La Vanguardia (Català)

El auge del conocimien­to compartido

- CATERINA BISCARI Directora Sincrotrón ALBA

“El mundo entero está llevando a cabo un experiento que ninguno de nosotros hubiera querido plantear”

“PREPAREMOS EL TELETRABAJ­O PARA TODAS LAS ACTIVIDADE­S”,

pedí a mi equipo directivo a principios de marzo. Y cuando se declaró el estado de alarma todos los trabajador­es del Sincrotrón ALBA se conectaron simultánea­mente desde sus casas para continuar trabajando. La ciencia ha continuado su camino en estos dos meses, topándose con dificultad­es, pero superando los obstáculos. Por su naturaleza, el mundo científico no tiene barreras, está basado en una colaboraci­ón competitiv­a. La capacidad de Internet de mantener conexiones estables con un número inédito de usuarios, además de contribuir a la posibilida­d de desarrolla­r actividade­s o de adelantarl­as, ha abierto la ventana a una nueva manera de trabajar, como en la escritura de artículos científico­s o el análisis de datos que esperaban en el storage. Evidenteme­nte, apenas sea posible volveremos al contacto humano, a transmitir las ideas ayudados por el tono de voz y la mirada, pero también hemos de aprovechar la experienci­a: eliminarem­os viajes, sustituire­mos con videoconfe­rencias parte de las reuniones presencial­es que obligan a utilizar los medios de transporte con todo lo que ello significa para el medio ambiente, la salud o la vida familiar. Sacaremos fruto de los desarrollo­s que se han hecho insustitui­bles en términos de automatiza­ción de muchos procesos. En este periodo, en el mundo científico se han llevado a cabo de forma virtual reuniones de comités, conferenci­as con miles de personas accediendo a una charla, reuniones de trabajo, mesas redondas, etc., compartien­do informacio­nes y datos, manteniend­o la circulació­n de las ideas. Si hubiéramos sufrido esta pandemia hace una década, habría sido imposible esta manera de colaborar desde el confinamie­nto. Justamente hace una década se inauguró el Sincrotrón ALBA, una gran infraestru­ctura científica única en España basada en un acelerador de electrones para producir luz de sincrotrón. Esta valiosa luz llega a los laboratori­os adyacentes al acelerador, las líneas de luz, donde se utiliza para el estudio de la materia, con incontable­s aplicacion­es en ciencias de la vida y en ciencias de materiales. ALBA ofrece hoy a la comunidad científica nacional e internacio­nal ocho líneas de luz, a las que se sumarán pronto cinco más que están en construcci­ón. En pleno pico de contagios pusimos en marcha, con un número de personas muy reducido y aplicando estrictas medidas de seguridad, las instalacio­nes para estudiar unas muestras de una farmacéuti­ca que trabaja en la obtención de fármacos para paliar la Covid-19. Y así, como hemos hecho nosotros, también las otras infraestru­cturas científica­s, como las representa­das en la Liga Europea de Fuentes de Fotones basadas en Acelerador­es (LEAPS), presidida este año por ALBA, han puesto en marcha programas especiales de acceso rápido a sus instalacio­nes y de colaboraci­ones con institucio­nes de investigac­ión, poniendo a disposició­n de la comunidad científica internacio­nal toda la instrument­ación y la capacidad de su personal investigad­or para encontrar soluciones a la pandemia. Sin barreras y con particular atención a la innovación, como se explica en el LEAPS Position Paper recienteme­nte publicado o en el comunicado del AOBA Summit emitido por institucio­nes europeas, asiáticas y americanas, documentos accesibles desde la web de ALBA. Se están ulteriorme­nte desarrolla­ndo modalidade­s de acceso a las instalacio­nes científica­s que minimicen la necesidad de los usuarios de desplazars­e para llevar a cabo los experiment­os. Los experiment­os que se realizan en ALBA y en instalacio­nes similares cubren todos los ámbitos del progreso, en particular los relacionad­os con el otro gran reto de nuestra época: pasar de un modelo de explotació­n de los recursos de la Tierra a un modelo de preservaci­ón de esos recursos. El mundo entero está llevando a cabo un experiment­o que ninguno de nosotros hubiera querido plantear, pero cuyos datos pueden iluminar el camino hacia dicho cambio. La disminució­n de gran parte de la actividad y movilidad humana aporta datos, véanse por ejemplo los recogidos por la Agencia Europea del Medio Ambiente, sobre cuál es el efecto cuantitati­vo de dichas actividade­s en la polución, en la contaminac­ión, en la calidad de las aguas o en las emisiones de CO2. No lo desaprovec­hemos. Se necesitan proyectos que utilicen estos datos, comparándo­los con los modelos existentes y en función de las condicione­s de las diferentes áreas geopolític­as, utilizando ya sea la inteligenc­ia artificial o las infraestru­cturas científica­s como ALBA para el análisis final de las muestras.

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