El amor está detrás de las cámaras
Los productores de ‘Juego de tronos’ o ‘Revenge’ hicieron de celestinas inesperadas
Los actores ya pueden explicar una y otra vez que no se debe confundir realidad y ficción. Pero romances míticos como el de Elizabeth Taylor y Richard Burton, otros tan mediáticos como el finiquitado matrimonio entre Brad Pitt y Angelina Jolie, o el extenso currículo sexual de Warren Beatty son claros ejemplos de la chispa que puede aparecer mientras se rueda delante de las cámaras. ¿Y qué es tan o más intenso que el rodaje de una película? El de una serie de televisión.
En Juego de tronos tenían la costumbre de rodar en Islandia para dar verosimilitud al frío que requería el universo del escritor George R.R. Martin. El personaje de Jon Nieve tenía que infiltrarse entre los salvajes que vivían más allá del muro que servía de frontera entre la civilización y la anarquía más salvaje, y donde residía una guerrera llamada Ygritte. Los dos personajes se daban placer en cuevas mientras los actores Kit Harington y Rose Leslie intimaban cada vez más fuera del plató.
Desmintieron los rumores para que sus vidas profesionales no se vieran eclipsadas por sus vidas amorosas, incluso después de la marcha de Leslie de la serie por razones argumentales, pero en el 2016 dejaron de ocultar lo evidente y aparecieron juntos en la alfombra roja de los premios teatrales Olivier en Londres. Dicen no estar planeando una boda en Escocia, la tierra natal de Leslie, como informan los tabloides británicos, pero Harington sí ha reconocido en una entrevista con la revista Esquire que están buscando piso juntos en Manhattan, donde la actriz rueda
The good fight.
Otra relación que tuvo una versión mucho más amable en la vida real es la de Emily Van Camp y Josh Bowman de Revenge. Como Emily Thorne y Daniel Grayson, se casaron y él fue feliz hasta que descubrió que su mujer sólo quería destrozar la vida de sus padres por arruinarle la infancia. Después las cosas se torcieron, él le pegó un tiro en la barriga y le dedicó una de las frases más duras que se hayan escuchado en un culebrón estadou--
nidense: “Esterilizarte fue mi regalo al universo”. Pero detrás de las cámaras el romance sí era real y se prometieron este mes de mayo.
No es la primera vez que Van Camp encontraba novio en un rodaje: estuvo con Chris Pratt tras ser hermanos en Everwood y con Dave Annable tras ser pareja en Cinco
hermanos. Bowman, en cambio, se hizo famoso por sus aventuras antes de ser un actor de éxito. Era el desconocido joven que enamoró a la difunta Amy Winehouse en su estancia en el Caribe en el 2009 y que después mantuvo una breve relación con Miley Cyrus.
Entre las historias que siguen en pie están la de Téa Leoni y Tim Daly, marido y mujer en Madam secretary; Ginnifer Goodwin y Josh Dallas, Blancanieves y Príncipe Encantador en Érase una vez, tienen dos hijos desde que se conocieron en el 2011; Anna Paquin y Stephen Moyer han tenido mellizos desde que él le chupó la sangre en True blood; Vincent Kartheiser y Alexis Bledel, más conocida como una de Las chicas Gilmore, mantuvieron una ficticia relación extramatrimonial en Mad men y el equipo se dio cuenta rápidamente de su química detrás de las cámaras (“Sabía desde el principio que le gustaba. Estaba muy a favor de esa unión”, confesó Jon Hamm al portal Vulture); y la otra Gilmore, Lauren Graham, también se enamoró trabajando al lado de Peter Krause en Parenthood, donde eran hermanos.
Y, mientras en Hollywood se hacen a la idea que Naomi Watts ha pasado página desde su separación de Liev Schreiber y ahora se pasea de la mano con Billy Crudup, con el que interpretaba un matrimonio turbio en el drama Gypsy, por estos lares también surge el amor entre lecturas de guion. Úrsula Corberó y Chino Darín incendian las redes sociales y las alfombras rojas desde que participaron en la fallida La
embajada y ahora les disputan la atención Yon González y Ángela Cremonte. Mostraron su sintonía este pasado mes de julio en el Barcelona Beach Festival, totalmente ausente en Las chicas del cable, donde tienen un matrimonio miserable marcado por la desconfianza y las amenazas de suicidio.