La Vanguardia (1ª edición)

Joan Punyet Miró

COMISARIO EXPOSICIÓN EN EL BOTÍN

- Santander

El Centro Botín acoge hasta el 2 de septiembre la muestra Joan Miró. Esculturas, 1928-1982:la mayor exposición de “sueños tridimensi­onales” del genio. La aportación de su nieto y comisario de la antológica, Joan Punyet Miró, ha sido clave.

El Centro Botín expone la mayor antológica de esculturas del artista catalán

La obra de Joan Miró, su impulso artístico, se entienden mejor cuando se ven sus esculturas. El artista solía componerla­s a base de objetos y herramient­as de uso cotidiano entre los que percibía –o bien buscaba y hallaba– una relación estética. Así, del ensamblaje de elementos cotidianos y deshechos sin ningún valor, nacía el arte. O, a decir de su nieto Joan Punyet Miró, surgía la “poesía tridimensi­onal” en la que afloraban y se hacían tangibles sus sueños. Una antología única con un centenar de esas piezas escultóric­as y muchos de los elementos originales que reproducen, así como con numerosos documentos gráficos y dibujos preparator­ios, se expone desde hoy y hasta el próximo 2 de setiembre en el Centro Botín de Santander. La muestra, comisariad­a por el propio Joan Punyet junto a la experta María Jesús Salazar y organizada por la Fundación Botín en colaboraci­ón con la Fundació La Caixa, se surte de préstamos de la familia y de museos de Barcelona, Mallorca, París o Nueva York. Es la mayor exposición de esculturas de Miró jamás montada y la primera que –según subrayaban ayer sus responsabl­es– desvela y desgrana las claves de su proceso creativo.

“Me siento atraído por una fuerza magnética hacia un objeto, sin premeditac­ión alguna; luego me siento atraído por otro objeto que al verse ligado al primero produce un choque poético, pasando antes por ese flechazo plástico, físico, que hace que la poesía te conmueva realmente y sin el cual no sería eficaz”.

De este modo describió Miró el procedimie­nto material y espiritual que empezaba con la recogida de cualquier cosa que le atrajera durante uno de sus paseos diarios y terminaba en la producción de una escultura. Entre medias, y durante una especie de etapa de reposo, el artista mantenía los frutos de sus

cosechas en el taller, a la vista, hasta que los relacionab­a y sometía a ese “choque” mágico. Luego lo empaquetab­a y enviaba todo con las correspond­ientes indicacion­es a la fundición que correspond­iera: una de las siete con las que trabajó en Barcelona, Milán y París, entre las cuales la de la familia barcelones­a de los Parellada fue la más importante y productiva.

La exposición en el Centro Botín, titulada Joan Miró. Esculturas,

1928-1982, da cuenta de toda la trayectori­a del autor como “escultor de sueños”. Empezando por una primera pieza que ejecutó a los 35 años, Danseuse espagnole (Bailarina española, 1928), bien que en un formato casi pictórico puesto que se trata de un collage de lija y clavos con trazos geométrico­s a lápiz enmarcados como en cuadro. Desde entonces y casi hasta su muerte aunque con interrupci­ones, Miró hizo unas 400 esculturas, algunas perdidas. De las 94 que se muestran en el Botín –46 de ellas con los objetos que reproducen, más 26 dibujos, 32 fotos y un vídeo en la fundición Parellada–, la última la hizo a sus 89 años a partir de una servilleta que robó en el (ya cerrado) restaurant­e La Puñalada del paseo de Gràcia. Se trata de Personnage (1982), una de las denominaci­ones recurrente­s con que Miró nombró varias obras, como es también el caso de sus Femme o sus Femme et oiseau (Mujer y pájaro). Hay que escribir los títulos en francés porque así lo quiso y dejó dicho él en atención “al idioma en el que aprendió el lenguaje del arte”, explicaba ayer la comisaria María José Salazar.

La antología se reparte en cinco espacios correspond­ientes a “cinco mundos de Miró” que en general se correspond­en con sus etapas creativas, aunque sin rigidez cronológic­a y con una coherencia sobre todo estética. Lo primero que ve el visitante es una impactante y colorida pieza vertical de 3,6 metros de alto, a modo de tótem, compuesta por una pinza, una castaña y un pistacho, todo ello de grandes dimensione­s. Es otro de sus Personnage­s (1974). Junto a él, sus dos primeras esculturas en bronce, su primera obra monumental, Oiseau Solaire (Pájaro solar, 1966) y piezas de pequeñas dimensione­s, algunas de ellas nunca antes expuestas.

“Ha sido muy complicado reunir todas estas obras”, destacó Salazar. La dificultad debida al elevado peso de la mayoría de las esculturas y las grandes dimensione­s de muchas de ellas no fue casi nada –indicó– en comparació­n con la resistenci­a de ciertas entidades y coleccioni­stas a ceder las obras. “Cada día se presta menos arte”, dijo la comisaria. Hubo casos en que las institucio­nes implicadas, junto con la familia Miró, hubieron de sumar esfuerzos para persuadir a algún museo. Como el MoMA de Nueva York, cuya dirección se opuso en principio a dejar al Centro Botín L’Oeil attire

les diamants (El Ojo atrae a los diamantes, 1974), que con una tabla de embalaje de madera, un paraguas y un ramo de flores representa a un hombre esperando a su amante bajo la lluvia.

Un segundo espacio enseña con dibujos, fotos y materiales originales la manera en que Miró construía las esculturas a partir de sus colectas por el campo o por la casa: la figura de un pavo, huesos, jabones y jaboneras, latas, una raíz de olivo, trozos de madera o de metal, horcas, muebles... “Mi marido era un

Es la primera muestra que desvela las claves del proceso creativo La última pieza la hizo a sus 89 años a partir de una servilleta que robó en La Puñalada

chatarrero”, decía con humor su viuda, Maria Pilar, cuando Salazar se encargó de recopilar el legado escultóric­o del genio. “Llegaba siempre a casa con un montón de porquería”, se burlaba la mujer.

Una tercera sala reúne ensamblaje­s singulares, como los que efectuó a partir de la trona de su (única) hija. María Dolores, o de la silla de paseo de su nieto (ya fallecido) Emilio. Una almendra es aquí la base de un nuevo Personnage, y un papel de caramelo, la de una Tête (Cabeza).

La cuarta sala se dedica sobre todo a las esculturas monumental­es, entre la que sobresale la enorme

Porte (1974), realizada con restos de puertas. Es al lado de esta pieza donde puede verse el vídeo de la fundición Parellada, justo en el proceso de ejecución de esta escultura. Uno de los miembros de la familia explicó in situ, durante el recorrido organizado para la prensa, la complejida­d y exigencia de un trabajo de estas caracterís­ticas, que podía llevar varios meses. “A Miró le interesaba mucho que la fundición conservara restos de la cerámica empleada, para sí darle a la pieza un efecto natural y arqueológi­co. El artista tuvo sus más y sus menos con sus fundidores cuando, siguiendo los consejos de Alberto Giacometti, decidió empezar a pintar sus esculturas. “Tú eres un pintor de colores vivos”, le dijo el suizo, y lo persuadió. El resultado se ve en la quinta y última sala de la exposición, donde el rojo, el amarillo y el azul fuertes, en contraste con algunos elementos en negro, dan una alegría al visitante. Los profesiona­les del metal no veían con buenos ojos que el artista ocultara la nobleza del bronce bajo gruesas capas de pintura. Pero el efecto es atractivo y refuerzas las señas de identidad de las esculturas. Al nieto y comisario de la muestra, Joan Punyet Miró, le agrada especialme­nte esta sección. Porque en ella están “las esculturas que, con su toque pop, más pueden atraer a la gente joven”. Y porque muchas de ellas contienen objetos que a él le recuerdan su infancia: desde un tricornio de guardia civil que tenían sus hermanos –él no parecer saber de dónde lo sacaron– hasta el grifo de una bañera, pasando por una jabonera desgastada.

La antología de esculturas de Miró permite volver sobre los pasos de uno de los creadores más importante­s del siglo XX. Aunque, como señaló Salazar, con frecuencia dé la impresión de estar, más bien, ante “un artista del siglo XXI”.

El artista siguió los consejos de Alberto Giacometti de pintar las esculturas

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F. CATALÀ- ROCA- ARXIU HISTÒRIC DEL COL.LEGI D’ARQUITECTE­S DE CATALUNYA
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Los ancestros A la izquierda, Joan Miró y Josep Llorens Artigas en su visita a la cueva de Altamira, en 1957. La gruta fue descubiert­a por antepasado­s de los Botín Expo de peso Una de las dificultad­es que complicaro­n la muestra en el Botín estuvo en las dimensione­s y el enorme peso de ciertas piezas, como algunas de las que se ven a la derecha
 ?? FRANCESC CATALÀ-ROCA- ARXIU HISTÒRIC DEL COL.LEGI D’ARQUITECTE­S DE CATALUNYA ??
FRANCESC CATALÀ-ROCA- ARXIU HISTÒRIC DEL COL.LEGI D’ARQUITECTE­S DE CATALUNYA
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BELÉN DE BENITO / CENTRO BOTIN

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