La Vanguardia (Català-1ª edició)

Dos obras inmortales

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Agradezco al crítico literario Carles Barba su estupenda reseña del famoso libro Moonfleet , de John Meade Falkner (1858-1932) (“La aventura de hacerse mayor”, Cultura/s, 8/VI/2019)

Únicamente cabe poner en cuestión la afirmación que dijo Stevenson sobre esta obra: “Es la novela que siempre quise escribir, pero lo único que pude hacer fue La isla del tesoro”. Este comentario sin duda es espurio pues Stevenson murió en 1894 y la obra Moonfleet apareció en 1898, cuatro años después de su deceso. Más bien, como dice Barba, fue lo contrario: Falkner se inspiró en la novela de Stevenson. Sea como sea, lo importante es

Si queremos navegar por internet no nos queda otro remedio que aceptar las cookies, que no sé lo que son; me lo han intentado explicar mil veces y no me aclaro. Lo que sí sé es que me han dicho que hay que aceptarlas y, como soy un mandado, las acepto, y aquí paz y después gloria, que diría un castizo.

Pero no sólo hay cookies en la red en la que estamos todos atrapados, queramos o no. Cualquier navegador que se precie se permite el lujo de obligarte a aceptar unas determinad­as condicione­s para seguir haciendo uso de sus servicios. Y lo hacemos dócilmente, como corderos a punto de ser degollados, con tal de saber qué parada de autobús te queda más cerca para volver a casa o dónde puedo encontrar aguacates maduros en el trayecto de regreso, porque en la frutería de mi barrio siempre están verdes.

La mayoría de los seres humanos somos así de que estas dos deliciosas obras sean leídas y disfrutada­s por la mayor cantidad posible de lectores de todas las edades, porque son inmortales.

PERE RIERA OBIOL

Barcelona confiados o de ingenuos, y no nos percatamos de las invisibles garras de un Gran Hermano, con nombre y sin apellidos, que está siempre al acecho para hacerse con nuestra intimidad, que son nuestros datos personales.

Las personas somos así de contradict­orias. Pensamos una y mil veces la redacción de una carta comprometi­da y nos compromete­mos a la primera, y sin dudarlo, con los mal llamados servidores, porque, de servir, sólo se sirven a sí mismos y a sus intereses.

Para bien o para mal estamos casados con las redes. Es un matrimonio de convenienc­ia para una de las partes, a la que damos el sí quiero muy alegrement­e, sin reparar en las consecuenc­ias. Yo el primero y por eso me confieso, por si sirviera para algo. de atención a la clientela puede utilizar todos los sistemas de numeración existentes, salvo los de tarificaci­ón adicional.

Sin embargo, cuando se trata de servicios básicos –de carácter esencial y necesarios para la vida cotidiana o que tienen un uso generaliza­do (suministro­s, transporte­s, medios audiovisua­les, comunicaci­ones, asistencia­les y sanitarios, y los financiero­s y de seguros)– deben ofrecer un servicio telefónico gratuito para poner en conocimien­to de la empresa las eventuales incidencia­s y formular reclamacio­nes.

Hay que tener en cuenta que el carácter gratuito se refiere tanto al coste de la llamada como al servicio que se recibe. En consecuenc­ia, los servicios considerad­os básicos deben disponer de un servicio telefónico gratuito de atención a sus clientes.

JOSE ESCRIBANO

Arenys de Mar

Castelló d’Empúries

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