Malas costumbres

Alfonso Sagnier, en una carta muy ingeniosa (“Normas para ir en bici”, 4/IV/2016), informa de que acaba de comprarse una bici y pregunta por las normas que debe seguir, puesto que las ignora.

Yo me permito informarle: no hay normas, haga lo que le dé la gana. Es lo que yo veo hacer cada día cuando camino por la acera de mi barrio. Circule por la acera como si fuera un velódromo, lleve el niño de paquete a la guardería, no se ponga casco, pase los semáforos en rojo y si alguien le recrimina algo, póngase amenazador, no sea que descubran en usted a un Superman que flojea sobre sus convicciones: la acera es suya.

Esto último es importante, porque si cada vez más ciclistas hacen lo que les da la gana sin que el Ayuntamiento abra la boca, sin que los peatones reclamemos nuestros derechos, se impondrá una costumbre que convertirá en normal y aceptado lo que hoy aún sorprende: que estos esforzados gimnastas impidan que circulemos tranquilamente por la acera. De hecho, la moral no existe, sólo hay costumbres.

GUILLEM PRATS I PASTOR Suscriptor Barcelona