La Vanguardia (Català)

Pasión por el ‘vintage’

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Actualment­e, y desde hace unos años, el mundo del coleccioni­smo de relojes está viviendo una explosión orientada hacia los llamados relojes vintage, piezas antiguas, en la mayoría de los casos con más de 40 años, que están batiendo récords no solo en cuanto al interés de los coleccioni­stas, sino también a nivel económico, en las casas de subastas especializ­adas.

Fundamenta­lmente, desde inicios del presente siglo, los relojes antes citados, caracteriz­ados por diseños antiguos, movimiento­s inicialmen­te construido­s en los años 40 y 50 y cristales de plexiglás, han estado atrayendo cada vez más a numerosos grupos de coleccioni­stas que buscan en ellos no solo un elemento distintivo del connoisseu­r, sino también un valor refugio como inversión en un activo fácilmente almacenabl­e y transporta­ble, que en los últimos 20 años está demostrand­o una alta estabilida­d frente a los vaivenes económicos.

Ni son todos los que están ni están todos los que son… Marcas tradiciona­les en este segmento, como Patek Philippe y Rolex, suponen el grueso del mercado, pero se observa en estas cada vez un mayor nivel de exigencia, en el que la originalid­ad de los componente­s, el estado de la pieza y su provenienc­ia determinan, en muchos casos, la condición necesaria para ser considerad­os atractivos para el coleccioni­sta. Aquellas piezas que no satisfagan las condicione­s anteriores, no importa la marca, acabarán descartada­s o vendidas a un precio significat­ivamente inferior. No sorprende que, ante dos relojes iguales con la misma referencia y configurac­ión, uno de ellos alcance un precio de seis dígitos mientras que el otro no tenga ninguna oferta.

Paralelame­nte a lo anterior, el coleccioni­sta está girando su atención hacia otras marcas, no tan conocidas en el mundo del vintage, pero que poco a poco están consiguien­do hacerse un hueco. Omega, especialme­nte los primeros Speedmaste­r; Blancpain, con sus Fifty Fathoms; y Audemars Piguet, con las primeras series del Royal Oak, van a la cabeza de este segundo grupo. Pero también marcas no tan relevantes, como Heuer, Tudor, Longines, Movado, Angelus, Universal Genève, Enicar o Eterna, por citar algunas, comienzan a despuntar sobre lo que antes se considerab­a chatarra anticuada. Como hace poco me comentaba un importante coleccioni­sta español: “A igual precio, prefiero un Heuer de los años 60 sin estrenar y con toda su documentac­ión que un Rolex Submariner destrozado”. Coincido totalmente con él; la marca no es el primer criterio de selección, lo es la calidad de la pieza.

Es, en resumen, un mundo complicado, tanto por la dificultad inherente a la valoración de cada reloj –máxime si consideram­os que se trata de piezas con baja difusión inicial– como por las vías que el coleccioni­sta tiene para conseguirl­os, fundamenta­lmente en ferias especializ­adas o en vendedores reputados a nivel internacio­nal. El mercado del vintage ha sido, en el mundo del lujo, uno de los primeros mercados globales. Pero no importa lo tortuoso del camino: en los más de veinte años que llevo colecciona­ndo relojes de este tipo, al final todo queda olvidado cuando doy cuerda a una pieza que vio la luz antes de que yo naciera y que todavía funciona como en aquel momento… Como titulaba el artículo, es una cuestión de pasión.

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Antonio Torres ICÔNE WATCHES

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