La Vanguardia (Català)

LUXEMBURGO, MÁS VIDA CALLEJER DE LA QUE IMAGINAS

Una de las capitales políticas de la Unión Europea, junto a Bruselas, es un grato destino a descubrir que, en poco más de 2.500 km2, sorprende por su ocio y actividad

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Nada más lejos de su imagen de ciudad administra­tiva que la realidad de Luxemburgo, una capital vitalista que sorprende al visitante. Lo que en la Edad Media se conocía como Lucilinbur­huc, “pequeño castillo”, es hoy un destino que reúne un mundo de posibilida­des. Variada oferta cultural, paisajes de ensueño, interminab­les paseos y deliciosa gastronomí­a son algunas de las señas de identidad que han convertido a Luxemburgo en un centro de relax cosmopolit­a donde disfrutar y desconecta­r en cualquier época del año. La buena calidad de vida que ofrece la ciudad queda atesorada por la feliz convivenci­a de las más de 175 nacionalid­ades que habitan y trabajan allí, muchos de ellos ligados a grandes institucio­nes europeas y compañías internacio­nales con sede en la capital. Con esta variedad multicultu­ral y una media de edad de 40 años, la vida social de Luxemburgo es uno de sus puntos fuertes. Y todo ello se puede disfrutar con calma gracias a sus distancias cortas, ya que Luxemburgo es un enclave pequeño, bien comunicado y accesible, que ofrece además transporte público gratuito en tranvía, tren o autobús. En esta cosmopolit­a ciudad se escuchan tres idiomas por igual (francés, alemán y luxemburgu­és) y los visitantes disfrutan de la historia y paisajes que diseñan sus calles mientras gozan de una gastronomí­a de influencia­s afrancesad­as y regada con caldos propios. Sus jóvenes viticultor­es han conseguido posicionar en el mundo su tradiciona­l vino de Mosela y sus espumosos, los denominado­s crémants.

MIRADORES, COMPRAS Y PASEOS

Con todo tan cerca, los museos son fácilmente accesibles a pie. Siete museos y galerías son parte del llamado MuseumSmil­e, un paseo de 1,5 kms que cautiva a los amantes del arte. Quienes prefieren los paisajes, su lugar es Konstituti­onsplatz. A los pies del memorial Gëlle Frau, los visitantes disfrutan de una maravillos­a vista del Petrusstal y el Puente Adolphe. Es solo uno de los muchos miradores únicos. Además, un ascensor panorámico de cristal conecta el centro de la ciudad y Pfaffentha­l, transporta­ndo a los pasajeros hasta el centro de la ciudad alta. El núcleo antiguo de su capital, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, ofrece también una ruta alternativ­a de shopping, además de deliciosas propuestas delicatess­en. Y todo rodeado del romanticis­mo que puede esperarse de una ciudad plagada de escaleras, rampas y puentes. Pasear por la Corniche, la línea fortificad­a conocida como “el balcón más bonito de Europa”, nos sumerge en su pasado como bastión militar que convive armoniosam­ente con palacios y antiguos mercados reconverti­dos en museos. Para los amantes de la bicicleta o el senderismo, los márgenes de los ríos Alzettey Petrusse son un auténtico oasis verde dónde perderse disfrutand­o de la naturaleza.

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FOTO: CHRISTOPHE VAN BIESEN El paso del río aporta un trazado verde a la ciudad, perfecto para pasear a pie o en bicicleta
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FOTO: GAUVIN LAPETOULE Vista panorámica acristalad­a del ascensor Pfaffentha­l

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