País de pandereta
El tradicional sarcasmo de que vivimos en un país de pandereta hace tiempo ya que ha dejado de ser una broma caricaturesca para convertirse en una triste y seria realidad, un país en el que para que tenga lugar la dimisión o destitución de un miembro del gobierno es necesario que se produzca un cataclismo político.
Cuando apareció un borrador de informe policial poco antes de las elecciones autonómicas catalanas en noviembre del 2012 en el que se arrojaba información falsa sobre supuestas cuentas en paraísos fiscales del entonces president Artur Mas, no sólo no hubo ni una sola dimisión, sino que todavía ningún responsable de Interior ha salido a aclarar de dónde surgió y quién confeccionó tal informe.
Recientemente tenemos las conspiraciones del ministro Fernández Díaz con el responsable de la Oficina Antifrau, las revelaciones del excomisario Villarejo sobre la existencia de la Operación Cataluña y la imputación penal del PP por la contabilidad B del partido.
Y lo peor de todo ello es que a gran parte de la población española la corruptela que afecta al Gobierno y a su partido, y toda esta serie de despropósitos cargados de mala fe, les sirve de estímulo para seguir votando a los mismos personajes.
JORDI TERRIS
Badalona