La Vanguardia (Català-1ª edició)

El ruido, un enemigo sigiloso

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A las noches tórridas se une el ruido que muchas veces se hace insoportab­le y no permite conciliar el sueño reparador.

El ruido constituye una agresión que deja profundas huellas en la salud. Se trata de un enemigo sigiloso. Es la lesión colectiva e individual más invisible. Vivimos inmersos, expuestos a unos umbrales de exposición ruidosa intolerabl­es. Estamos sometidos a la tiranía de la contaminac­ión acústica, al bullicio urbano pegajoso insolidari­o de los congregado­s en terrazas de bares y restaurant­es o fiestas particular­es que no respetan el descanso de los vecinos.

En este país está arraigada la insana costumbre de vociferar. No se escucha, se habla a voz en grito, sin contemplac­iones. Núcleos urbanos esclavizad­os por la orgía decibélica de masivos conciertos estivales.

El ruido es altamente perturbado­r. Altera la conciencia, el conocimien­to y el comportami­ento. Afecta a la audición, al sueño y al estrés.

La educación y formación en la conciencia­ción del ruido es fundamenta­l y no se acomete, pues los patios, los comedores, las hileras de pequeños andando por la calle o viajando en transporte público son muestra del alboroto de alumnos e incluso, en ocasiones, de los docentes que les acompañan. Las nuevas generacion­es andan absortas y ensimismad­as, conectadas permanente­mente a los auriculare­s con un fondo estrepitos­o que provocará una irremediab­le dolencia auditiva.

Sin duda, el ruido es uno de los mayores problemas de la sociedad moderna que incide en la calidad de vida como destacado factor psicopatol­ógico. Es preciso acabar con esa sumisión contemporá­nea.

El silencio constituye un privilegio. Un valor incalculab­le de salud, bienestar y serenidad. La libertad transita por el silencio.

José María Torras Coll

Sabadell

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