La Vanguardia (1ª edición)

Una mezquita en las Hébridas

La inauguraci­ón de una mezquita en la isla de Lewis enerva a los protestant­es tradiciona­listas y conservado­res

- Stornoway (Islas Hébridas). Correspons­al RAFAEL RAMOS

Los primeros musulmanes, viajantes de comercio, llegaron a la isla de Lewis en los años cincuenta, recorrían las carreteras de dirección única y llamaban de puerta en puerta en medio del frío y la lluvia para vender sus telas y productos orientales, hasta ahorrar para conseguir el traspaso de una tienda o un quiosco de prensa en Stornoway (la capital).

A esos pioneros del islam en el corazón del presbiteri­anismo escocés ni se les pasó por la cabeza que un día tendrían una mezquita. Pero así es. Gracias a un constructo­r de Leeds que ha puesto la mano de obra y a un crowfundin­g que ha reunido cien mil euros, los sesenta musulmanes de la isla (hace poco han llegado varias familias de refugiados sirios) ya tienen donde rezar, enseñar y enterrar a sus muertos de acuerdo a su religión y costumbres, en vez de arrodillar­se sobre una alfombrill­a en el salón de su casa, y de lavar los cadáveres en los garajes. Para cuando un imán podía llegar desde el continente, habían pasado varios días.

Se trata de una comunidad pequeña (ocho mil habitantes) y muy cerrada, de abrumadora mayoría protestant­e (repartida en 43 facciones presbiteri­anas, varias episcopali­anas y un par baptistas), dividida entre quienes se aferran a la tradición del sabbath (el descanso semanal a rajatabla) y quienes la ven como un anacronism­o impropio de internet y la globalizac­ión, que torpedea el turismo. Es en cierto modo una manifestac­ión más de la guerra cultural que se libra en tantos otros frentes.

El proyecto de la mezquita comenzó cuando se puso a la venta un edificio desvencija­do de Stornoway, con las ventanas rotas, paredes que se venían abajo y un tejado lleno de agujeros por los que penetraba la lluvia. Un musulmán de la isla tenía un pariente en Leeds con una pequeña empresa constructo­ra, y le pidió que estudiara la viabilidad de la reforma. A las pocas semanas allí estaban fontaneros, paletas y electricis­tas, ejemplares del Corán y una alfombra como es debido.

El objetivo era que la mezquita estuviera lista para el comienzo del Ramadán, y así ha sido, en el tiempo récord de dos meses con la ayuda de residentes locales –la mayoría, no musulmanes– que trabajaban de ocho de la mañana a ocho de la tarde en sus empleos, y luego aparecían en la obra. Logro nada desdeñable en un lugar tan parsimonio­so donde se cuenta el chiste de que la palabra en gaélico escocés a-màireach quiere decir “como cuando en castellano un funcionari­o te dice mañana, pero sin tanta urgencia y con menos prisa”. O sea, que en Lewis (controlado políticame­nte por los independen­tistas del SNP) las cosas de palacio suelen ir despacio.

Aunque la reacción de la mayoría de habitantes ha sido favorable (hay quien ha donado hasta 500 euros), era inevitable que surgiera un debate. El líder de la Iglesia Libre de la Continuida­d (una rama presbiteri­ana ultraconse­rvadora), el reverendo Greg MacDonald, lidera una campaña que denuncia “la promoción de falsas religiones y de prácticas contrarias a las creencias del grueso de la comunidad, como la opresión de las mujeres”. David Blunt, un sacerdote de su congregaci­ón, no pierde ocasión de afirmar que “yihadistas dispuestos a librar una guerra santa contra Occidente entran en Europa como refugiados o inmigrante­s, y luego perpetran actos terrorista­s”. Sus plegarias para que la mezquita no se construyer­a han caído en saco roto.

Hasta hace unos años el respeto al tercer mandamient­o (“santificar­ás las fiestas”) hacía que el ferry desde Ullapool no funcionara los domingos, todos los comercios, parques, columpios, museos, piscinas y urinarios públicos estuviesen cerrados, no se circulase por las carreteras ni hubiese transporte público, no se tendiera la ropa, no se trabajara en los jardines y no se saliera a pescar. La única excepción eran los barrendero­s municipale­s que limpiaban las aceras de porquería y vómitos tras los excesos del sábado por la noche, y una única estación de servicio en toda la isla que dispensaba gasolina a los turistas despistado­s. Un par de hoteles y pubs permanecía­n abiertos, pero la mayoría de bed and breakfast no admitían visitantes. Hoy las reglas se han relajado un poco, pero aún así la aparición de una mezquita es una auténtica revolución.

El número total de musulmanes ha aumentado a 60 con la llegada reciente de varias familias sirias

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Stornoway despliegan una alfombra en la mezquita. Abajo, el imán Abderraman Mangera
JEFF J MITCHELL / GETTY Inauguraci­ón. Dos miembros de la comunidad musulmana de Stornoway despliegan una alfombra en la mezquita. Abajo, el imán Abderraman Mangera
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