Por un mundo más justo

Como muchos otros ciudadanos, me he tomado unos días de vacaciones. Alejado del mundanal estrés sigo, a través de los medios y las redes, lo que sucede por doquier. Estupefacto es la palabra que define lo que siento. No entiendo nada y vislumbro nuestro mundo como “el de la ceremonia de la confusión”. Nada de lo que sucede es normal aunque tampoco diría que insospechado. El mundo, y especialmente en manos de los humanos, ha sido siempre un campo de batalla donde el egoísmo, la ambición, el poder, la envidia, fobias, odios y muchos otros múltiples defectos que están enquistados en nuestro ADN siguen triunfando sobre la generosidad, solidaridad, afecto y otras virtudes.

Analizas el mundo en general y observas las atrocidades que se cometen por doquier, pero están ahí, como si no fueran reales. Sólo lo son, si nos ocurre a nosotros o en nuestra cercanía. La hipercomunicación es una de las grandes paradojas actuales, pues sinceramente creo que hoy en día es cuando menos comunicados estamos. ¿Cambio de era? Quizás, pero ni es la primera ni será la última. ¿Pasan más cosas que antes? Quizás, pero a lo mejor es que ahora se conocen más y con mayor rapidez.

Nadie se salva y estamos en un agujero negro profundo. ¿Hay luz? Siempre la hubo y ahora también, pero todos pagaremos un peaje. Sólo cabe desear que algunos personajes del planeta desaparezcan de sus posiciones de privilegio. Sólo así volveremos, espero, a recuperar un mundo más armónico, más justo, equitativo y menos demagógico, pero no nos engañemos, siempre habrá desigualdad e injusticias.

GABRIEL MASFURROLL