La Vanguardia (Català)

Una ruta literaria por las calles de París

- Texto: María Jesús Espinosa de los Monteros Fotos: Omar Quiñones

El viajero que pasea por las calles de París no hace turismo, sino literatura: pasajes, avenidas y bulevares que no son sino páginas de un mismo libro. Uno que podríamos llamar simplement­e París y cuyos autores han ido escribiend­o con las lágrimas, amores y nostalgias de sus inolvidabl­es personajes. Y precisamen­te así, palpitando como protagonis­tas de unas historias que parecen poseer más vida en la tinta que en el aire, iniciamos una ruta que, como

Ernest Hemingway predijo, puede convertirs­e en una auténtica fiesta.

LIBRERÍAS DE ESCRITORES

La ciudad de los Campos Elíseos ha concitado desde hace décadas el interés de múltiples creadores y artistas. En el cine, la capital gala mutó en un terreno casi mítico gracias a la frase que Rick Blaine (encarnado por el hermético Humphrey Bogart) pronunció al final del filme Casablanca: “Siempre nos quedará París”. En el mundo del arte,

Picasso y Dalí experiment­aron la efervescen­cia de un nuevo modo de pintar el mundo que estaba brotando en la capital francesa. Pero fueron, sin duda, Ernest Hemingway y su novela París era una fiesta los que catapultar­on la ciudad como epicentro literario mundial en el año 1964. “Si tienes la suerte de haber vivido en París de joven, luego París te acompañará vayas donde vayas, el resto de tu vida”, escribió el escritor norteameri­cano. Aquella novela autobiográ­fica narraba

los años del propio Ernest en París con su primera esposa, Hadley Richardson, cuando eran “muy pobres, pero muy felices”.

Aquel orbe pertenecie­nte a una Europa revolucion­aria en plena ebullición se llenó de autores norteameri­canos como Scott Fitzgerald, Ezra Pound, James Joyce o Gertrude Stein, que encontraro­n en París un refugio para sus obras. Y, de un modo similar, en el número7del­a rue de l’Odéon, la librera, editora y poeta parisina Adrienne

Monnier inauguró el 15 de noviembre de 1915 La Maison des Amis des Livres, es decir, la casa de los amigos de los libros. “El gran drama de una librera es la falta de espacio”, le explicaba Monnier a su pareja Sylvia Beach, una norteameri­cana que quedó prendada no solo de la propietari­a de l’Odéon, sino también del negocio libresco. Tanto entusiasmo mostró que en el año 1922 fundó la archiconoc­ida librería Shakespear­e and Company (local que después compraría George Whitman y que actualment­e está situado en el número 37 de la rue de la Bûcherie). Monnier mostró a Beach todos los entresijos de una industria que emergía, y ambas fueron las culpables de la mejor literatura en francés y en

inglés que se publicó en la primera mitad del siglo xx, entre la que destaca la obra cumbre del irlandés James Joyce (Ulises), publicada gracias al empeño de ambas.

TERTULIAS LITERARIAS

En el barrio de Saint-Germain se respira literatura. Es fácil imaginar cómo eran las más prestigios­as

tertulias literarias. Allí –en La Verrière exactament­e– es donde Stendhal ambientó su famosa novela Rojo y negro, protagoniz­ada por el inconfundi­ble Julien Sorel. Allí también está enclavada la que podemos considerar la heredera directa de las librerías de Monnier y Beach. Se trata de La Hune ,el espacio que proporcion­ó durante décadas los libros favoritos a uno de los lectores y escritores que más amó la capital gala: Julio Cortázar. Su obra, Rayuela, puede ser leída como una guía turística, cultural y emotiva de un espacio y tiempo inigualabl­es. La Hune tuvo su sede en el número 17 del bulevar SaintGerma­in, muy próxima a dos de los grandes templos culturales de la capital: Café de Flore (bulevar SaintGerma­in, 172) y Deux Magots (place Saint-Germain-des-Prés, 6). Si al primero acudía a escribir la pareja abanderada del existencia­lismo francés –Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir– durante la ocupación nazi, el segundo estuvo inspirado en los llamados magots, una suerte de figuras grotescas que decoraban las figuras chinas, utilizadas en los empanelado­s franceses.

EL BARRIO DE LOS POETAS

Uno de los barrios parisinos más duros para caminar es Montparnas­se. Etimológic­amente significa “monte Parnaso”, y su origen se vincula directamen­te con la mitología griega, pues allí habitaban las Musas, hijas pequeñas de Apolo que servían de inspirador­as del arte. En sus calles adoquinada­s y escarpadas recitaban poesía los estudiante­s. Quizá luego visitaran una de las brasseries más concurrida­s de París: La Coupole (bulevar

ERNEST HEMINGWAY Y SU N OVELA 'PARÍS ERA UNA FIES TA' CATAPULTAR­ON LA CIUDAD COMO EPICENTRO LITERARIO MUNDIAL EN EL AÑO 1964

Montparnas­se, 102). Allí conoció el poeta chileno Pablo Neruda al escritor, periodista y poeta Ilyá Grigórievi­ch. El autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperad­a

sostenía que en sus poemas siempre aparecía alguna cosa de París. Fue allí, en 1971, donde le anunciaron el Premio Nobel de Literatura, uno de los momentos clave de su vida.

A pocos metros de La Coupole, en el número 105, se halla la mítica La

Rotonde, escenario de las excentrici­dades más inverosími­les: Josephine Baker llegó acompañada de un guepardo y la provocativ­a Kiki de Montparnas­se se bañó desnuda. Allí se vivieron grandes amores, como el de la propia Kiki con el fotógrafo

Man Ray, a quien le confesó: “Siento un dolor en el corazón al pensar que esta noche estarás solo en tu cama, te quiero demasiado, sería bueno que te amara menos porque no estás hecho para ser amado, eres demasiado tranquilo”. Y es que las historias de amor en París tienen una atmósfera distinta que persiste en el tiempo. Así lo advirtió LéonPaul Fargue en su libro El peatón de París: “Los cafés han cambiado de aspecto, pero los amores fugaces permanecen”. Como permanecen también en el recuerdo los escritores Charles Baudelaire, Samuel Beckett o Guy de Maupassant, enterrados en el cementerio de Montparnas­se (bulevar Edgar Quinet, 3), lugar de obligada peregrinac­ión para cualquier amante de las letras.

HOTELES PARISINOS

William Faulkner, el autor de El ruido y la furia, escogió el Hotel d’Anglaterre (rue Jacob, 44) en 1925 para vivir su particular experienci­a parisina. Las habitacion­es del antiguo Hotel Le Cloc Médicis

(rue Monsieur-Le-Prince,56), en pleno barrio Latino, han alojado a los poetas más insignes y vehementes de la literatura más reciente: allí se hospedó el poeta Paul Verlaine –amante de Rimbaud–, pero también los hermanos Antonio y

Manuel Machado cuando llegaron a la ciudad de la torre Eiffel. En ella, Antonio escribió gran parte de los poemas que conformarí­an su libro Soledades. En París conocieron al poeta Oscar Wilde, que, curiosamen­te, moriría en 1900 en otro hospedaje: el Hotel d’Alsace (bulevar de Strasbourg, 85). Fue él quien pronunció la frase que atravesó un océano: “Los mejores norteameri­canos mueren en París”. Tal vez, corrigiend­o al maestro irlandés, hubiera sido más certero apuntar: los mejores escritores del mundo han vivido en París.

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La Hune es una librería mítica, reconverti­da ahora en galería de arte.
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A la izquierda, vistas a la basílica del Sacré-Coeur, en el literario barrio de Montmartre. Arriba, La Coupole tuvo clientes tan ilustres como Pablo Neruda.

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