Bodrios posmodernos
He ido a ver Art al teatro Goya. Es una obra divertidísima con tres personajes muy dispares y encarnados por tres actores fantásticos. La hora y pico que dura la obra oscila entre la sonrisa y la carcajada continua. Es también, mas allá de la broma, una reflexión sobre la posmodernidad, en su aspecto más esencial que es el
no relato. En la segunda mitad del siglo XX, el posmodernismo nos propone que se acabaron los grandes relatos. El relato marxista que nos prometía una sociedad justa e igualitaria. El relato cristiano que nos promete el paraíso a cambio de una vida de sufrimiento. El relato capitalista que nos promete una vida en la abundancia que nos hará felices. Y el relato racionalista que considera la razón como la panacea de la existencia.
A cambio, surgen los pequeños relatos, multitud de ellos. Y a continuación, para qué el artista va a decir, pintar o tocar algo. ¿Es acaso necesario? Así, John Cage interpreta una obra genial titulada 4’33’’, en tres actos y sin tocar una sola nota musical. El genial pintor Malévich pinta, blanco sobre blanco, que es sobre todo una composición blanca. Con la justificación de la posmodernidad nos hemos tragado unos bodrios en los que no pasaba nada. Y, ciertamente, si no pasa nada, pues no importa, pero si pasa, mejor, ¿no?
JAVIER CERECEDA
Sant Cugat del Vallès