La democracia en crisis
Decía Roosevelt que una democracia debe progresar o pronto dejará de ser democracia. Que la esencia de la democracia es el Estado de derecho y la separación de poderes es algo incontestable. Pero ese progreso al que aludía Roosevelt se interpreta ahora como la participación directa y compulsiva del ciudadano en la toma de decisiones políticas por muy trascendentales y complicadas que sean. El Brexit es un claro ejemplo. Una ciudadanía sin conocimiento y elementos de juicio necesarios es capaz de provocar lo que puede ser el principio del fin de la Unión Europea. La perversión de la democracia: elegimos a los políticos para que nos representen y ellos nos preguntan después qué deben hacer.
En Catalunya el Estado de derecho salta por los aires. Se vulnera la Constitución y el propio Estatut. Se conforman mayorías aberrantes con las que se confunde la legitimidad de gobernar con la de iniciar un proceso al margen de cualquier ley que lo ampare, salvo la que ellos fabrican a su medida. El resultado es la paulatina desaparición de la moderación y el famoso seny catalán por unas mayorías populistas y revolucionarias a las que la independencia de Catalunya o la unidad de España les importa bien poco.
Hace unos pocos meses se celebraba con euforia el fin del bipartidismo en España. Hoy la situación de bloqueo y desgobierno es patente. Quizás el progreso de la democracia consiste en aceptar que es normal y hasta saludable vivir en el conflicto, que para resolverlos el Estado de derecho nos da mecanismos suficientes y que hay otros como el catalán que tal vez sean irresolubles y a lo máximo que podemos llegar, como decía Ortega, es a conllevarlos.
JAVIER CERECEDA
Sant Cugat del Vallès