En primera persona
Recién llegada de trabajar en Filippiada, un campo de refugiados al oeste de Grecia, mi experiencia dista de corroborar los relatos de la prensa. Sin duda, existen diversas realidades y he tenido la suerte de vivir la versión más positiva. Vuelvo satisfecha e impresionada y con estas líneas me propongo romper dos lanzas, por los refugiados y por los griegos. De los primeros, quiero decir que de cerca son familias como las nuestras, a las que les ha tocado abandonarlo todo y que básicamente sienten miedo. He vivido el agradecimiento hacia los que les ayudan, la acogida para formar parte de esa comunidad multicultural, la elocuencia de la comunicación entre palabras, gestos y sonrisas.
De los griegos, puedo hablar de generosidad y de reactividad. A pesar de sufrir económicamente han sido capaces de tramitar la acogida de refugiados, organizar campos donde con la ayuda de entidades les ofrecen una vida digna mientras esperan la reubicación. Capaces de organizar sus escuelas para ceder unas horas lectivas a grupos de niños refugiados. Capaces de desarrollar o acoger proyectos (Habibi Works o OneLoveKitchen) donde la actividad es una herramienta para la inclusión.
Sirva este texto también para dar las gracias a quienes me han permitido vivir personalmente esta experiencia positiva que ha renovado mi fe en la humanidad.
LUISA GÜELL
Barcelona