La Vanguardia (1ª edición)

Papá cambia de sexo

Susan Faludi, premio Pulitzer, relata la vida de su padre, fotógrafo colaborado­r de Avedon que a los 76 se convirtió en mujer

- NÚRIA ESCUR Barcelona Hija, padre, identidad

En En el cuarto oscuro (Anagrama/Periscopi) la periodista y premio Pulitzer Susan Faludi explora el significad­o de la identidad. Cuando Faludi descubrió que su padre, de 76 años, a quien hacía más de 20 que no veía, se había operado en Tailandia para cambiarse de sexo necesitó buscar respuestas.

El resultado es fascinante y chocante. La imagen de su padre, Steve Faludi, como ella lo recordaba, era la de un hombre inflexible, reservado, explosivo, machista, incluso violento. Ahora, en su viaje de reencuentr­o, en Budapest, la autora descubrirá en él a alguien totalmente opuesto: ahora es una mujer, se llama Stefi (el relato del encuentro en el aeropuerto es mítico), y es un ser paciente, flexible, amable y en paz.

Su padre, fotógrafo de prestigio, especializ­ado en composició­n, retoque y manipulaci­ón de imágenes, trabajó para los mejores. Incluido Richard Avedon. Judío húngaro, Faludi (István Friedman, su nombre judío) logró sobrevivir al holocausto y huir de los nazis falsifican­do su propia identidad. Tras la Segunda Guerra Mundial adopta el Faludi (“del pueblo”) y se instala en EE.UU.

En la obsesión de Susan Faludi por entender la reinvenció­n de su padre se mezclan vivencias políticas, religiosas y sexuales con estudios y ensayos que la autora ha disecciona­do durante años, sobre los límites del género y la identidad, entendida como “lo que escogemos” y no “lo que se espera de nosotros”.

Susan se recuerda de niña. Su padre le lee cuentos de Andersen y pasa horas trabajando con material fotográfic­o en la cámara oscura. Trabajos que luego se publicarán en Vogue o Vanity Fair. Pero un día de 1976 (ella tiene 17 años) él aporrea la puerta. Se ha separado de su madre y se está saltando una orden de alejamient­o. Quiere agredir al hombre que acompaña a su exesposa y acaba clavándole una navaja... Décadas después le dirá a su hija: “No era yo, era mi rabia, mi fracaso porque quise prefabrica­r mi modelo de hombre pero las mujeres no me aceptaron. No era lo que esperaban... me mentí a mí mismo”.

Pronto, Susan aprende a aplicar el artículo femenino a su padre: “Mi padre entra, ella lleva un jersey trenzado rojo, falda de franela gris, zapatos blancos de tacón”. Y reflexiona: “Soy una mujer judía que no sabe casi nada de plegarias y ha logrado evitar la mayoría de los rituales de la feminidad tradiciona­l -escribe Susan-. No he tenido hijos, no me casé hasta muy tarde, soy una cocinera mediocre y no cuido de mi jardín (...) y aun así fue difícil asumir el camino distinto de mi padre”.

La autora, premio Pulitzer, reconoce su conflicto interno a pesar de haber dedicado años de su vida al estudio del género. “Yo me había imaginado que las lecturas de la biblioteca me ayudarían a entender su decisión, pero a veces esos libros tuvieron el efecto opuesto”.

“Quise prefabrica­r mi modelo de hombre pero me mentí a mí mismo”, reconoce ya convertido en Stefi

Cita, por ejemplo, la biografía de Christine Jorgensen (“ejemplo que animó mucho a mi padre”), el primer hombre de la historia que se prestó a una operación de cambio de sexo. Y repara en reflexione­s como la del sociólogo Zygmunt Bauman: “Si el problema moderno de la identidad era cómo construirl­a y mantenerla coherente y estable en el tiempo, el problema de la identidad posmoderno es cómo evitar lo inamovible y mantener opciones abiertas”.

No olvida, por supuesto, las considerac­iones de Freud cuando escribe que “el complejo de castración es la raíz inconscien­te más profunda del antisemiti­smo”. Susan Faludi recoge opiniones de estudios nazis que concluían que “los judíos, por constituci­ón, siempre han sido más femeninos que los arios”. Tal vez por eso, su padre, como revulsivo, señala, les obligaba a escuchar ópera en alemán. “Pasó años viviendo la vida de otro”. Quiso olvidar los días en que se ocultaba en un viejo cuartel, entre bombardeos y restos de aviones abatidos.

Entre el 2004 y el 2014 se gesta la aproximaci­ón de Susan y su padre. Él le dice: “Estás haciendo con este libro lo que Avedon hizo con su padre”. Es decir, buscar la reparación después de años de lucha. Cuando Stefi está agonizando, Susan corre a su lado. “Aunque parezca extraño me consoló saber que mi padre había muerto en el ala femenina del hospital, rodeado de mujeres”, escribe.

Y mientras recuerda el último objeto que le entregan de su padre –unos pendientes de perlas– Susan concluye: “¿Quién soy? ¿Judía o cristiana? ¿Húngara o americana? ¿Mujer u hombre? Al observar el cuerpo inmóvil de mi padre pensé que en el universo sólo hay una línea divisoria, un sistema binario: la vida o la muerte. O estamos vivos o no lo estamos. El resto de cosas, todas, son dúctiles y maleables”.

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La periodista Susan Faludi (abajo) ofrece una mirada distinta sobre la identidad basada en investigac­iones y en la propia experienci­a de su padre, el fotógrafo Steve Faludi (arriba), que decidió transforma­rse en mujer
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RUSS RYMER

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