Una mezquita en las Hébridas
La inauguración de una mezquita en la isla de Lewis enerva a los protestantes tradicionalistas y conservadores
Los primeros musulmanes, viajantes de comercio, llegaron a la isla de Lewis en los años cincuenta, recorrían las carreteras de dirección única y llamaban de puerta en puerta en medio del frío y la lluvia para vender sus telas y productos orientales, hasta ahorrar para conseguir el traspaso de una tienda o un quiosco de prensa en Stornoway (la capital).
A esos pioneros del islam en el corazón del presbiterianismo escocés ni se les pasó por la cabeza que un día tendrían una mezquita. Pero así es. Gracias a un constructor de Leeds que ha puesto la mano de obra y a un crowfunding que ha reunido cien mil euros, los sesenta musulmanes de la isla (hace poco han llegado varias familias de refugiados sirios) ya tienen donde rezar, enseñar y enterrar a sus muertos de acuerdo a su religión y costumbres, en vez de arrodillarse sobre una alfombrilla en el salón de su casa, y de lavar los cadáveres en los garajes. Para cuando un imán podía llegar desde el continente, habían pasado varios días.
Se trata de una comunidad pequeña (ocho mil habitantes) y muy cerrada, de abrumadora mayoría protestante (repartida en 43 facciones presbiterianas, varias episcopalianas y un par baptistas), dividida entre quienes se aferran a la tradición del sabbath (el descanso semanal a rajatabla) y quienes la ven como un anacronismo impropio de internet y la globalización, que torpedea el turismo. Es en cierto modo una manifestación más de la guerra cultural que se libra en tantos otros frentes.
El proyecto de la mezquita comenzó cuando se puso a la venta un edificio desvencijado de Stornoway, con las ventanas rotas, paredes que se venían abajo y un tejado lleno de agujeros por los que penetraba la lluvia. Un musulmán de la isla tenía un pariente en Leeds con una pequeña empresa constructora, y le pidió que estudiara la viabilidad de la reforma. A las pocas semanas allí estaban fontaneros, paletas y electricistas, ejemplares del Corán y una alfombra como es debido.
El objetivo era que la mezquita estuviera lista para el comienzo del Ramadán, y así ha sido, en el tiempo récord de dos meses con la ayuda de residentes locales –la mayoría, no musulmanes– que trabajaban de ocho de la mañana a ocho de la tarde en sus empleos, y luego aparecían en la obra. Logro nada desdeñable en un lugar tan parsimonioso donde se cuenta el chiste de que la palabra en gaélico escocés a-màireach quiere decir “como cuando en castellano un funcionario te dice mañana, pero sin tanta urgencia y con menos prisa”. O sea, que en Lewis (controlado políticamente por los independentistas del SNP) las cosas de palacio suelen ir despacio.
Aunque la reacción de la mayoría de habitantes ha sido favorable (hay quien ha donado hasta 500 euros), era inevitable que surgiera un debate. El líder de la Iglesia Libre de la Continuidad (una rama presbiteriana ultraconservadora), el reverendo Greg MacDonald, lidera una campaña que denuncia “la promoción de falsas religiones y de prácticas contrarias a las creencias del grueso de la comunidad, como la opresión de las mujeres”. David Blunt, un sacerdote de su congregación, no pierde ocasión de afirmar que “yihadistas dispuestos a librar una guerra santa contra Occidente entran en Europa como refugiados o inmigrantes, y luego perpetran actos terroristas”. Sus plegarias para que la mezquita no se construyera han caído en saco roto.
Hasta hace unos años el respeto al tercer mandamiento (“santificarás las fiestas”) hacía que el ferry desde Ullapool no funcionara los domingos, todos los comercios, parques, columpios, museos, piscinas y urinarios públicos estuviesen cerrados, no se circulase por las carreteras ni hubiese transporte público, no se tendiera la ropa, no se trabajara en los jardines y no se saliera a pescar. La única excepción eran los barrenderos municipales que limpiaban las aceras de porquería y vómitos tras los excesos del sábado por la noche, y una única estación de servicio en toda la isla que dispensaba gasolina a los turistas despistados. Un par de hoteles y pubs permanecían abiertos, pero la mayoría de bed and breakfast no admitían visitantes. Hoy las reglas se han relajado un poco, pero aún así la aparición de una mezquita es una auténtica revolución.
El número total de musulmanes ha aumentado a 60 con la llegada reciente de varias familias sirias