El bruto mecánico melancólico
¡Puños fuera!
Es, probablemente, la estatua más extraña que podamos encontrar en todo el país. Se tratadel Mazingerzde la urbanización Mas del Plata, en Cabra del Camp (Tarragona). Sí, ese Mazinger que se había convertido en la comidilla, la leyenda urbana favorita de los otakus (apasionados del manga). En torno a él se han tejido todo tipo de fábulas: que si estaba en la entrada de una urbanización abandonada, que si su interior era hueco y se había intentado convertir en una especie de tobogán gigante, que si la muerte de un niño provocó que el Maginzer sufriera el olvido prematuro... Historias que han servido para añadir más capítulos y más altura a este mito.
En primer lugar, recordemos quien es este icono de la cultura pop. En España lo conocimos el cuatro de marzo de 1978, cuando se emitió el primer capítulo por Televisión Española. Su éxito fue apoteósico y generó un variado surtido de iconografía pop: tebeos, calcomanías, álbumes de cromos, figuritas de plástico, etcétera. Incluso en 1979 se erigió una falla en Valencia con la figura del bruto mecánico, una falla que, por desgracia, no fue indultada y terminó pasto de las llamas. En este contexto de apogeo popular, al promotor inmobiliario que levantó la urbanización de Mas del Plata se le ocurrió que la mejor manera de promocionar su negocio era mediante una gigantesca escultura del robot japonés. Supongo que el empresario en cuestión vendió sus parcelas y que el muñeco cumplió su cometido, pero pasaron los años, pasó la serie, los niños olvidaron a Mazinger Z y aquel mamotreto de diez metros de alto se convirtió en una especie de animal extraño, fuera de su contexto, un monstruo perdido, un personaje melancólico y solitario que levantaba los puños ante la nada. En definitiva, un residuo. Una de las características de la cultura pop es que es instantánea y efímera, genera iconos potentes que se suceden a toda velocidad, tienen una vida breve y brillan con intensidad antes de caer en el olvido.
‘Anime’
Mazinger Z nació como manga –es decir, como tebeo– y prosiguió su carrera como anime –dibujo animado–. Se trata de un mecha, un ser mecánico. Su creador, Go Nagai, es todo un personaje. Considerado como la segunda figura más influyende del anime tras Osamu Tezuka, Go Nagai fue el iniciador de los mangas de contenido sexual. Nagai convirtió el sexo en una forma de militancia y usó los tebeos como un arma que le permitía desafiar la moral oficial. Además, tenía claro cual era su combate: los animes de Mazinger Z contenían una iconografía clara y explícitamente gay.
Cuando vi por primera vez Maginzer Z yo tenía cuatro años de edad y supongo que no entendí nada, aunque sí recuerdo que aquellos dibujos me provocaban cierta turbación. La violencia era muy real. Adiferencia de la violencia metafísica de Correcaminos o detomy Jerry, enmazingerzexistían cuerpos que se desgarraban, existían el dolor y la dominación. Era violencia con entrañas, una violencia muy física, muy de tocar, muy salvaje y masculina. Mazinger Z destruía a sus enemigos pero, en ocasiones, parecía que existiera algo personal en ese ensañamiento, parecían las peleas de dos antiguos amantes. Años más tarde, y con la mirada sucia, la turbación se hace más comprensible: esos puños fuera son una metáfora demasiado obvia del fisting; los robots rivales emiten fluidos viscosos, hay dedos que se convierten en misiles, imponentes torsos de acero y cohetes demoledores que surgen del bajo vientre.
¿Vale la pena acercarse hasta la urbanización Mas del Plata para ver el Mazinger Z? ¡Pues claro que sí! Se llega por la autopista AP-2 y hay que tomar la salida de El Pont de l’armentera, cerca de Montblanc; luego debemos continuar hacia el pueblo hasta que, a la izquierda de la carretera, encontremos el cartel que nos indique: Urbanització Mas del Plata. El Mazinger se alza en un descampado rectangular rodeado de pinos y el espectador goza de una perspectiva perfecta, limpia, sin obstáculos. Está orientado a oeste y saca pecho, levanta la cabeza y alza los brazos en señal de victoria y poder. Al atardecer, el sol ilumina su rostro. Por la mañana, su figura se alza al trasluz. Ese monstruo ridículo, melancólico, solitario, recrea ante nuestros ojos una póstuma victoria, como un actor decrépito que se disfraza e interpreta por última vez el papel con el que conoció la gloria en los años jóvenes. Así, este Mazinger Z soñoliento parece resucitar y, por un instante, vuelve a ser el indestructible bruto mecánico comandado por Koji Kabuto y sueña que, alguna vez, llegó a ser un héroe.