El placer de conversar
Tengo suerte. Tengo amigas con las que todavía hablo por teléfono. Cuando las llamo a su móvil, lo cogen. Si no pueden responder en ese momento, encuentran la ocasión de devolver mi llamada, a lo sumo al día siguiente. Durante esas llamadas conversamos, establecemos un diálogo en el que nuestras voces, silencios y suspiros transmiten un mundo de sentimientos que los emoticonos no pueden sustituir.
No me dejan interminables mensajes de voz, como peroratas a las que yo respondería también con otras peroratas lanzadas a una pared. Ni yo uso los mensajes de texto para felicitarles el cumpleaños o preguntar qué tal el verano, pues me interesa su respuesta e interactuar con ellas.
Nuestro chat es una forma más de comunicación, divertida y complementaria de la llamada, pero no sustitutiva. Lo pasamos bien bromeando, a veces simplemente compartiendo chistes de otros, aunque no indiscriminadamente, con un cierto filtro de lo que nos puede interesar. Las más de las veces añadiendo cada una un comentario más ingenioso que el anterior. Visto el panorama actual, ¡tengo mucha suerte!
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