La Vanguardia (Català-1ª edició)

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La movilidad de las personas está cambiando y la pandemia de la covid-19 ha acelerado este proceso. Hoy utilizamos medios de transporte más seguros e higiénicos para prevenir un nuevo brote, y vemos en algunas ciudades numerosos patinetes eléctricos y bicicletas esperando que el semáforo se ponga verde.

En junio de 2021, el uso de la bicicleta en Barcelona se había disparado un 20% respecto a los valores prepandémi­cos, según el Ayuntamien­to. Y el auge de los vehículos de movilidad personal (VMP) como los patinetes eléctricos -se calcula que en España hay más de 700.000- obligó al Consejo de Ministros a aprobar el pasado enero su primera regulación a nivel estatal mediante un Real Decreto por el cual se modificó el Reglamento General de Circulació­n y el Reglamento General de Vehículos, que por primera vez regulaba las condicione­s de desplazami­ento de VMP en todo el país. La pandemia ha sido una oportunida­d, pero queda mucho por hacer.

El estudio “La movilidad al trabajo: un reto pendiente”, publicado por la Dirección General de Tráfico y el Instituto para la Diversific­ación y Ahorro de Energía, apunta que “solo el transporte y la movilidad representa­n el 42 % del consumo de energía final de nuestra economía”. Además, el modelo actual “genera impactos que afectan al bienestar, a la calidad de vida de los trabajador­es, a la competitiv­idad de las empresas y a la economía nacional”. Y por este motivo, “la transición energética en nuestro país exige reducir el consumo de energía en los desplazami­entos relacionad­os con el trabajo”, aumentando los desplazami­entos a pie, en

bicicleta y en transporte público, “y la optimizaci­ón de los desplazami­entos en vehículo privado con el uso de tecnología­s más eficientes, y con vehículos compartido­s”.

Margarita Martínez Díaz, profesora de la Escuela de Caminos (ETSECCPB) de la UPC y miembro del grupo de investigac­ión del BIT - Barcelona Innovación en Transporte, asegura que “cualquier persona que trabaje en movilidad te dirá que antes de fomentar el patinete eléctrico lo mejor es impulsar el transporte público, que es el eje de la movilidad”. La experta apuesta también por sistemas de refuerzo en trayectos más cortos, como ir a pie, en bicicleta o patinete, aunque en este caso “depende del grado de sostenibil­idad del sistema”. Es decir, de la capacidad de recuperaci­ón y reciclaje de las baterías o de la recolocaci­ón de los patinetes en diferentes puntos de la ciudad con vehículos eléctricos, por ejemplo. También recuerda que la bicicleta o el patinete “no los puede utilizar todo el mundo”, de modo que, una vez más, es el transporte público el que puede garantizar la igualdad y la sostenibil­idad. “Hace falta ir más allá, hacer un cambio profundo”, añade Martínez, “lo bueno de que la movilidad esté tan presente en el debate público es que acaban haciéndose cosas. Debemos aprovechar el momento, porque primando el uso del coche no lo estábamos haciendo bien”.

La pandemia ha hecho retroceder el transporte público respecto a otras soluciones, aunque está llegando a niveles de 2019. Según el Ayuntamien­to de Barcelona, los viajes en autobús, metro y tren todavía están un 30% por debajo de junio de 2019, mientras que en la región de Madrid ya se registran diariament­e 4,1 millones de viajes frente a los 5,5 millones que marcaba antes del estallido de la covid-19. El auge del teletrabaj­o ha sido una de las causas, pero “también el usuario debe cambiar de mentalidad”, asegura

Martínez. “El bus es uno de los mejores medios de transporte que podemos ofrecer, pero hay que compatibil­izarlo con otros. Habría que intentar convencer a la gente de que use menos el coche”.

Las nuevas tecnología­s tienen mucho que ofrecer en la eficiencia de la movilidad, como la automatiza­ción de los vehículos. “Pero en nuestro grupo de investigac­ión no nos imaginamos que cada usuario tenga su coche autónomo, sino ¿qué pasaría si automatizá­ramos el transporte público?. Se trata de ofrecer una alternativ­a tan buena que a la gente no le salga a cuenta coger el coche”, explica esta ingeniera de caminos, que considera que no hay que olvidar el trabajo de las personas. “Hay programas de simulacion­es de tráfico que son una maravilla pero que necesitan ser calibrados al área que estás estudiando. La IA necesita datos, debes saber cuáles e interpreta­r los resultados”.

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