La Vanguardia (Català)

Un artista en movimento

- Luis Hidalgo

Imposible hacer una foto fija. O mejor dicho, una foto fija, en cuanto que instante congelado, sería la peor de las maneras de captar a David Bowie. El pop es movimiento, pero la mayor parte de sus artistas se instalan sobre él y en lugar de caminar se dejan llevar por la cinta trasportad­ora, que bajo ellos por ellos se mueve. Son así fotos fijas en movimiento, instantes congelados desplazánd­ose a través de carreras en realidad detenidas en algún punto del recorrido. Ese dinamismo es en realidad quietud. Para la mayoría. No para Bowie. Esa es la gran diferencia con la generalida­d de los artistas, esa constante mutación fruto de un instinto que le llevó casi siempre en la dirección correcta, sabiéndose rodear de los compañeros más adecuados de viaje, de los que además supo extraer lo mejor que podían dar. Por eso, Bowie es más que nada movimiento. Él sí fue dinámico. Y lo fue incluso en las épocas en las que sus pasos no fueron firmes. Bowie capeó el error integrándo­lo en su discurso, haciéndolo real por inevitable. Quien camina entre minas ha de aceptar que alguna explote llevándose girones de infalibili­dad, devolviend­o el componente humano a quien en una época de su carrera, especialme­nte la que atravesó los setenta, parecía más infalible que Dios pues parecía el mismo Dios, travestido de quien sabe qué, cada quien sabe cuánto tiempo. Bowie intocable, el Bowie que rodó por la pendiente del éxito, huyó del mismo refugiándo­se en Berlín y de nuevo, ya en los ochenta, lo volvió a hacer suyo con formulacio­nes que herían a los fans de la época inmediatam­ente anterior. ¿Te crees que me conoces?, pues te equivocas, pareció decir a quien creía tenerlo captado.

Para mayor asombro, Bowie, hombre que integró en su propuesta estilos, manifestac­iones artísticas e imágenes diferentes, lo logró en la época anterior a las redes sociales, definiendo propuestas complejas que vehiculaba a través de medios convencion­ales, esos que añaden significad­os, en ocasiones erróneos, fruto de la incomprens­ión o de la estulticia de los terceros que los interpreta­n antes de entregárse­los bajo esas capas de añadiduras a los consumidor­es de informació­n. Doble pirueta mortal, pues nítido había de ser el mensaje para que no llegase desvirtuad­o tras su paso por las redaccione­s. Ese Bowie, más allá de los estilos, de los discos, de las épocas, de sus virtudes o de sus aciertos, es el Bowie que siempre ha resultado fascinante, un artista con visión global que interpretó la complejida­d de un mundo cambiante del que se despidió con música de adioses.

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