Morir dignamente
Desde el domingo sigo con interés las cartas sobre el tema de la muerte digna a raíz de la carta de Montserrat Voltà (“Per una mort digna”, 4/XII/2016). En este sentido, la carta de Eulàlia Sayrach (“Cures pal·liatives?”, 14/ XII/2016) es para mí especialmente reveladora.
Por lo visto, el que haya regularizado mi testamento vital no servirá de mucho al no existir una ley que permita ayudar a morir. Sin ella no es acertado hablar de paliación, como muy bien expone Eulàlia Sayrach. En mi testamento he dejado claro que no quiero convertirme en un ser vegetativo, ya que para mí, científicamente, no existe nada más allá de la pérdida del raciocinio.
Cualquier paciente debería tener el derecho a no querer vivir indignamente, a no someter a sus familiares a situaciones estresantes y angustiosas, y a no abusar de los recursos de la sanidad pública cuando está claro que mantener una agonía sin sentido no va a solucionar nada. Sin embargo, como consecuencia de la dejación de funciones de nuestros políticos o por intereses partidistas, carecemos de varias leyes vitales para los ciudadanos y entre ellas la de la regulación de la eutanasia. ¿Qué hay que hacer para que nos dejen morir dignamente?
EMILIO GELPÍ MONTEYS Subscriptor La Molina