Catalunya exige cuotas de menores inmigrantes
Generalitat y Consistorio piden al Gobierno mayor implicación para paliar la emergencia social y la saturación de los centros de acogida
Las administraciones catalanas piden al Estado que se implique para paliar los efectos de la llegada masiva de menores inmigrantes que está saturando los centros de acogida. La evidencia son los adolescentes que duermen cada noche en el suelo del Instituto Forense, habilitado como albergue de urgencia. Catalunya hace una llamada de auxilio ante un incesante flujo migratorio que desborda la capacidad de atención individualizada que el sistema de protección brinda a los menores extranjeros no acompañados, los conocidos como menas.
La dirección general de Atenció a la Infància (DGAIA), el Ayuntamiento de Barcelona y el Consorci de Serveis Socials –participado por ambas administraciones– han enviado un informe a la subdelegación del Gobierno para que tome “medidas excepcionales” y, si cabe, fije un sistema de cuotas que distribuya a los menores entre centros de acogida de todas las autonomías para que un reparto más equilibrado permita garantizar la atención que merecen estos jóvenes.
Los profesionales que tratan a los menas perciben un gran descontrol entre comunidades. Muchos de los menores que llegan solos a Catalunya provienen de Andalucía, la comunidad más saturada, y en algunos casos aseguran que profesionales de los centros de acogida les pagan billetes de autocar hacia Barcelona.
El trayecto de los menores se hace sin ninguna supervisión y dejados a su suerte. Los técnicos tampoco entienden la causa que impulsa este fuerte corriente migratoria desde Marruecos, puesto que no hay ningún estudio. “La situación debería abordarse a nivel diplomático entre países”, asegura Laia Ortiz, teniente de alcalde de Derechos Sociales de Barcelona, que lamenta que las administraciones tienen que asumir el fenómeno ante la dejadez del Gobierno.
Además, la capital catalana es especialmente atractiva para los jóvenes, que la consideran una tierra de oportunidades, según avisa Marina Mañas, responsable del servicio de detección y intervención de menas en Barcelona. “Hay que trabajar en origen para darles un baño de realidad”, asegura, que aplaque los sueños de que tendrán un trabajo y un coche tan pronto como pisen suelo español.
Los que se embarcan en su aventura tienen garantizados la protección de los servicios sociales, que enfocan su situación con un itinerario personalizado, pero que se ve lastrado por la actual saturación. Los menas rondan los 16 años y desembarcan en Barcelona como última parada de un camino que se inicia en patera o escondidos en un camión hasta llegar a España. Muchos de ellos cuando entran en la mayoría de edad vuelven a quedar desamparados y pasan a ser irregulares. Las administraciones catalanas piden procesos de regularización para que estas personas puedan finalizar sus proyectos de inserción.
Barcelona es un polo de atracción de estos jóvenes, que la consideran una tierra de oportunidades