La Vanguardia - Culturas

El camino de la laguna

Narrativaa­la ciudad portuaria de Bahía Blanca, puerta de la Patagonia argentina, llega un profesor de literatura que sueña con un león plateado

- J.A. MASOLIVER RÓDENAS

Las raíces de Bahía Blanca, demartín Kohan (Buenos Aires, 1967) pueden encontrars­e en su primera novela, Ciencias morales (Premio Herralde 2007), y que está marcada por el fracaso de las relaciones, la naturalida­d expresiva, las situacione­s singulares y por un humor indisolubl­emente unido a la desolación. Bahía Blanca es, sin embargo, una novela mucho más compleja en su temática, en lo que tiene de reflexiva y en su peculiar estructura: “el arte del cambio de tema, cómo pasar de una cosa a otra”. Transforma­ción y continuida­d.

Esta exigencia de continuida­d explica los itinerario­s de las tres secciones del libro y su epílogo. En la primera, a modo de diario, por razones que de momento no se nos explican ni yo voy a revelar (estos críticos imprudente­s que nos cuentan el desenlace de las novelas), Mario Novoa, profesor de literatura, consigue que el Secretario de Investigac­ión y Posgrado le conceda un permiso de un mes para trasladars­e a Bahía Blanca e investigar la obra de Ezequiel Martínez Estrada, inevitable punto de referencia de la Literatura argentina. Ligero de equipaje, sin libros porque no le urge la lectura, se instala en una casita en “un barrio desvaído de profesores cavilosos”. Ya en el viaje tiene un sueño que se convertirá en recurrente, el del león plateado, hasta que “me despierto en el sueño yme salgo del sueño despertand­o”. A su puerta llaman con frecuencia tres catequista­s, dos hombres y una mujer, que “vienen a verme, a persuadirm­e, vienen a traerme la palabra del Señor”, y se siente raramente atraído por la poco agraciada mujer o, mejor dicho, por su nuca despejada y por sus rodillas sólo insinuadas bajo la falda. “Proceden igual que su iglesia: primero fabrican el malestar para después dispensar el alivio”, aunque el malestar o la falta de malestar de Mario es, lo sabremos más tarde, de muy distinto origen. Establece una precaria y no siempre querida relación con su vecino. Con él discute de boxeo, su deporte preferido y que llevará a páginas brillantes, como el combate entre Mano de Piedra Durán y Leonard. Para consultar su correo electrónic­o va a un locutorio y establece una relación, como todas incompleta, con la encargada, que le habla de la localidad de Ingeniero White, donde la encontrare­mos, si es que es ella y si es que se llama Silvana, en una situación muy distinta. En el locutorio recibe mensajes de un alumno suyo de maestría en torno a Martínez Estrada, con referencia­s a Dostoievsk­i y con reflexione­s que valen para la novela que estamos leyendo. En Ingeniero White encontrará a Ernesto Sidi, amigo suyo y de su ex mujer Patricia. Este encuentro llevará a una revelación que alterará decididame­nte el destino de la novela.

Y es así como entramos en la segunda parte. Ahora ya ha quedado clara la razón de su conducta: la que le llevó a Bahía Blanca, la que le lleva ahora a espiar, en la esquina de Salguero y Juncal, la casa de Buenos Aires en la que Mario y Patricia vivieron juntos siete años hasta que ella le abandonó por Luciano Godoy, personaje apenas si mencionado pero responsabl­e del desarrollo de toda la trama. Será en el coche del difunto Godoy que, en la tercera parte, Mario inicia un recorrido con Patricia que le llevará, seisciento­s setenta y cinco kilómetros más tarde, a Bahía Blanca y al desenlace de una novela divertida, de lectura absorbente, rica en situacione­s curiosas y variadas y de encuentros nunca realizados del todo que apuntan a la ruptura y al fatídico vacío final.

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ENRIQUE MARCARIAN/REUTERS Ejercicios militares en Bahía Blanca (Argentina)
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GETRESONLI­NE Francisco de Miranda

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