De los tipos góticos al ordenador
Memoria histórica del tipografía
En la actualidad estamos familiarizados con una gran variedad de letras de diseños muy distintos. Pese a que lógicamente existen convenciones y ciertas prácticas que facilitan una mejor percepción de las distintas tipografías, nos enfrentamos a ellas con normalidad, en ámbitos y soportes diferentes, sin prestar excesiva atención a su origen o a las particularidades de su diseño, y sin advertir los usos para los que originariamente fueron creadas. La difusión de los ordenadores propició que millones de personas iniciaran una relación mucho más directa con la tipografía y se educaran en el trato de un amplio repertorio de diseños, pero esta adaptación a los diferentes tipos de letra forma parte de lo que podríamos llamar la memoria histórica, y es el resultado de la convivencia con todas aquellas variantes que progresivamente se fueron introduciendo desde la invención del arte tipográfico. De hecho, la historia de la tipografía incluye numerosos ejemplos que muestran la difícil aceptación que en su momento tuvieron ciertas innovaciones estilísticas, así como la voluntad de satisfacer los hábitos de los lectores, que se revela en la continuidad que en general ha caracterizado la creación de tipos de imprenta.
Cabe recordar que los tipos góticos que se usaron en los primeros impresos a mediados del siglo XV imitaban fielmente la letra de la Biblia y de los misales manuscritos alemanes de la época, básicamente porque era la que el público lector identificaba con mayor facilidad. Pero cuando los artesanos que difundían el nuevo arte tipográfico llegaron a la Italia del Renacimiento se dieron cuenta de que sus letras angulosas no eran del gusto local y tuvieron que diseñar una nuevagótica más redondeadade acuerdo con los modelos manuscritos a los que sus nuevos clientes estaban habituados. Del mismo modo, el contexto cultural que los impresores alemanes encontraron en los países meridionales propició el nacimiento de una nueva letra, inspirada en la minúscula neocarolongia que habían popularizado los círculos humanistas, y que se denominó romana en referencia al lugar de su aparición inicial. Estos tipos tuvieron una rápida expansión y en pocos años se grabaron algunas variantes que sirvieron de inspiración a Francesco Griffo, quien cortó los tipos que el impresor veneciano Aldo Manuzio popularizó gracias al éxito internacional de su actividad editorial. El modelo aldino se convirtió en el canon de la letra romana, tanto en la forma re- donda como en la cursiva, y fue tomado como referente por los grandes grabadores franceses y flamencos, como Claude Garamond, cuyos diseños permanecieron como el estilo dominante durante casi doscientos años.
Nofue hasta el siglo XVIII cuando se gestaron las primeras propuestas para racionalizar el diseño de tipos y revisar los antiguos modelos humanísticos. En esos años se favoreció la aparición de variantes tipográficas nacionales, incluso en países tradicionalmente dependientes de la importación de material tipográfico, como España e Inglaterra. En Londres, el armero William Caslon se especializó en la fabricación de tipos tomando comoreferente los modelos holandeses que desde el siglo anterior se usaban en las imprentas del país. Pero la primera aportación original inglesa se debió a John Baskerville, quien modificó la tradicional romana antigua según las nuevas tendencias que se imponían en Europa y el efecto de la escritura ma- nual del país. Sin embargo la conservadora sociedad británica de la época prefería las formas tradicionales de Caslon y no apreciaba las novedades de los diseños de Baskerville, que incluso fue acusado de querer dejar ciegos a los lectores por el efecto que producía el contraste entre los trazos finos y gruesos de sus letras y el cansancio que producía la lectura continuada de sus obras.
Las innovaciones tipográficas del siglo XVIII culminaron en los caracteres modernos de Didot y Bodoni. Estos diseños, caracterizados por un gran contraste entre trazos y unos terminales extremadamente largos y delgados, no sólo pasaron a dominar la producción europea sino que fueron también la inspiración para las nuevas tipologías del siglo XIX. Las necesidades de la nueva sociedad surgida de la Revolución Industrial habían forzado la aparición de nuevos impresos, indispensables para satisfacer la demanda de un material más visual, dirigido muchas veces a personas no habituadas a la lectura. Estos impresos, como periódicos, anuncios o carteles, requerían un material tipográfico más llamativo y que pudiera articular la información adecuadamente en cada uno de los medios y formatos. La desviación de la norma que implicaban los estilos modernos abrió el camino para que a los tipos de lectura se añadieran otros para la realización de titulares y textos llamativos y, de este modo, a partir de una infinidad de variaciones y exageraciones de este modelo, aparecieron las letras negritas, los caracteres de fantasía, las egipcias o las letras de palo seco.
Esta revolución tipográfica generó un buen número de reacciones contrarias, como la liderada por William Morris, que proponían recuperar los antiguos niveles de calidad y la implantación de un nuevo tipo de letra inspirado en las formas del pasado. Pero la irrupción de la amplia variedad de carácteres que acabaron con el dominio exclusivo de los tipos de lectura inició el camino a la diversidad estilística que caracterizó el siglo siguiente. Este nuevo contexto fue posible gracias a los avances tecnológicos porque, en realidad, la producción de tipos siempre había sido lenta y de una gran dificultad. Debe considerarse que las mismas técnicas artesanas que se usaron con la invención del arte de la imprenta pervivieron durante más de cuatro siglos, y sólo pudieron mecanizarse con el perfeccionamiento de las técnicas pantográficas y su exitosa aplicación a las máquinas de composición en caliente. La necesidad de proveer con buenos tipos las nuevas maquinarias originó la tendencia historicista característica del siglo XX, especialmente incentivada por la industria gráfica, con el objetivo de estudiar las antiguas formas de letras e impulsar versiones adaptadas. De forma paralela, las nuevas corrientes tipográficas, vinculadas en gran medida a los movimientos artísticos, recurrieron también a unos modelos ya existentes, las letras de palo seco, que aunque menos antiguas habían surgido en el siglo anterior en el ámbito de la publicidad.
La búsqueda de nuevas formas, en general a partir de las ya existentes, ha continuado intacta, pese a que con la revolución digital la tipografía abrió sus puertas de par en par y un buen número de diseñadores pudieron generar nuevas fuentes sin necesidad de una formación previa. Las formas de las letras ya no fueron exclusivamente reinterpretaciones de los antiguos tipos de imprenta sino que pasaron a ser un terreno inagotable para la experimentación.