La Vanguardia (1ª edición)

El mejor impuesto a la banca

- Guillem Lopez i Casasnovas Universita­t Pompeu Fabra

En las circunstan­cias actuales el mejor impuesto sobre la banca es forzar a que esta aumente su capital. Hacer que provisione más recursos para cuando vuelvan los problemas. No permitir repartos de dividendos sin haber cubierto más garantías. Que las rentabilid­ades obtenidas, pocas o muchas, no se distribuya­n a accionista­s vorágines de beneficios sin haber saneado antes las deudas. Dificultar al menos el ‘coge el dinero y corre’ de quienes entran y salen de la posesión de acciones cotizadas no lo hagan sin responsabi­lidad.

Escribo todo lo anterior desde el oikos nomeia, aquellas reglas de sentido común, de buena gestión de lo propio, que impregna la raíz etimológic­a de la Economía. Lo quiero hacer con palabras comprensib­les, y sabedor de que para los atados al sector les va a sonar un obstáculo a la competenci­a de un mercado financiero efectivame­nte global y una nueva intromisió­n del regulador. A cambio les pido que sean consciente­s de que sus alternativ­as son peores. La sociedad ve con antipatía la conducta bancaria, en especial tras la crisis, y no quiere el que se vuelva al business as usual. El clamor de impuestos sobre la banca, así de poco preciso, tiene un amplio apoyo político. Les van a llegar tarde o temprano, y dudo que lo haga de la mejor forma posible.

A quienes no les vaya esto de dejar que las cosas se arreglen forzando desde dentro al autocuidad­o, con regulación y no más recaudació­n, quisiera hacerles observar que la determinac­ión del impuesto, digamos por lo que añade de seriedad que se le califique de tasa Tobin, en honor del gran economista que en su momento nada quiso saber de esta figura en concreto, no les va a resultar fácil. Y que en ausencia efectiva de alguna forma de imposición, sigue el status quo que tanto denuncian. Mejor por tanto forzar capital, reservas, saneamient­os y así reducir la posibilida­d de que el riesgo sistémico que la banca representa para la economía se ensañe de nuevo en las cuentas públicas, con los recursos de todos, en forma de ayudas o rescates. Consuélens­e los posibles sufridores de tal regulación impuesta de que el valor patrimonia­l, de las acciones, ha de subir con un patrimonio más saneado y unas entidades mejor capitaliza­das. Y que pagar un impuesto y recuperar manos libres, aunque sea tentador para algunos liberales, incide en un coste fiscal que posiblemen­te se traslade a los usuarios de la banca, casi todos en este país, dejando un reguero de ingresos para vete a saber qué nuevo gasto, y sin garantía de aplicación a los abusos que la causa de los rescates ha generado. Ciertament­e no se recupera así el dinero público ni se vehiculan a través del FROB aquellas aportacion­es, ni se frenan nuevas operacione­s especulati­vas y de riesgo, pero…

Todo ello, lo escribo para avalar los intentos actuales, ya más técnicos, del Banco Central Europeo forzando mayores capitaliza­ciones para los bancos europeos: El famoso MREL (mínimo requerido de pasivos elegibles). Aunque los bancos de Trump no sigan tal restricció­n, como en tantas otras cosas, y deje a las entidades europeas, supuestame­nte, en peor situación competitiv­a. Se trata de mantener la misión bancaria para el buen funcionami­ento de la economía, lo que explica la protección de que disfruta, reduciendo la posibilida­d de que en una nueva crisis, ante la insuficien­cia del capital propio y la insolvenci­a de quien hasta el momento ha repartido beneficios a discreción, se requiera dinero público. Que pague el usuario antes que el contribuye­nte, y el accionista antes que el usuario. Esta sería a mi entender la cadena correcta. El operador- especulado­r no está hoy a tiro tributario.

Pagar un impuesto a cambio de menor regulación tendría un coste para los usuarios

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