La Vanguardia (Català-1ª edició)
Contra el corto plazo. No se puede correr siempre
En
el instante en que la crisis se hizo evidente, las empresas adoptaron una forma de gestión enfocada a la supervivencia. Fue más intensa en las firmas españolas, algo más golpeadas que las de otros países, pero la tendencia cobró cuerpo a nivel global. Todo el mundo empezó a pensar en cómo salvar el siguiente trimestre en lugar de pensar en el siguiente año o en el siguiente lustro. Hubo reducción de costes, ya fuera prescindiendo de empleados, rebajando sueldos, apretando a proveedores o renegociando condiciones con cada una de las partes de la cadena, mientras se esperaban tiempos mejores. Era un momento de contracción, y todos lo asumían. Pero pasado lo peor de la recesión, esas prácticas no se han marchado, sino que continúan orientando la dirección de buena parte de las compañías.
Las críticas al cortoplacismo, desde entonces, han arreciado. Se insiste en que las empresas se orienten a que las previsiones de ganancias trimestrales se cumplan y a que los inversores estén satisfechos, ya sea mediante el aumento de dividendos o la recompra de acciones, lo que provoca que olviden en invertir en su futuro, en cuidar a sus empleados o en prestar un mejor servicio a sus clientes.
MUCHO MEJOR EL LARGO Un reciente informe de la consultora McKinsey, Measuring the economic impact of shortermism, para el que se analizaron datos de 615 grandes y medianas empresas estadounidenses cotizadas en bolsa de 2001 a 2015, ha señalado las consecuencias negativas a las que conducen estas prácticas. Las empresas que operan “a largo plazo” superan a sus equivalentes gestionadas a corto, en varios elementos económicos y financieros clave. De 2001 a 2014, los ingresos de las primeras crecieron en promedio un 47% más que los de las segundas y sus beneficios económicos alcanzaron una media de un 81% más.
Las firmas que tenían en cuenta el largo plazo también invirtieron más que sus pares, gastando casi un 50% más. Incluso aumentaron su gasto en I+ D durante la crisis financiera. Adeha más, las firmas gestionadas a corto hicieron crecer sus márgenes de forma insostenible, con el solo propósito de alcanzar los objetivos inmediatos que se les había fijado.
El cortoplacismo tiene defensores, no obstante, que han salido a señalar que los tiempos han cambiado y debemos correr más que nunca, porque los riesgos están mucho más presentes. No se trata sólo de que no cumplir con las previsiones trimestrales puedan llevar al despido a los directivos o que el cambio en la propiedad de las acciones sea demasiado frecuente en las firmas del S&P500, lo que lleva a que los gestores traten de convencer a los inversores de que se queden aumentando sus retribuciones, sino que esa situación de excepcionalidad que marcó la crisis no es tal, sino el new
normal: hemos de acostumbrarnos a lidiar con una incertidumbre elevada como parte de nuestra cotidianidad, y eso conlleva a focalizarse en lo importante, centrarse en la eficacia, y acelerar todo lo posible para no quedar fuera de la competición.
UNA PRÁCTICA INSOSTENIBLE Esa creencia ha provocado consecuencias muy serias. Ya no se trata de que el private equity o los fondos activistas tengan cada vez mayor presencia en más empresas, lo cual no es del todo cierto, sino de que su triunfo ha sido por absorción. En cierto sentido, les
ocurrido lo mismo que al UKIP: por más que sea un partido que no tenga opciones de gobernar en el Reino Unido, resulta altamente exitoso, ya que sus postulados han sido asumidos por los partidos principales y por la misma población británica, que votó a favor del Brexit. En las empresas contemporáneas ocurre algo similar, ya que formas de gestión típicas del capital riesgo o de los fondos activistas están asimilándose a la normalidad.
El cortoplacismo es un grave problema, por tanto, no porque provoque que los recursos destinados a mejorar la empresa sean menores que los destinados a retribuir a los accionistas, ni porque genere dinámicas poco adecuadas, sino porque es insostenible: extraer lo máximo de lo mínimo sólo puede hacerse durante un periodo breve. Si se persiste, se queman equipos, se destruye la confianza de los clientes, se imposibilita la innovación, se instaura una atmósfera de miedo, y acaba reinando la ineficacia. Por supuesto, hay empresas que a pesar de ser gestionadas a corto plazo resisten mucho tiempo, pero son aquellas que, por ser monopolios u oligopolios, poseen un mercado cautivo. La vida empresarial exige equilibrio y el corto plazo acaba con él.
EXTRAER LO MÁXIMO DE LO MÍNIMO SÓLO PUEDE HACERSE DURANTE UN PERÍODO BREVE