Ni santos ni inocentes
Cada vez que hay unas elecciones recuerdo la novela Los
santos inocentes, de Miguel Delibes, y la desgarradora película de Mario Camus. En ellas se narra la vida en la Extremadura rural de los años sesenta. Gracias a ellas entendí las fases de un duelo.
La primera es la negación, siendo adolescente fui incapaz de creer esa realidad en España. Después de hablar con mis padres y confirmarme que efectivamente era así, fue sustituida por la ira, odio hacia esas personas que les trataban como esclavos. Como en todo duelo que evoluciona pasé a la fase de negociación, porque quizás los señoritos no podían hacer más, y a la fase de depresión ¿cómo alguien podía tratar a un ser humano como un esclavo? Estas emociones con el tiempo se transformaron en aceptación. Asumí que hay personas que piensan que por derecho de sangre son mejores que las demás.
Duelo equivale a pérdida. La mía fue creer que todos piensan en la igualdad de las personas. Gracias a los esfuerzos de mis padres, unos santos inocentes, soy médico y sigo pensado y luchando por la igualdad.
Cuando llegan las elecciones busco los partidos en los que militaría el señorito Iván, a quien por cierto le gustaba montar a caballo, porque ya no somos ni santos ni inocentes y sí dueños de nuestro destino.
JOSÉ LUIS BRAVO CORRALES
El Prat de Llobregat