El calor del barrio

El calor humano del barrio de Barcelona en el que vivo es un regalo de incalculable valor. Los sociólogos lo han llamado de varias maneras, capital social, la sociedad red, etcétera. Pero lo cierto es que no se puede cuantificar, ni medir, algo que es extraordinario. Llevo varios años cuidando a mi marido de una enfermedad cruel y larga, que en los últimos meses le ha invalidado casi por completo hasta su reciente fallecimiento.

La gente de nuestro barrio ha estado siempre pendiente de nosotros, los vecinos de la escalera, Antonio el barbero y su mujer, los porteros del barrio, los floristas, los empleados de la panadería, los empleados de la óptica, los médicos, las urgencias y los empleados de la clínica, sin olvidarme del quiosquero Francisco.

El día a día de la persona que cuida a un enfermo es dura, triste y llena de pequeños retos logísticos que a veces parecen insuperables. Cosas simples como encender la calefacción están llenas de obstáculos cuando la dependencia del enfermo es total. Yo quería añadir que, en realidad, el calor humano no está en esos pequeños favores diarios sino en el cariño y apoyo que ello representa.

Es el calor humano lo que cuenta, y lo que convierte la vida de un barrio de Barcelona en algo extraordinario.

NURIA ALOMAR DE BORRÁS

Barcelona