La Vanguardia - Culturas

El bruto mecánico melancólic­o

¡Puños fuera!

- DAVID VENTURA

Es, probableme­nte, la estatua más extraña que podamos encontrar en todo el país. Se tratadel Mazingerzd­e la urbanizaci­ón Mas del Plata, en Cabra del Camp (Tarragona). Sí, ese Mazinger que se había convertido en la comidilla, la leyenda urbana favorita de los otakus (apasionado­s del manga). En torno a él se han tejido todo tipo de fábulas: que si estaba en la entrada de una urbanizaci­ón abandonada, que si su interior era hueco y se había intentado convertir en una especie de tobogán gigante, que si la muerte de un niño provocó que el Maginzer sufriera el olvido prematuro... Historias que han servido para añadir más capítulos y más altura a este mito.

En primer lugar, recordemos quien es este icono de la cultura pop. En España lo conocimos el cuatro de marzo de 1978, cuando se emitió el primer capítulo por Televisión Española. Su éxito fue apoteósico y generó un variado surtido de iconografí­a pop: tebeos, calcomanía­s, álbumes de cromos, figuritas de plástico, etcétera. Incluso en 1979 se erigió una falla en Valencia con la figura del bruto mecánico, una falla que, por desgracia, no fue indultada y terminó pasto de las llamas. En este contexto de apogeo popular, al promotor inmobiliar­io que levantó la urbanizaci­ón de Mas del Plata se le ocurrió que la mejor manera de promociona­r su negocio era mediante una gigantesca escultura del robot japonés. Supongo que el empresario en cuestión vendió sus parcelas y que el muñeco cumplió su cometido, pero pasaron los años, pasó la serie, los niños olvidaron a Mazinger Z y aquel mamotreto de diez metros de alto se convirtió en una especie de animal extraño, fuera de su contexto, un monstruo perdido, un personaje melancólic­o y solitario que levantaba los puños ante la nada. En definitiva, un residuo. Una de las caracterís­ticas de la cultura pop es que es instantáne­a y efímera, genera iconos potentes que se suceden a toda velocidad, tienen una vida breve y brillan con intensidad antes de caer en el olvido.

‘Anime’

Mazinger Z nació como manga –es decir, como tebeo– y prosiguió su carrera como anime –dibujo animado–. Se trata de un mecha, un ser mecánico. Su creador, Go Nagai, es todo un personaje. Considerad­o como la segunda figura más influyende del anime tras Osamu Tezuka, Go Nagai fue el iniciador de los mangas de contenido sexual. Nagai convirtió el sexo en una forma de militancia y usó los tebeos como un arma que le permitía desafiar la moral oficial. Además, tenía claro cual era su combate: los animes de Mazinger Z contenían una iconografí­a clara y explícitam­ente gay.

Cuando vi por primera vez Maginzer Z yo tenía cuatro años de edad y supongo que no entendí nada, aunque sí recuerdo que aquellos dibujos me provocaban cierta turbación. La violencia era muy real. Adiferenci­a de la violencia metafísica de Correcamin­os o detomy Jerry, enmazinger­zexistían cuerpos que se desgarraba­n, existían el dolor y la dominación. Era violencia con entrañas, una violencia muy física, muy de tocar, muy salvaje y masculina. Mazinger Z destruía a sus enemigos pero, en ocasiones, parecía que existiera algo personal en ese ensañamien­to, parecían las peleas de dos antiguos amantes. Años más tarde, y con la mirada sucia, la turbación se hace más comprensib­le: esos puños fuera son una metáfora demasiado obvia del fisting; los robots rivales emiten fluidos viscosos, hay dedos que se convierten en misiles, imponentes torsos de acero y cohetes demoledore­s que surgen del bajo vientre.

¿Vale la pena acercarse hasta la urbanizaci­ón Mas del Plata para ver el Mazinger Z? ¡Pues claro que sí! Se llega por la autopista AP-2 y hay que tomar la salida de El Pont de l’armentera, cerca de Montblanc; luego debemos continuar hacia el pueblo hasta que, a la izquierda de la carretera, encontremo­s el cartel que nos indique: Urbanitzac­ió Mas del Plata. El Mazinger se alza en un descampado rectangula­r rodeado de pinos y el espectador goza de una perspectiv­a perfecta, limpia, sin obstáculos. Está orientado a oeste y saca pecho, levanta la cabeza y alza los brazos en señal de victoria y poder. Al atardecer, el sol ilumina su rostro. Por la mañana, su figura se alza al trasluz. Ese monstruo ridículo, melancólic­o, solitario, recrea ante nuestros ojos una póstuma victoria, como un actor decrépito que se disfraza e interpreta por última vez el papel con el que conoció la gloria en los años jóvenes. Así, este Mazinger Z soñoliento parece resucitar y, por un instante, vuelve a ser el indestruct­ible bruto mecánico comandado por Koji Kabuto y sueña que, alguna vez, llegó a ser un héroe.

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FOTO: DAVID VENTURA Estatua de Mazinger Z de unos 10 metros de alturacons­truída en la urbanizaci­ón Mas del Plata, en Cabra del Camp (Tarragona).

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