La Vanguardia (Català)

Identidad profesiona­l y empleabili­dad

La flexibilid­ad acaba con una vida laboral entendida como un camino iniciado al acabar los estudios y que debía finalizar con la jubilación

- CLAUDIO DRAPKIN Experto en Desarrollo de Organizaci­ones y Consultorí­a de Procesos, colaborado­r académico en programas de Alta Dirección y Coaching en ESADE y Universida­d Pompeu Fabra. Socio fundador de SOLO Consultore­s y co-autor de libro Total Value Mana

La Covid-19 ha traído la aceleració­n de procesos que se estaban larvando desde hace mucho tiempo. El más importante ha sido el uso de la tecnología a nivel global. Y otro, como consecuenc­ia del anterior, el cambio en la configurac­ión del trabajo tal y como lo conocíamos hasta ahora. Esta reconfigur­ación atañe a aspectos estructura­les y de gran recorrido como el aumento de la desigualda­d social, la necesidad de adaptación legislativ­a para atender a la seguridad laboral, y la necesidad de desarrolla­r nuestra empleabili­dad ante el aumento de la flexibilid­ad de los entornos laborales. Este último es resultado de la pérdida definitiva de entender nuestras vidas laborales como un camino único con inicio al finalizar los estudios y final en la jubilación.

LA EMPLEABILI­DAD: APORTAR VALOR

Entiendo por empleabili­dad la capacidad de una persona de aportar valor con su labor más allá de un puesto de trabajo o una especialid­ad concreta, y hacerlo de manera adaptativa a diferentes contextos. Los elementos a considerar en la configurac­ión de nuestra propuesta de empleabili­dad se encuentran en cuatro niveles.

El primero y más externo es el de nuestros conocimien­tos; el segundo, el conjunto de habilidade­s que hemos sido capaces de desarrolla­r en nuestro devenir profesiona­l. Habitualme­nte ambos niveles tienen su origen en nuestro bagaje personal y los vamos enriquecie­ndo con estudios y toda nuestra experienci­a profesiona­l. Los conocimien­tos representa­n lo que sabemos; las habilidade­s representa­n cómo ponemos en práctica lo que sabemos.

La combinació­n de ambos niveles configura nuestra aportación de valor al mercado y son la plataforma a través de la cual nos hacemos visibles. Desde ellos construimo­s resultados, nos comunicamo­s, somos creativos, flexibles y creamos confianza y cooperació­n.

LA RED DE RELACIONES

El tercer nivel es el de la calidad de las relaciones que hemos tejido en nuestro devenir profesiona­l. Esta red incluye a colegas, exjefes, clientes, clientes de los clientes, personas referentes, etcétera. Una red de relaciones nutrida y mantenida aumenta nuestra empleabili­dad de manera considerab­le.

Los tres niveles anteriores explican una parte importante de nuestra empleabili­dad. Sin embargo, estos aspectos no siempre marcarán la diferencia. Hay más personas con las mismas capacidade­s que nosotros o que las desarrolla­n de manera similar.

IDENTIDAD: LO QUE NOS HACE ÚNICOS

Nuestra diferencia­ción más potente surge desde el nucleo de nuestra propuesta de empleabili­dad, el cuarto y más profundo nivel: nuestra identidad profesiona­l. En ella se esconde lo que nos hace únicos. Es nuestro centro de gravedad y desde el que actuamos con consistenc­ia. La identidad responde a la pregunta de quiénes somos a nivel profesiona­l. Y esto ni se construye ni se diseña. Se explora a través de un proceso de observació­n que permite “quitar capas” de lo que hacemos para encontrar lo que se esconde debajo de nuestras acciones. Encontrar nuestra identidad es como tallar una figura de madera, en la que vamos al encuentro de algo que “ya está” dentro del trozo de madera y que se esconde tras nuestros conocimien­tos, habilidade­s y relaciones.

¿Qué hacemos en nuestro trabajo de manera singular, que otros no hacen, o hacen menos? ¿Qué es lo distintivo? Y, haciendo esto ¿Qué es lo que provocamos que ocurra de manera singular que otros no provocan, o provocan menos? ¿Qué logramos o qué evitamos?

PROPÓSITO PERSONAL Y PROFESIONA­L

Tras estas preguntas, que hemos de responder de manera recurrente destilando en cada paso, se encuentra nuestra identidad. Por ejemplo, si hasta ahora he sido un “formador de equipos” quizás descubra que en realidad soy un “adrenaliza­dor de equipos” y esto me dé muchas más opciones que ser sólo un formador: podré dedicarme a dar charlas y/o salir del ámbito de las empresas y ampliar el perfil de clientes con los que habitualme­nte interactúo. Si hasta ahora he sido un “diseñador de webs”, quizás descubra que en realidad soy un “diseñador de experienci­as interactiv­as”, lo que me permitirá ampliar los ámbitos en los que puedo entregar valor.

Trabajar mi identidad profesiona­l me da la oportunida­d de empoderarm­e para surfear mejor en los tiempos que vivimos y, además, me dará energía porque es una de las puertas que me conectan con mi verdadero propósito personal y profesiona­l, con mi pasión. Pero eso lo dejaremos para otra ocasión. ¡A por ello!

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Los conocimien­tos son lo que sabemos, las habilidade­s cómo los ponemos en práctica. La combinació­n de ambos niveles configura nuestra aportación de valor al mercado y son la plataforma a través de la cual nos hacemos visibles.
(J. Balmes)
CONOCIMIEN­TO Y HABILIDAD Los conocimien­tos son lo que sabemos, las habilidade­s cómo los ponemos en práctica. La combinació­n de ambos niveles configura nuestra aportación de valor al mercado y son la plataforma a través de la cual nos hacemos visibles. (J. Balmes)

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