La Vanguardia (1ª edición)

Invasión de ‘ornis’

Por las aceras de esta ciudad tranviera ya no se puede circular sin topar con seres que montan extraños ingenios rodantes

- Màrius Serra

Cada vez es más común la presencia en las aceras de personas montadas sobre una diversidad de pequeños vehículos eléctricos que obligan al peatón a aguzar los sentidos para evitar un posible atropello, como explica Màrius Serra: “Ahora, por las aceras de estas ciudad que discute si debe conectar o no el tranvía por la Diagonal, ya no se puede circular sin hallar seres que montan extraños ingenios rodantes”.

Una expresión de origen bíblico en recesión es “andar de Herodes a Pilatos”. Significa ir de un lado a otro sin obtener los resultados esperados y tiene una aplicación innegable a la actual situación política. En realidad, el pasaje evangélico del que proviene relata que Poncio Pilatos “se lava las manos” y manda a Jesús a Herodes Antipas, el tetrarca de Galilea, para que sea él quien lo juzgue, pero Herodes se desentiend­e del caso y lo retorna a la jurisdicci­ón del cónsul romano. No quiero hablar del juez Llarena ni de las lamentable­s idas y venidas a las que la justicia española, en franco proceso de transforma­rse en oxímoron, somete a los presos preventivo­s catalanes. Mi abuela Paula usaba esta expresión en el mismo sentido deambulato­rio, pero la deformaba. Ella, ajena a los personajes bíblicos, siempre decía “anar de rodes a pilans”. Tardé décadas en descifrarl­o. Cuando finalmente logré ver que las ruedas pasaban a Herodes y del plural coloquial de pilar saltábamos a Pilat experiment­é una sensación de hallazgo digna de la que debió de sentir Champollio­n al descifrar los jeroglífic­os egipcios.

Ahora, por las aceras de estas ciudad que discute si debe conectar o no el tranvía por la Diagonal, ya no se puede circular sin hallar seres que montan extraños ingenios rodantes. No digo cochecitos de niño, ni carretilla­s, ni skateboard­s, ni patines en línea, ni bicicletas fugitivas que abandonan su carril para refugiarse en la acera, ni sillas de ruedas, ni ninguno de los vehículos eléctricos, cada vez más veloces y sofisticad­os, que conducen ancianas y discapacit­ados como si echaran carreras por un campo de golf. Además de todos estos objetos rodantes más o menos conocidos, hay otros que podríamos bautizar con el nombre de ORNI: objeto rodante no identifica­do. Son estos los que transforma­n el tránsito de peatones en un deporte de riesgo. Es ORNI cualquier invento rodante que permita a un Homo erectus mantenerse en estado de erección mientras se desplaza. Cada vez hay más gente que no camina por la acera, sino que va sobre ruedas y a propulsión eléctrica. En el tramo de una manzana te puedes llegar a encontrar que, si congelas el movimiento de todos los peatones, habrá más ruedas que pies. Paso cada día por el paseo Maragall y me veo obligado a practicar el noble arte del slalom. Esquivo y soy esquivado por todo tipo de patinetes eléctricos, algunos de ellos incluso con sillín, pero también por plataforma­s de tamaños diversos, ruedas con estribos y marchapiés rodantes de todo tipo. De momento, aún no topé con nadie que circule por ahí en un segway, pero pronto por la acera no caminará ni cristo. La dependenci­a de artefactos caminadore­s es tan alta que incluso los niños circulan montados en bicicletas sin pedales que propulsan como un troncomóvi­l. En la Premier League te lo dirían cantando: “You’ll never walk alone”.

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