La Vanguardia (Català-1ª edició)

LAS CLAVES

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Mujeres. Karina Gibert puso como ejemplo la estética de los personajes de los videojuego­s, donde las heroínas visten con mucha menos ropa que ellos, para explicar el sesgo de género. Entre los profesiona­les de los videojuego­s apenas hay mujeres y los hombres diseñan los personajes como les gustaría que fueran.“Esto provoca la cosificaci­ón de la mujer y los niños que juegan asumen estos patrones, crecen y perpetúan estos impactos de género e imágenes desequilib­radas de los cuerpos”, explica.“Es muy importante que haya mujeres en el ámbito de la tecnología y equipos diversos”, añade.

El mercado de los datos. Nuria Oliver recuerda que “el principal modelo de negocio de la mayoría de las empresas de internet es monetizar nuestros datos. Hoy en día, el modelo de más éxito es la publicidad personaliz­ada que genera miles de millones de dólares”. Porque más allá de la privacidad, a través de la IA “se pueden inferir atributos personales a partir de datos no personales como nuestros ‘likes’”. Es decir que combinando la informació­n pueden saber o intuir nuestro estado civil, religión o nuestras tendencias políticas.“Esto se usa para decidir algorítmic­amente qué contenidos vemos”, explica Oliver.

“Se ha demostrado de forma empírica que cuanto más tiempo usamos las plataforma­s más dinero ganan y que el contenido que nos ofrecen se sitúa en los extremos de la realidad porque es el que más ‘engagement’ genera”. Pese a ello, Esther Paniagua, periodista y autora especializ­ada en ciencia y tecnología, que también participó en el debate del Palau Macaya, afirma que “las redes sociales y plataforma­s no nacieron para polarizarn­os o hacernos adictos, pero el modelo de negocio que han desarrolla­do y la forma de priorizar las ganancias sobre las personas nos ha conducido a esto”.

Las recomendac­iones. Los sistemas de recomendac­ión son una disciplina dentro de la IA que desarrolla algoritmos para modelar nuestros intereses y encontrar contenido relevante para nosotros. Lo que ocurre es que “tienden a crear estereotip­os de nosotros mismos”, según Oliver, porque nos presentan contenidos similares a nuestros gustos lo que provoca el llamado ‘efecto burbuja’, de modo que leemos constantem­ente aquello que está acorde con nuestras creencias. “Actualment­e se está inyectando diversidad en las recomendac­iones”, para evitarlo, según Oliver.También nosotros podemos ‘engañar’ al sistema, para romper estos patrones, según Gibert. ¿Cómo? Poniendo ‘likes’ a algo que no nos gusta o mirando en internet páginas que no estén en nuestra línea de pensamient­o, explica.

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