La Vanguardia - Culturas

Vivir sin corazón

Novela Barcelona a punto de ser ocupada por un ejército de topos

- JULIÀ GUILLAMON

Taxis a deshora, bares insípidos y personas sin personalid­ad. Cabezas nubladas, tozudas, empeñadas en continuar llenándose de copas y confusión. La rapidez de las bocas abriéndose y cerrándose, las manos moviéndose en todas las direccione­s posibles y los pies incapaces de estarse quietos. Los locales oscuros, la música girando en torno a su cabeza, o la cabeza girando sola. Vivir mal y vivir rápido. Es la sensación que le produce a Alícia (he pillado frases de aquí y allá) la existencia de sus amigos, Artur y Júlia, con quienes comparte despacho de arquitectu­ra y salidas nocturnas. Alícia es una chica especial, le pesa la vida que lleva, sobre todo desde que se ha separado de Pere. Entonces conoce a un chico de esos de las gafas de pasta, topógrafo, se enrollan y llevada por la ilusión del amor, pasa al otro lado del espejo, a un mundo de topos que aspiran a conquistar el mundo de los hombres. Esta historia ¿sucedió realmente? ¿Es una alegoría que desnuda la incertidum­bre y las insatisfac­ciones de los que rondan los cuarenta? ¿Es el sueño de una muerta? ¿El delirio de una chica que naufragó en un trip? La primera novela de Marina Espasa (Barcelona, 1973) se mueve en la ambigüedad de la distopía y de la novela fantástica, donde todo tiene más de un sentido. Donde la autora puede combinar con libertad lo visto y lo imaginado, el remiendo psicoanalí­tico y la contestaci­ón al sistema, las obsesión personal y la indignació­n colectiva. En un panorama literario con tantos libros cortados con el mismo patrón es como para tirar cohetes.

Los topos se preparan para invadir la tierra, utilizando las paradas del metro y las obras de la calle. Los amigos arquitecto­s de Alícia colaboran en un servicio de prevención. El topógrafo es un topo espía que puede transforma­rse en hombre (lleva el corazón en una cartera). Para tener contentos y controlado­s a los vigilantes, el Ayuntamien­to ofrece la posibilida­d de cambiar de sexo temporalme­nte, mediante unas máquinas instaladas en antiguos fotomato-

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