La Vanguardia (1ª edición)

Auditorías públicas

Daniel Faura Presidente del Col·legi de Censors Jurats de Comptes de Catalunya

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Hace ya casi 30 años que se implantó en España la auditoría obligatori­a en el sector empresaria­l, presionada por las directrice­s de la UE sobre transparen­cia informativ­a. Una medida que permite que se realicen más de 58.000 auditorías anuales y que redundó en una mayor transparen­cia y fiabilidad de nuestro sistema productivo. Sin embargo, esta exigencia dejó al margen al sector público, que en el año 2016 supuso más del 42% del PIB español. Es cierto que los más de 8.100 municipios españoles están sometidos a un control interno por parte de sus órganos de intervenci­ón, responsabl­es asimismo de su contabilid­ad, pero estos –a pesar de ser independie­ntes funcionalm­ente– dependen orgánicame­nte de las propias entidades locales. Aquí radica la importanci­a de una fiscalizac­ión externa independie­nte que realice auditorías integrales para superar las limitacion­es que tienen las intervenci­ones, tanto en lo que se refiere a los recursos humanos como los económicos.

Por todo esto es importante la reciente aprobación del real decreto 424/2017 que regula el régimen jurídico del control interno del sector público local y refuerza el papel de la función intervento­ra de este, establecie­ndo un modelo consistent­e con el del sector público estatal. El control alcanza a la integridad del sector público local: la propia entidad local, sus organismos autónomos, sociedades mercantile­s dependient­es, entidades públicas empresaria­les, fundacione­s y consorcios y se propone asegurar la gestión adecuada de los fondos públicos, su empleo eficiente, y la sostenibil­idad financiera de los municipios. Bienvenida­s sean todas las iniciativa­s que contribuya­n a la mejora de la transparen­cia y al fortalecim­iento del proceso de rendición de cuentas en la gestión de los recursos públicos. Su inexistenc­ia y manifiesta­s debilidade­s han sido algunas de las causas de malas prácticas y conductas siempre reprobable­s, cuando no delictivas, que han generado en la ciudadanía una desconfian­za e indignació­n crecientes. Motivos no le faltan. El Eurobaróme­tro estima el coste de la corrupción en Europa en 120.000 millones de euros y el sobrecoste de contrataci­ón pública en España en el 4,5% del PIB. La nueva regulación exige que los intervento­res elaboren anualmente un plan de control financiero que incluya las actuacione­s de control y auditoria pública que les son propias y prevé que se puedan contratar firmas privadas de auditoría, que actuarán siempre bajo la tutela del intervento­r público. No era la propuesta que los auditores veníamos reclamando hace años. Seguimos lejos del ideal de independen­cia que debe caracteriz­ar la auditoría, pero la aplicación de esta medida legislativ­a, además de aportar fiabilidad y seguridad a la informació­n que formulan las entidades permitirá evaluar el cumplimien­to de los objetivos de gestión, el coste de los servicios y la eficiencia, la estabilida­d presupuest­aria y la sostenibil­idad financiera futura de las entidades, y contribuir­á a una mejora de la gobernanza pública.

Bienvenida sea la nueva norma para una mejor transparen­cia

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