Fin de trayecto
Memorias Acaba de aparecer el último volumen de las memorias de Jordi Pujol donde se recogen hechos políticos clave de su mandato. Coincide con otros dos volúmenes donde reflexiona sobre la situación de Catalunya
Hace medio siglo Jordi Pujol estaba en la cárcel. La familia, cuando lo visitaba, a menudo le llevaba libros. Por ejemplo, La pell de brau. Poesía, ciertamente, pero había otra cosa. ¿Identificación? Noexactamente. El joven Pujol sintió que aquellos versos le hablaban. Descubría palabras de energía para una nueva generación de catalanistas de la cual se sabía portavoz silencioso. El poemario de Espriu fecundó uno de los ensayos de moralismo patriótico que escribía.
Como les pasaba a tantos jóvenes que escuchaban The times they are a-changin de Dylan, Pujol pretendía que sus textos sacudieran la conciencia de sus contemporáneos y los encaminaran hacia la acción. Pero cuando salió de la prisión y los dejó leer a contados amigos, nadie hizo caso. “Has d'haver estat molt malament per escriure una cosa així”, le dijo Joan Reventós. En aquel momento la orientación del catalanismo sí que estaba cambiando y Pujol, más bien a contracorriente, seguiría con su personal proyecto de fer país. Los escritos de reclusión integrarían el potente Dels turons a l'altra banda del riu, publicado durante la transición. Aunque es su mejor radiografía espiritual, no hay manera que acepte reeditarlo. La pell de brau no ha sido una obra más en su biografía. De hecho es un pilar. Por eso cuando a finales del 2009 Pujol quiso hacer pública una revisión de su pensamiento sobre las relaciones de Catalunya con España (de las cuales ha sido figura clave), escribió El fracàs d'espriu, editorial publicado en el boletín que el Centre d'estudis que lleva su nombre cuelga semanalmente en la red.
Todos los editoriales que ha escrito entre el 2005 y 2011 se reunieron el otoño pasado en Sembrar, treballar, collir. Durante los últimos años, en un teórico segundo plano, Pujol se habría propuesto de nuevo sacudir conciencias y animar a la acción para reforzar las bases morales de la sociedad catalana. Este es el motor de un libro importante. Desde el pedestal de los patriarcas, repitiendo las mismas ideas con las mismas expresiones (educación, inmigración, familia), ha predicado valores que son reactualización de los propuestos en los Turons: esfuerzo, rigor, patriotismo, la necesidad de autocrítica y buena política... Valores que hoy tendrían que curarnos de una “anquilosi política i ideològica”, tipo de infección de progresismo frívolo e individualismo posmoderno.
Aparentemente, nada nuevo. Pero Sembrar, treballar, collir es singular por la coincidencia de este “combat de les idees” con una doble crisis que se entrelaza diabólicamente. La crisis que va limando el modelo de estado social que la Europa democrática construyó durante las décadas posteriores a la II Guerra Mundial. Y la crisis de las relaciones Catalunya/españa incubadas por los nacionalismos, la segunda legislatura de Aznar, los juegos de manos de Zapatero y el infausto proceso de reforma del Estatut que desde el minuto cero el ex presidente no vio clara. Estas crisis van impregnando la reflexión de un Pujol que al final de su trayecto propone “tornar a fer país” y replantear las relaciones Catalunya/españa. Es el momento de El fracaso de Espriu –texto clave para el prologuista Joan B. Culla–, inicio de la evolución que en marzo del 2011 culminaría con la conferencia reproducida en Residuals o independents? Quan es trenquen els ponts. Repaso de algunos hitos de su compromiso con la consolidación democrática española, el texto es la confesión entristecida de un nacionalista que ve definitivamente torpedeada la posibilidad de que Catalunya como sujeto político pueda desarrollar su singularidad dentro de una España cada vez más desagradecida y beligerante. Que aquel librito no haya generado un debate en el resto del país es una disfunción sintomática.
Desde el punto de vista de esta doble crisis, Pujol, creo, ha dictado a Manuel Cuyàs la tercera entrega de sus memorias. De las tres, esta es la más floja. El libro empieza en elmomento que Convergència Democràtica se convierte en fuerza decisiva para sostener el gobierno de Felipe González y se cierra el día que Pujol traspasó la presidencia de la Generalitat a Pasqual Maragall (y por la tarde cogió la línea 11 del metro con su mujer).
El primer capítulo, cuando explica los acuerdos con González y Aznar, es el más sustancial. Los documentos que da a conocer –cartas y reflexiones de la época– son material de primera para conocer las tripas del alta política española de la última década del siglo XX. Es impagable el relato de alguna reunión secretísima con Aznar en casas particulares o fincas del estado. Y también lo es la caracterización del presidente del PP como un castellano viejo con todo lo que eso implica. El resto del volumen es irregular, invertebrado. La elección a dedo de Artur Mas como sucesor está explicada sin muchos detalles, pero las páginas sobre Pere Esteve incluyen algún párrafo de valor por la áspera confesionalidad. El largo capítulo sobre la obra de gobierno es reiterativo con respecto a la defensa de la investigación (el conseller Mas-colell quizás es quien sale mejor valorado) y una economía productiva de calidadencarada en el mundo, pero todo aquello que explica sobre el trasvase del Ebro es valiente y rompe con algunos fáciles estereotipos. La única aparición del alcalde Joan Clos, penosa, revela la incoherencia ética que demasiadas veces atenaza la convivencia política.
Las memorias se cierran con un nuevo diagnóstico sobre el país que afronta la crisis. Pujol acaba reproduciendo su intervención en el mitin final de campaña de las últimas autonómicas. “No tingueu por perquè tenim país”. Una despedida. Hizo, comosiempre, una intensa afirmación de catalanidad. No olvidó mencionar a Espriu.