamitado en cuanto la hija o el yerno se sientan contrariados por el invitado.