El auge del conocimiento compartido
“El mundo entero está llevando a cabo un experiento que ninguno de nosotros hubiera querido plantear”
“PREPAREMOS EL TELETRABAJO PARA TODAS LAS ACTIVIDADES”,
pedí a mi equipo directivo a principios de marzo. Y cuando se declaró el estado de alarma todos los trabajadores del Sincrotrón ALBA se conectaron simultáneamente desde sus casas para continuar trabajando. La ciencia ha continuado su camino en estos dos meses, topándose con dificultades, pero superando los obstáculos. Por su naturaleza, el mundo científico no tiene barreras, está basado en una colaboración competitiva. La capacidad de Internet de mantener conexiones estables con un número inédito de usuarios, además de contribuir a la posibilidad de desarrollar actividades o de adelantarlas, ha abierto la ventana a una nueva manera de trabajar, como en la escritura de artículos científicos o el análisis de datos que esperaban en el storage. Evidentemente, apenas sea posible volveremos al contacto humano, a transmitir las ideas ayudados por el tono de voz y la mirada, pero también hemos de aprovechar la experiencia: eliminaremos viajes, sustituiremos con videoconferencias parte de las reuniones presenciales que obligan a utilizar los medios de transporte con todo lo que ello significa para el medio ambiente, la salud o la vida familiar. Sacaremos fruto de los desarrollos que se han hecho insustituibles en términos de automatización de muchos procesos. En este periodo, en el mundo científico se han llevado a cabo de forma virtual reuniones de comités, conferencias con miles de personas accediendo a una charla, reuniones de trabajo, mesas redondas, etc., compartiendo informaciones y datos, manteniendo la circulación de las ideas. Si hubiéramos sufrido esta pandemia hace una década, habría sido imposible esta manera de colaborar desde el confinamiento. Justamente hace una década se inauguró el Sincrotrón ALBA, una gran infraestructura científica única en España basada en un acelerador de electrones para producir luz de sincrotrón. Esta valiosa luz llega a los laboratorios adyacentes al acelerador, las líneas de luz, donde se utiliza para el estudio de la materia, con incontables aplicaciones en ciencias de la vida y en ciencias de materiales. ALBA ofrece hoy a la comunidad científica nacional e internacional ocho líneas de luz, a las que se sumarán pronto cinco más que están en construcción. En pleno pico de contagios pusimos en marcha, con un número de personas muy reducido y aplicando estrictas medidas de seguridad, las instalaciones para estudiar unas muestras de una farmacéutica que trabaja en la obtención de fármacos para paliar la Covid-19. Y así, como hemos hecho nosotros, también las otras infraestructuras científicas, como las representadas en la Liga Europea de Fuentes de Fotones basadas en Aceleradores (LEAPS), presidida este año por ALBA, han puesto en marcha programas especiales de acceso rápido a sus instalaciones y de colaboraciones con instituciones de investigación, poniendo a disposición de la comunidad científica internacional toda la instrumentación y la capacidad de su personal investigador para encontrar soluciones a la pandemia. Sin barreras y con particular atención a la innovación, como se explica en el LEAPS Position Paper recientemente publicado o en el comunicado del AOBA Summit emitido por instituciones europeas, asiáticas y americanas, documentos accesibles desde la web de ALBA. Se están ulteriormente desarrollando modalidades de acceso a las instalaciones científicas que minimicen la necesidad de los usuarios de desplazarse para llevar a cabo los experimentos. Los experimentos que se realizan en ALBA y en instalaciones similares cubren todos los ámbitos del progreso, en particular los relacionados con el otro gran reto de nuestra época: pasar de un modelo de explotación de los recursos de la Tierra a un modelo de preservación de esos recursos. El mundo entero está llevando a cabo un experimento que ninguno de nosotros hubiera querido plantear, pero cuyos datos pueden iluminar el camino hacia dicho cambio. La disminución de gran parte de la actividad y movilidad humana aporta datos, véanse por ejemplo los recogidos por la Agencia Europea del Medio Ambiente, sobre cuál es el efecto cuantitativo de dichas actividades en la polución, en la contaminación, en la calidad de las aguas o en las emisiones de CO2. No lo desaprovechemos. Se necesitan proyectos que utilicen estos datos, comparándolos con los modelos existentes y en función de las condiciones de las diferentes áreas geopolíticas, utilizando ya sea la inteligencia artificial o las infraestructuras científicas como ALBA para el análisis final de las muestras.