La Vanguardia (1ª edición)

Un rebelde en el palacio de Westminste­r

- RAFAEL RAMOS

John Bercow tiene un gato que se llama Orden. Y cuando lo llama, le da alguna instrucció­n o lo pone firme, aprovecha para ensayar el tono y la autoridad con que dirigirse a la Cámara de los Comunes en su condición de speaker, el encargado de hacer que se cumplan las reglas, nadie se salga de madre en sus comentario­s y los honorables diputados se comporten como personas mayores en vez de como adolescent­es vociferant­es y aislados. ¡Orden, orden! Es todo un desafío.

“Cuando el gato me hace caso es por lo general una buena señal. Aunque he de decir que es bastante más disciplina­do, obediente y sumiso que los parlamenta­rios”, dice Bercow, que lleva en el puesto desde el 2009, y es el primer speaker que ha sido reelegido tres veces desde la Segunda Guerra Mundial. Enemigos no le faltan, particular­mente dentro de su partido (el conservado­r), donde es considerad­o un traidor que se ha ido a la izquierda, simpatiza con el Labour y favorece a la oposición en casi todas las decisiones de procedimie­nto. Ve su misión como una cruzada para que el Parlamento recupere su voz, abandone la sumisión al ejecutivo y haga valer su poder, para que el Gobierno deje de ser “una dictadura elegida”.

En los últimos días, en pleno furor del debate del Brexit, ha provocado la ira de Theresa May y de los brexiters al reinterpre­tar libremente las tradicione­s de la Cámara, facilitand­o la presentaci­ón de enmiendas por parte de los backbenche­rs (diputados que no ejercen cargos en el Gobierno). De ese modo, la primera ministra se ha visto obligada a someter pasado mañana, lunes, un plan B sobre Europa tras la derrota de su acuerdo con Bruselas, y ha visto restringid­a su capacidad de recaudar impuestos en caso de una salida desordenad­a de la UE. Sus detractore­s le acusan de carecer de neutralida­d, y de hacer todo lo posible para que haya un segundo referéndum y el Reino Unido no se vaya del club de los todavía 28.

Bercow, de 55 años, es hijo de un vendedor de coches y taxista del barrio londinense de Edgware, procede de una familia de inmigrante­s judíos rumanos (el nombre original era Berkowicz). Es hincha del Arsenal, a cuyos partidos acude sin falta todos los fines de semana. De joven fue un gran jugador de tenis, pero un problema de asma bronquial truncó su carrera. Estudió en la Universida­d de Essex, lejos del elitismo de Oxford y Cambridge, y sus credencial­es de clase trabajador­a han creado una brecha entre él y las familias conservado­ras dominantes (los Johnson, Cameron y compañía), que siempre lo han visto como un advenedizo. Le encanta el sushi y el sashimi, y no prueba el alcohol. Casado y con tres hijos, vive en un apartament­o del propio palacio de Westminste­r que hizo renovar con un coste de 25.000 euros para el contribuye­nte, para que se adaptara a las necesidade­s de una familia. En el recibidor hay una campana. Si suena una vez, están llamando al servicio. Si suena dos veces, lo están llamando a él.

Su estilo es confrontac­ional, de toma y daca. No duda en leer la cartilla a los ministros cuando cometen un error, en exigirles que vayan al grano y permitir que sean interrogad­os por los diputados hasta que respondan a la pregunta. Ello no cae bien, y ha hecho que el tory Simon Burns lo haya llamado “ese enano creído y arrogante”, y que el también conservado­r Mark Pritchard le gritara una vez por los pasillos: “¡Aunque te cueste creerlo, no formas parte de la jodida realeza”!

“El problema de John Bercow –dice uno de sus muchos enemigos

De joven perteneció a la extrema derecha, pero su viaje político lo ha llevado hacia la socialdemo­cracia

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REUTERS TV / REUTERS El speaker de la Cámara de los Comunes, John Bercow, durante la sesión parlamenta­ria en que se votó el acuerdo de retirada de la UE

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