El lector exposa
Comer fuera de casa siendo celiaco
Me pasó el martes. Mi hija y yo buscábamos un restaurante de menú. Entramos en un bar que tenía buena pinta y antes de sentarnos pregunté a la camarera si ofrecían algún plato sin gluten, porque soy celiaca, diagnosticada hace un par de años.
Las personas celiacas no tenemos más remedio que preguntar y valorar –según la respuesta y acción del profesional que tenemos delante– si vamos a comer con seguridad y no pasaremos la tarde o los próximos tres días con dolor de estómago, descomposición, vómitos, tiritera, quizás fiebre, dermatitis y, por supuesto, afectación de nuestro ya lesionado intestino. El gluten es veneno para los celiacos.
Y aunque es de obligado cumplimiento el reglamento sobre información al consumidor, que establece la obligatoriedad de los establecimientos de restauración de informar sobre la presencia de catorce grupos de sustancias y alimentos, lo cierto es que en algunos restaurantes no saben ni lo que es el gluten, ni en qué alimentos se encuentra. Y, por supuesto, no han oído hablar de buenas prácticas en el almacenaje, preparación y servicio de los platos para evitar la temida contaminación cruzada. Suena muy complejo, pero no lo es.
En estos dos años de estrenada celiaquía, una ha aprendido a detectar conocimiento y profesionalidad. Y también lo contrario. He visto en algunos camareros expresiones de “no tengo ni idea”, y también personal que no disimula su molestia, como si fuera un capricho comer sin gluten. Pero lo del martes... lo del martes no me había pasado.
La respuesta de la camarera fue exactamente: “No sé, pero si no hay nada en el menú, te puedo hacer un bocadillo”.
PILAR CARMONA GIMENO
Terrassa