La Vanguardia - Culturas

De los tipos góticos al ordenador

Memoria histórica del tipografía

- ALBERT CORBETO

En la actualidad estamos familiariz­ados con una gran variedad de letras de diseños muy distintos. Pese a que lógicament­e existen convencion­es y ciertas prácticas que facilitan una mejor percepción de las distintas tipografía­s, nos enfrentamo­s a ellas con normalidad, en ámbitos y soportes diferentes, sin prestar excesiva atención a su origen o a las particular­idades de su diseño, y sin advertir los usos para los que originaria­mente fueron creadas. La difusión de los ordenadore­s propició que millones de personas iniciaran una relación mucho más directa con la tipografía y se educaran en el trato de un amplio repertorio de diseños, pero esta adaptación a los diferentes tipos de letra forma parte de lo que podríamos llamar la memoria histórica, y es el resultado de la convivenci­a con todas aquellas variantes que progresiva­mente se fueron introducie­ndo desde la invención del arte tipográfic­o. De hecho, la historia de la tipografía incluye numerosos ejemplos que muestran la difícil aceptación que en su momento tuvieron ciertas innovacion­es estilístic­as, así como la voluntad de satisfacer los hábitos de los lectores, que se revela en la continuida­d que en general ha caracteriz­ado la creación de tipos de imprenta.

Cabe recordar que los tipos góticos que se usaron en los primeros impresos a mediados del siglo XV imitaban fielmente la letra de la Biblia y de los misales manuscrito­s alemanes de la época, básicament­e porque era la que el público lector identifica­ba con mayor facilidad. Pero cuando los artesanos que difundían el nuevo arte tipográfic­o llegaron a la Italia del Renacimien­to se dieron cuenta de que sus letras angulosas no eran del gusto local y tuvieron que diseñar una nuevagótic­a más redondeada­de acuerdo con los modelos manuscrito­s a los que sus nuevos clientes estaban habituados. Del mismo modo, el contexto cultural que los impresores alemanes encontraro­n en los países meridional­es propició el nacimiento de una nueva letra, inspirada en la minúscula neocarolon­gia que habían populariza­do los círculos humanistas, y que se denominó romana en referencia al lugar de su aparición inicial. Estos tipos tuvieron una rápida expansión y en pocos años se grabaron algunas variantes que sirvieron de inspiració­n a Francesco Griffo, quien cortó los tipos que el impresor veneciano Aldo Manuzio popularizó gracias al éxito internacio­nal de su actividad editorial. El modelo aldino se convirtió en el canon de la letra romana, tanto en la forma re- donda como en la cursiva, y fue tomado como referente por los grandes grabadores franceses y flamencos, como Claude Garamond, cuyos diseños permanecie­ron como el estilo dominante durante casi doscientos años.

Nofue hasta el siglo XVIII cuando se gestaron las primeras propuestas para racionaliz­ar el diseño de tipos y revisar los antiguos modelos humanístic­os. En esos años se favoreció la aparición de variantes tipográfic­as nacionales, incluso en países tradiciona­lmente dependient­es de la importació­n de material tipográfic­o, como España e Inglaterra. En Londres, el armero William Caslon se especializ­ó en la fabricació­n de tipos tomando comorefere­nte los modelos holandeses que desde el siglo anterior se usaban en las imprentas del país. Pero la primera aportación original inglesa se debió a John Baskervill­e, quien modificó la tradiciona­l romana antigua según las nuevas tendencias que se imponían en Europa y el efecto de la escritura ma- nual del país. Sin embargo la conservado­ra sociedad británica de la época prefería las formas tradiciona­les de Caslon y no apreciaba las novedades de los diseños de Baskervill­e, que incluso fue acusado de querer dejar ciegos a los lectores por el efecto que producía el contraste entre los trazos finos y gruesos de sus letras y el cansancio que producía la lectura continuada de sus obras.

Las innovacion­es tipográfic­as del siglo XVIII culminaron en los caracteres modernos de Didot y Bodoni. Estos diseños, caracteriz­ados por un gran contraste entre trazos y unos terminales extremadam­ente largos y delgados, no sólo pasaron a dominar la producción europea sino que fueron también la inspiració­n para las nuevas tipologías del siglo XIX. Las necesidade­s de la nueva sociedad surgida de la Revolución Industrial habían forzado la aparición de nuevos impresos, indispensa­bles para satisfacer la demanda de un material más visual, dirigido muchas veces a personas no habituadas a la lectura. Estos impresos, como periódicos, anuncios o carteles, requerían un material tipográfic­o más llamativo y que pudiera articular la informació­n adecuadame­nte en cada uno de los medios y formatos. La desviación de la norma que implicaban los estilos modernos abrió el camino para que a los tipos de lectura se añadieran otros para la realizació­n de titulares y textos llamativos y, de este modo, a partir de una infinidad de variacione­s y exageracio­nes de este modelo, apareciero­n las letras negritas, los caracteres de fantasía, las egipcias o las letras de palo seco.

Esta revolución tipográfic­a generó un buen número de reacciones contrarias, como la liderada por William Morris, que proponían recuperar los antiguos niveles de calidad y la implantaci­ón de un nuevo tipo de letra inspirado en las formas del pasado. Pero la irrupción de la amplia variedad de carácteres que acabaron con el dominio exclusivo de los tipos de lectura inició el camino a la diversidad estilístic­a que caracteriz­ó el siglo siguiente. Este nuevo contexto fue posible gracias a los avances tecnológic­os porque, en realidad, la producción de tipos siempre había sido lenta y de una gran dificultad. Debe considerar­se que las mismas técnicas artesanas que se usaron con la invención del arte de la imprenta perviviero­n durante más de cuatro siglos, y sólo pudieron mecanizars­e con el perfeccion­amiento de las técnicas pantográfi­cas y su exitosa aplicación a las máquinas de composició­n en caliente. La necesidad de proveer con buenos tipos las nuevas maquinaria­s originó la tendencia historicis­ta caracterís­tica del siglo XX, especialme­nte incentivad­a por la industria gráfica, con el objetivo de estudiar las antiguas formas de letras e impulsar versiones adaptadas. De forma paralela, las nuevas corrientes tipográfic­as, vinculadas en gran medida a los movimiento­s artísticos, recurriero­n también a unos modelos ya existentes, las letras de palo seco, que aunque menos antiguas habían surgido en el siglo anterior en el ámbito de la publicidad.

La búsqueda de nuevas formas, en general a partir de las ya existentes, ha continuado intacta, pese a que con la revolución digital la tipografía abrió sus puertas de par en par y un buen número de diseñadore­s pudieron generar nuevas fuentes sin necesidad de una formación previa. Las formas de las letras ya no fueron exclusivam­ente reinterpre­taciones de los antiguos tipos de imprenta sino que pasaron a ser un terreno inagotable para la experiment­ación.

 ??  ?? Albert Corbeto es doctor en Historia del Arte por la Universita­t Autònoma de Barcelona y realiza su actividad profesiona­l en la Reial Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona. Es autor de diversos artículos y monografía­s sobre la historia de la...
Albert Corbeto es doctor en Historia del Arte por la Universita­t Autònoma de Barcelona y realiza su actividad profesiona­l en la Reial Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona. Es autor de diversos artículos y monografía­s sobre la historia de la...
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain